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» Diario Cordoba
Fecha: 13/09/2025 23:45
Cuando consideremos que asesinar a alguien por tener unas ideas contrarias a las nuestras está justificado, habremos perdido la partida como individuos y como sociedad. Nos ha ocurrido ya: durante la Guerra Civil y la posguerra. También en esa otra dictadura que pasó cuarenta años matando a quienes no se sometieron a ella: la de la banda terrorista ETA. Eso, si sólo nos atenemos al pasado siglo, porque hasta el diecinueve fue tendencia: el absolutista veía con buenos ojos que se fusilara al liberal, y el liberal estaba dispuesto a cortar el cuello de cualquier conservador o a lanzarle una bomba al coche de caballos. Hablo de posiciones extremistas. Pero habitualmente son los radicalismos los que encienden la mecha de un incendio que después siempre quema a los demás. Por eso una de las conquistas del Estado de Derecho -quizá su conquista principal- es que tú y yo podamos manifestar opiniones opuestas -siempre que no estemos vulnerando el derecho al honor de los demás, o no estemos injuriando o calumniando-, sin temer que nadie pueda volarnos la cabeza. Y, sobre todo, sin temer que si alguien nos vuela la cabeza vaya a haber un coro de psicópatas sectarios dispuestos a comprenderle y a reírle la gracia. No necesito compartir el discurso de Charlie Kirk para estar totalmente en contra de su asesinato, del mismo modo que no necesité no compartir las ideas de Vox para escandalizarme cuando fueron apedreados durante su mitin en Vallecas, y Pablo Iglesias, como muchos de sus simpatizantes, justificó esa agresión argumentando que Vox había ido a Vallecas a «provocar violencia». Como si el barrio obrero fuera, entonces o ahora, propiedad del hombre que muy pronto dejó Vallecas para irse a vivir a un chalé. Vox podía y puede tener un encuentro con sus electores potenciales donde le dé la gana; y en el caso hipotético de que hubiera ido a ese mitin, durante las elecciones autonómicas madrileñas, buscando un escenario de provocación, razón de más para evitarla, en lugar de excusarla. También Charlie Kirk tenía derecho a encontrarse con sus seguidores o demás curiosos sin temer que nadie pudiera dispararle, como lo sigue teniendo Pablo Iglesias. Si en el fondo creemos que está bien que alguien agreda a quien piensa lo contrario que nosotros, sólo somos fascistas encubiertos. ¿Y de verdad creemos que nadie, al otro lado, va a empezar la misma cacería? El tema de la semana no es sólo Begoña Gómez, o que Pablo Iglesias, otra vez, como Sánchez pero de otro modo, haga lo contrario de lo que predicó -como llevar a sus hijos a un colegio privado, tras haber denigrado a los padres que eligen esa opción-, sino su derecho soberano y el de todos a poder expresarse libremente. *Escritor Suscríbete para seguir leyendo
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