Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • ¿Y si ha sido ella?

    » Diario Cordoba

    Fecha: 14/09/2025 12:16

    La Mezquita-Catedral ardió este verano. Solo un poco, pero ardió. El miedo generado por el incendio llegó a todo el mundo a través de los medios, llegó incluso hasta Bertha, mi amiga peruana, que me escribió alarmada preguntando por el alcance del siniestro. Un año antes, había viajado con su marido a Córdoba y juntos visitamos la Mezquita. Mientras esperábamos en fila para entrar, un gran guardia jurado -gran por lo de grande, que lo era y mucho- me pidió el carné de identidad. Supongo que al oírme hablar sin acento cordobés pensó que no me correspondía la entrada gratuita de residente. Cuando vio que vivo a unos cien metros de allí, me dejó pasar sin dar ninguna explicación. A partir de ahí, mi hijo, profesor de historia que hizo de cicerone, bajó el tono de voz: el papel de guía turístico está reservado solo a los que el Cabildo otorga la credencial para ejercerlo y el guardia era muy grande. Durante la larga visita, nuestro guía clandestino nos explicó, entre muchas cosas, la estructura de la Mezquita en sus orígenes y la claridad que entraba por los arcos ahora tapiados con capillas. Nosotros, al escucharlo, tratábamos de imaginar de qué manera la luz iluminaría el bosque de columnas y el trayecto de sus sombras al desplazarse sobre ese suelo liso que con el tiempo fue sembrado de lápidas. No vi el incendio y no sé el aspecto de la zona quemada. Quienes acudieron la mañana siguiente tampoco. Contaron que todo estaba tapado -lo habitual en estos casos- pero el olor a quemado se propagaba. Imaginar el olor atravesando las cubiertas me pareció una imagen siniestra. ¿Qué es lo siniestro? En nuestro idioma tiene varios significados: lo que está a mano izquierda; lo funesto, escondido o despreciable; un suceso que causa daño considerable en un bien apreciado y varias acepciones más. Para el psicoanálisis, lo siniestro es algo que, tras ser ocultado en el fondo de la mente, un día se manifiesta y provoca ansiedad o temor. Surge en lo cotidiano y puede ser algo infantil –¿recuerdan cuando le otorgábamos vida y sentimientos a nuestros juguetes?- pero vuelve de forma extraña y amenazante, como el muñeco que retorna convertido en una marioneta diabólica. Freud lo relaciona con fantasías y temores primitivos que anidan reprimidos en el inconsciente y que, en determinadas situaciones, afloran y ya no se rigen por la lógica, sino por el pensamiento mágico y el animismo, procesos mentales más arcaicos. Pensé en ello cuando se comentó el afán de la jerarquía eclesiástica por ocultar los daños del incendio, su disgusto al ver que las imágenes grabadas por los bomberos se difundían en las redes sociales. Tal vez querían evitar el efecto que en algunos de nosotros produciría ver entrar la luz por el techo de la capilla. ¿Llegaría su haz más allá, al bosque de columnas? Entonces, en un momento de pensamiento mágico, imaginé que la Mezquita-Catedral tenía vida propia y volvía a ser la de antes, Mezquita; y que estaba harta de tantos arcos tapiados, oscuridad y mercantilización; harta de que la obligaran a dejar de ser un lugar abierto, bello y luminoso para convertirla en un edificio restringido, permanentemente vigilado y oscuro, realmente siniestro en su acepción de tétrico y lúgubre. Quizá, en algún momento había decidido luchar para que entrara de nuevo la luz, se había aliado con una barredora eléctrica y juntas se lanzaron a provocar el cortocircuito. ¿Por qué no? ¿Y si es un aviso? Que el Cabildo gane tanto dinero con ella —más de veintidós millones de euros en entradas durante el año pasado— no parece traducirse en cuidarla como se merece. Puede que no le guste cómo la tratan, cómo la esconden. Por eso, recuerden: lo oculto, lo oscuro es siniestro y lo siniestro puede brotar. Como un incendio. *Psiquiatra

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por