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Gualeguay » eldiadegualeguay
Fecha: 15/09/2025 10:50
Hoy tenemos el honor de conversar con Carlos Guillermo Bornancini, Licenciado y Doctor en Astronomía por la Universidad Nacional de Córdoba, investigador adjunto del CONICET y docente en el Observatorio Astronómico de Córdoba. Carlos se ha especializado en astronomía extragaláctica y es un apasionado divulgador científico, comprometido con la protección de los cielos nocturnos y la concientización sobre la contaminación lumínica. A lo largo de su carrera ha publicado numerosos artículos científicosy liderado charlas y talleres de astroturismo y conservación del cielo. Actualmente, Carlos está produciendo el documental “La realidad oculta de la luz”, en el que expertos de distintas áreas exploran los impactos de la luz artificial en la astronomía, la biodiversidad, la salud y la cultura. Diego: Carlos, ¿qué consejos simples puede aplicar la gente en sus hogares para reducir la contaminación lumínica? Carlos: Lo primero es entender que cada pequeña acción suma. En los hogares conviene evitar las luminarias tipo globo que envían la luz hacia arriba, porque esas luces terminan iluminando el cielo en lugar de iluminar lo que realmente necesitamos. Lo ideal es usar pantallas o lámparas que dirijan la luz únicamente hacia abajo, donde cumple su función. También recomiendo las lámparas LED de luz cálida, con temperaturas de color inferiores a los 3000 Kelvin, porque las luces frías emiten un exceso de luz azul que es perjudicial tanto para la salud como para el ambiente. A eso se suma la importancia de usar la cantidad justa de luz: muchas veces tenemos más potencia de la necesaria y eso genera gasto de energía sin sentido. Si uno aplica estas medidas sencillas, no solo cuida el cielo nocturno, sino que también ahorra dinero en la factura de electricidad. Diego: ¿Cuáles son los principales impactos de la contaminación lumínica en la biodiversidad y en la salud humana? Carlos: La luz artificial modifica procesos biológicos esenciales. En la naturaleza, por ejemplo, los insectos utilizan la luz del Sol y de la Luna para orientarse; cuando aparece la luz artificial, se confunden, se agotan y mueren antes de cumplir su función. Eso afecta a polinizadores, con consecuencias en cultivos y cadenas alimentarias completas. También hay aves que cambian sus rutas migratorias porque la luz las desorienta, y tortugas marinas que confunden el brillo urbano con el horizonte del mar. En los seres humanos, la luz nocturna altera el ritmo circadiano, que es el reloj biológico interno. Una exposición excesiva a la luz, sobre todo la de pantallas o luces blancas, reduce la producción de melatonina, una hormona fundamental para el sueño y la reparación del cuerpo. Eso se traduce en insomnio, estrés, problemas metabólicos y, a largo plazo, se ha asociado con un aumento en el riesgo de ciertos tipos de cáncer. Es un problema silencioso, pero de gran impacto. Diego: ¿Existe educación formal sobre este tema en las escuelas? Carlos: Lamentablemente, todavía no. Hay muy pocos contenidos sobre contaminación lumínica en los programas escolares. Es un tema que suele estar relegado porque se cree que la luz siempre es algo positivo, y no se piensa en sus efectos negativos. Sin embargo, hay proyectos muy valiosos, como, Protejamos la noche, de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, que investiga el impacto de la luz artificial en mariposas nocturnas (esfíngidos) y cómo eso repercute en la polinización. Iniciativas así son semillas de cambio, pero falta que se integren más a la enseñanza formal. Educar a niños y jóvenes en la importancia de los cielos oscuros es clave, porque ellos son quienes van a impulsar las transformaciones futuras. Diego: ¿Por qué cuesta tanto que la sociedad y la política tomen medidas frente a este problema? Carlos: Porque culturalmente asociamos la luz con el progreso, la modernidad y la seguridad. Una calle iluminada da la sensación de estar más protegidos, aunque en realidad eso no siempre es cierto. Los