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Gualeguaychu » El Dia
Fecha: 13/09/2025 21:01
Desde hace 107 años, cada 11 de septiembre, se celebra el Día del Maestro en memoria de Domingo Faustino Sarmiento. Pero detrás de la efeméride que tuvo sus actos tres día atrás, la docencia actual está lejos de ser una profesión sencilla: exige cumplir múltiples roles, contener realidades difíciles y enseñar en un contexto donde es fácil encontrar carencias. Cuatro maestras de la ciudad le contaron a Ahora ElDía sus experiencias. Romina Collazo lleva quince años enseñando y pasó por casi todos los niveles: primario, secundario, superior, contextos de jóvenes y adultos, e incluso en cárceles. “Lo que más me marcó y me motiva a seguir es la posibilidad de acompañar procesos tan distintos con realidades tan diversas. La docencia me dio muchísimo como persona: paciencia, esfuerzo, resiliencia, sensibilidad, empatía, orgullo y podría seguir enumerando. Es un aprendizaje constante, no sólo para mis alumnos, sino también para mí”. Fotografía: Mauricio Ríos Sin embargo, no ocultó la dureza del presente e ilustró con el ejemplo de la sobrecarga de tareas que enfrenta día a día: “Las exigencias administrativas y burocráticas nos quitan tiempo valioso para lo pedagógico. Muchas veces se nos pide demasiado y lo central, que es enseñar, queda en segundo plano. Necesitamos más espacios para hablar de didáctica, de estrategias, de cómo acompañar mejor a los niños y adolescentes que hoy tenemos en las aulas, y no tanto sobre papeles o informes”. Puede interesarte Romina señaló también que los estudiantes llegan a la escuela con problemas emocionales y sociales que requieren contención. “El docente dedica gran parte de su tiempo a sostener y mediar. Es una tarea silenciosa, invisible para la mayoría, pero enorme. Sentimos que a la escuela se le pide mucho y no siempre contamos con los apoyos necesarios. Aun así, los docentes nos preocupamos por nuestros estudiantes, estamos atentos, los miramos, los vemos. Lo más gratificante es saber que en esos momentos un estudiante confía en sí mismo, la carita de orgullo cuando logran resolver algo que le resultaba difícil, cuando se despierta su curiosidad y sus ganas de aprender”, relató y confesó emocionada cómo le reconforta “cuando al año siguiente te cruzan en el patio o en el recreo, y te abrazan o te saludan con un ‘¡Seño! te extraño’. Esos gestos, esas pequeñas grandes cosas, son la verdadera recompensa; es lo que nos sostiene y nos da sentido”. Por su parte, Cecilia Cereghetti, maestra de Educación Especial y profesora de sordos, comenzó como auxiliar en la escuela de Racing y recuerda con orgullo todo su trayecto: “Era maestra auxiliar en Jardín, acompañaba los procesos de adaptación y a los docentes. Luego pasé a ser secretaria de la escuela, que es todo un oficio. Es un cargo que incluye la coordinación, planificación, el acompañamiento de los docentes e incluso el reemplazo de ellos en algunas ocasiones. Luego me fui por cargo a la modalidad especial. En la actualidad, presenciamos el avance de situaciones, contextos y herramientas que, por un lado, son positivas, como el caso de la tecnología, pero hay otras que son irremplazables: la mirada del docente, el abrazo y el estar presente, porque quizás el niño no tiene nadie que le pregunte: ‘¿Cómo estás? ¿Dormiste bien?’. Todos los días hay un niño que necesita ser mirado y acompañado. Eso no lo reemplaza una computadora ni la inteligencia artificial”. Y agregó, tras recordar el haber acompañado a una niña sorda desde jardín hasta la finalización de la primaria: “Lo que te devuelven los chicos, tampoco te lo da nadie”. Fotografía: Mauricio Ríos Para ella, la prioridad pasa por lo social: “Las situaciones familiares y de salud mental son complejas hoy y vas ‘tapando’ agujeros donde hay falencias; por ejemplo, no se puede trabajar con un niño que no desayunó. Muchas veces la prioridad es que coma, antes de que participe de la tarea pedagógica”. En una línea similar, Yanina Mendoza trabaja desde 2001 en escuelas públicas y privadas, en las que pasó por casi todos los cargos: maestra, bibliotecaria, secretaria, directora y vicedirectora: “Uno de los desafíos más grandes es poder aggiornarse a las nuevas infancias, a las familias ensambladas y todo lo que eso implica. El rol del docente se ve desbordado y desvalorizado. Lamentablemente, nos toca ocuparnos de cosas que deberían hacer las familias y el Estado”. Además, subrayó que muchas veces la mayor motivación son los gestos de sus alumnos frente a experiencias simples, como un viaje escolar o una salida al cine, actividades que para muchos son inéditas: “Las caras de fascinación de los chicos al ver por primera vez una pantalla gigante, no tienen precio”. Fotografía: Mauricio Ríos Manuela Hernández, por su parte, comenzó su formación en 2007 en la Enova y, tras pasar por múltiples establecimientos escolares, hoy es docente en la Unidad Penal N° 9 “El Potrero”: “Siempre creí que es a partir de la educación donde uno se hace libre y arranca a pensar. En la UP trabajamos para concientizar y para poner un granito de arena a la reinserción social de los y las que habitan ese espacio”. Puede interesarte La docente recordó los miedos con los que ingresó a las aulas en sus primeros años y la seguridad que le dieron los gestos de reconocimiento de las familias. También reflexionó sobre la mirada limitada que la sociedad construyó en torno al rol docente y plantea la necesidad de revalorizar la tarea: “Educar también es una tarea de cuidado porque trabajamos en comunidad. Actualmente, las dificultades tienen que ver con lo económico, el sueldo de las maestras, la movilidad y, también, que se empiece a pensar con perspectiva de género en todas las instituciones. Hay que resaltar la labor y el deseo de crear jóvenes, niños, adolescentes y adultos libres de reflexionar y de creer en sí mismo, para construir una sociedad mucho más justa y equitativa. Ese, en un principio, es el rol de la escuela”. El recorrido y las voces de estas docentes muestran que detrás de cada aula hay mucho más que transmisión de conocimientos: hay compromiso, escucha activa, contención y una permanente disposición a reinventarse frente a escenarios cambiantes. La enseñanza se convierte en un ejercicio que desborda lo estrictamente escolar para abarcar la vida cotidiana de cada estudiante, con sus dificultades y también con sus logros. En ese sentido, la docencia se reafirma como un sostén fundamental del entramado social, incluso en medio de la precariedad, la falta de recursos o la desvalorización profesional. Cada historia relatada refleja que, pese a las adversidades, los gestos de gratitud, los aprendizajes compartidos y la certeza de estar sembrando oportunidades siguen siendo la principal motivación. Con su trabajo silencioso pero constante, encarnan la esperanza de una educación que transforme vidas y que abra camino a una sociedad más justa e inclusiva.
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