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  • El gran Presidente argentino

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 14/09/2025 02:02

    La historia de la Revolución de Mayo y de la guerra de la independencia la aprendió, antes que en los colegios, en los retratos, en los documentos y en la evocación oral de los descendientes de los protagonistas… ¿No era nieto de ese general, brillante y ambicioso, que fue Carlos María de Alvear (hijo de Don Diego de Alvear y de María Josefa “Pepa” Balbastro, “Tía tátara abuela” del autor de este artículo? Ya muchacho Marcelo Torcuato vio y oyó, en la casa de su, don Torcuato de Alvear, tejer los hilos de la historia argentina contemporánea. Supo de los personajes desde la intimidad de las sobremesas y de los apodos: “el Zorro” era Roca; “taquito” era Avellaneda; “El Gringo” era Pellegrini… Hoy son nombres de próceres de las calles en la ciudad que el propio Torcuato de Alvear, ejecutivo y dinámico Intendente porteño, modernizaba, teniendo a París como modelo… Desbordando este marco familia de minorías tradicionales, el joven Marcelo entró en la política por la puerta grande de las agitaciones ciudadanas que surgen oxigenadas en la plaza pública. Lo hizo afiliado públicamente a un partido al que ayudó a nacer… Y murió, entregando a ese partido, y sin metáfora, los últimos instantes de su vida. No renegó de su cuna: simplemente hizo de ella una actualizada y democrática ampliación… Cursaba la Facultad de Derecho cuando figura entre los universitarios que señalan su disconformidad con el “unicato” de Juárez Celman e invitan a la ciudadanía al mitin del Jardín Florida, en septiembre de 1889… Tan importante resultó el acto, que él ha podido señalarse como primer síntoma público de la reacción del país contra los vicios institucionales y políticos entonces predominantes. La entidad organizadora del mitin que Alvear integraba, era la Unión Cívica de la Juventud; fue tal la adhesión de hombres maduros y de personalidades presentes, entre ellos Mitre, Aristóbulo del Valle y Leandro Alem, que la entidad pasó a ser pronto menos joven en su dirección, pero más amplia en su humana latitud y adoptó la más razonable designación de “Unión Cívica”. No encontrando solución pacífica para su disconformidad, la Unión Cívica preparó la protesta armada del 26 de julio de 1890, y Alvear participó de ella.En 1891 se recibió de abogado: su tesis para optar al grado de doctor en jurisprudencia se titulaba “De los Albaceas”. Compañeros de su misma camada egreso de la Facultad fueron, entre otros, sus amigos Tomás Le Bretón y Leopoldo Melo.En 1892 Alvear integra el núcleo que en disidencia con la política “del Acuerdo”, auspiciada por Mitre y Roca para las elecciones presidenciales de ese año, constituyó, bajo la jefatura de Leandro Alem, la Unión Cívica Radical. De ahí que la revolución de julio de 1893, dirigida por Alem, y auspiciada desde el poder por Aristóbulo del Valle, lo contara a Alvear entre sus combatientes decididos: al frente de 75 civiles armados, Alvear cumplió con éxito la misión encomendada de apoderarse de la comisaría y de la estación Temperley, esta última, importante “nudo” ferroviario. Triunfante el movimiento en la provincia de Buenos Aires, e instalado en La Plata un gobierno revolucionario, Alvear fue nombrado ministro de Obras de él. Un brusco viraje de la política nacional, al negarse el presidente Luis Sáenz Peña a seguir apoyando el rumbo que señalaba el gabinete de Aristóbulo del Valle, provocó, días después, la caída de éste y el fin de las autoridades revolucionarias de la provincia.La dura represión del ministro de Quintana le hizo conocer a Alvear, como a otros muchos partidarios de la Unión Cívica, la Cárcel y el destierro… Luego, en 1896, la muerte de Aristóbulo del Valle (Víctima de una apoplejía fulminante el 29 de enero) y el suicidio de Alem (en julio) deben sumarse a las preocupaciones del país por el conflicto de Límites con Chile, para explicar la falta de exteriorizaciones revolucionarias del radicalismo. De su actuación en Temperley resultaría para Alvear una valiosa y perdurable vinculación: la amistad personal, no sólo política, con Hipólito Yrigoyen. Este, sobrino de Alem y heredero de la jefatura de la Unión Cívica Radical, le mostraría a partir de ese momento una evidente simpatía. En 1897 Alvear es uno de los padrinos de Yrigoyen en el “duelo” suscitado entre Yrigoyen y Lisandro de la Torre. El mismo año, en una clara