políticos lo saben y muchas veces utilizan la iluminación como una herramienta de campaña: inauguran plazas con luces potentes o iluminan monumentos y espacios naturales para mostrar gestión, cuando en realidad están afectando la biodiversidad y desperdiciando energía. Además, no se percibe la contaminación lumínica como algo grave en comparación con otros problemas ambientales, aunque sus efectos en la salud y en los ecosistemas son muy claros. Falta concientización para entender que menos luz no significa atraso, sino equilibrio y sostenibilidad. Diego: ¿Hay iniciativas positivas que puedan servir de ejemplo? Carlos: Sí, y son muy inspiradoras. En Chile existe una ley que protege la luz nocturna en todo el territorio, algo realmente pionero. En España funciona la Fundación Starlight, que certifica lugares libres de contaminación lumínica y promueve el astroturismo, lo cual genera conciencia y también desarrollo económico. En Argentina tenemos ordenanzas locales, como en la pionera San Marcos Sierra (Córdoba), en 2001, que buscan regular el uso de la luz de manera responsable. Son pasos pequeños pero muy importantes. Cuando estos modelos se replican, se demuestra que es posible vivir en sociedades modernas sin necesidad de sacrificar el cielo estrellado ni dañar los ecosistemas. Diego: Sé que estás trabajando en un proyecto audiovisual. ¿Podés contarnos más? Carlos: Sí, estoy produciendo un documental titulado “La realidad oculta de la luz”. En él participan expertos como Diego Golombek, Antonia Pérez Varela y Anna Levin, que aportan miradas desde la ciencia, la salud y la cultura. El documental explora distintos aspectos: cómo la luz artificial afecta la astronomía al ocultar el cielo nocturno, cómo influye en la biodiversidad, qué consecuencias tiene en la salud de las personas y hasta cómo nuestra relación con la oscuridad está marcada por el miedo y la historia cultural. El objetivo es mostrar que la luz, aunque necesaria, también tiene un lado oculto que debemos aprender a manejar. Esperamos tenerlo listo el próximo año y la idea es difundirlo en alguna plataforma accesible para llegar a la mayor cantidad de gente posible. Diego: Finalmente, ¿qué rol juegan la divulgación y el astroturismo en este tema? Carlos: Un rol fundamental. El astroturismo es una de las herramientas más potentes para que la gente tome conciencia del valor de un cielo oscuro. Cuando alguien observa la Vía Láctea por primera vez en un lugar sin contaminación lumínica, entiende inmediatamente lo que estamos perdiendo en las ciudades. Esa experiencia genera un impacto emocional muy fuerte, especialmente en los niños, que se conectan con la naturaleza y el universo de una manera que ningún libro puede transmitir. Por eso creo que la divulgación y las actividades astronómicas no solo benefician al conocimiento, sino también a la salud mental y al bienestar de las comunidades. Y lo mejor es que todos podemos aportar: desde dar charlas hasta organizar simples noches de observación. Cada paso en esa dirección suma para recuperar nuestro derecho a un cielo estrellado. Queremos expresar nuestro más sincero agradecimiento a Carlos Guillermo Bornancini por su tiempo, claridad y pasión al abordar un tema tan relevante como la contaminación lumínica. Sus conocimientos y reflexiones nos recuerdan que la luz, aunque necesaria, debe ser manejada de manera consciente para proteger nuestros cielos, la biodiversidad y la salud humana. La labor de divulgación y proyectos como La realidad oculta de la luz nos inspiran a valorar la importancia del cielo nocturno y a tomar acciones concretas en nuestro entorno. Esperamos que esta entrevista motive a los lectores a reflexionar sobre el uso responsable de la luz, a disfrutar de la belleza de un cielo estrellado y a sumarse a la preservación de un equilibrio entre progreso y naturaleza. Cada pequeño paso suma, y todos podemos contribuir a un futuro más consciente y sostenible. Diego Larrosa Divulgador y científico ciudadano (IASC/NASA) Comentarios
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