disidencia con un sector del partido que sigue a don Bernardo de Yrigoyen, don Hipólito Yrigoyen suscribe una afirmación doctrinaria adversa a todo entendimiento con las fuerzas de la oligarquía tradicional. Y la firma de Marcelo Torcuato de Alvear está junto a esa definitoria actitud de Hipólito Yrigoyen.Alvear no fue indiferente a las preocupaciones suscitadas en el orden internacional por el conflicto de límites don Chile y a los preparativos bélicos de, país cumplidos en previsión de que la paz fuera alterada. Con el grado de Teniente Coronel de las guardias nacionales participó de las maniobras de Curamalal cumplidas en 1898.Luego, durante la pausa política ya señalada, volcó sus energías en una vocacional actividad deportiva. La esgrima, la equitación, el tiro al blanco lo vieron destacarse. El manejo de máquinas, entonces vehículos “Locomotive”, ganó la primera carrera automovilística realizada en el país.El físico alto y atlético daba soporte a un espíritu que no desertaba de los salones y de las tertulias amables, en las cuales se le escuchaba con simpatía y con indulgencia.Temperamento espontáneo, generoso y firme en la amistad, sin preocupaciones ante las necesidades primarias pues le correspondieron por herencia bienes cuantiosos, claro está que no precisaba empeñarse mucho para ser un afortunado en amores… Regina Paccini en su vida. Es posible sin embargo que nada perdurable resultara de esas aventuras y que el amor se le apareciera por primera vez y sorpresivamente, recién en un Teatro del Buenos Aires de 1898. Una voz femenina que cantaba en el escenario, imantó allí a Alvear y él resolvió seguir escuchándola. Viajó tras ella: la siguió a Europa con cambio de escenarios y de países… La persiguió obstinado; cuando se hablaron y entendieron, el impetuoso soltero resultó encontrado, en la dueña de esa voz, el puerto donde se echan todas las anclas… Se llamaba Regina Paccini; hija de un barítono italiano y de una dama portuguesa, Regina ya había recibido, de la famosa Adelina Patti, el espaldarazo de la sucesión, en el expresivo canoro del teatro lírico… Marcelo Torcuato de Alvear y Regina Pacini se casaron en Europa en 1906. La dignidad comprensiva de la pareja aseguró la felicidad hogareña. Ella renuncio a los halagos del público y de los aplausos… Retirada del teatro, compartiría años después, señorialmente, los relieves sociales del poder presidencial… Y también sin sabores de la adversidad política, cuando los gobiernos de los generales José Félix Uriburu y Agustín P. Justo quisieron silenciar la voz de Alvear como dirigente opositor. En los años que siguieron Alvear residió en Europa y era en la Argentina poco más que una visita… La sociabilidad vinculaba allá al matrimonio de Marcelo Torcuato de Alvear y de doña Regina Pacini con personalidades francesas y europeas. En la hospitalidad generosa de ellos, cabía anotar gentes de las artes y de las letras, de la política, de la aristocracia… Alvear había ido frecuentando lecturas provechosas, depurando la gustación conocedora de los cuadros, reteniendo la alucinante resonancia de las palabras y el juego fisonómico que son dimensiones del teatro… En la intimidad de esas tertulias reducidas, Regina brindaba complacida sus dotes de cantante y se curaba un poco de las nostalgias de los escenarios que abandonara a cambio del amor de Alvear… La política no le retenía en la patria… El radicalismo, dirigido por Hipólito Yrigoyen, seguía en la abstención electoral y en la prédica de movimientos revolucionarios… Claro que los años habían traído cambios: el poder presidencial se había acentuado: eran menos importantes los gobiernos provinciales, y había perdido categoría bélica la guardia nacional armada de rémingtons… La revolución que obstinadamente preparaba Yrigoyen tenía cada vez más calor de cuartel con militares profesionales, que de cantones con civiles corajudos. El movimiento de 1905, contra el presidente Quintana, había fracasado: Alvear no figuró en el para nada… Roque Sáenz Peña y su ley electoral modificaron en 1912 el horizonte constitucional y político del país. Consiguientemente concluye la abstención radical: el partido que dirige Hipólito Yrigoyen se presentará en las elecciones. En la lista de candidatos a diputados por la Capital figura Marcelo Torcuato de Alvear. Triunfante esta lista, Alvear se incorpora al Congreso Nacional. Continúa Capitulo Nº 2 el próximo domingo.

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