Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Del altar al tatami, con equilibrio justo

    » Elterritorio

    Fecha: 13/09/2025 18:12

    El padre Gilberto (60) encontró en el taekwondo la combinación entre la fuerza y la fe. El sacerdote filipino resaltó que la disciplina es un camino para acercarse a los jóvenes sábado 13 de septiembre de 2025 | 2:30hs. Gilberto comenzó a dar sus primeros pasos en la disciplina de la mano de Carlos Méndez; hoy es uno de los referentes. Foto: Marcos Isaac Gilberto Cabrera Salares (60) llegó desde Filipinas a Misiones en 1996. “Vine del otro lado del mundo”, como suele decir el sacerdote verbita, quien ejerció como educador, asesor espiritual, párroco en distintas localidades y actualmente es el presidente de la ‘Fundación Villa Cabello’. En su desembarco, hace casi tres décadas para sumarse a la vida pastoral, nunca imaginó que aquí retomaría una de sus pasiones juveniles: las artes marciales. “En Filipinas ya había practicado karate, pero cuando vine a Misiones, trabajando en el colegio Roque González, sentí que me faltaba algo. Por casualidad encontré un club de taekwondo y entré solo para ejercitarme sin pensar en competir ni en rendir. Pero el director me vio, me animó y terminé convirtiéndome en cinturón negro en 2003”, recordó en diálogo con El Territorio. El padre Gilberto comenzó a dar, sin saberlo, sus primeros pasos en la disciplina de la mano de Carlos Méndez -referente del taekwondo y VIII dan- y hoy continúa entrenando dos veces por semana con otra destacada taekwondista: Alicia Zalesak, quien se prepara para rendir su VII dan. Hoy, más de 23 años después de aquel primer paso en el tatami, el padre Gilberto se prepara para rendir el sexto dan, un grado reservado para quienes demuestran excelencia técnica y constancia. Todo sin dejar de combinar lo pastoral con los valores emblema del taekwondo: “No es violencia, es disciplina, autocontrol, meditación. Son los mismos valores que uno necesita para crecer en la fe”. Y agregó: “A nosotros, los asiáticos, siempre nos enseñaron a buscar el equilibrio entre la vida espiritual y el arte marcial. En mi cultura, la meditación, la relajación y el dominio del cuerpo son parte de la práctica. El taekwondo me incentiva porque sus principios son el autocontrol y la disciplina. Puede parecer contradictorio, porque usamos la fuerza, las manos y los pies. Pero cuando uno termina de entrenar, vuelve a lo espiritual: a la relajación y a la meditación”. Educador y pastor Actualmente, entre sotanas y doboks, es vicario en las parroquias Inmaculado Corazón de María en Posadas y San Pedro y Pablo en Apóstoles; y presidente de la Fundación Villa Cabello, desde donde conduce ocho escuelas. Su tiempo está dividido entre la educación, la pastoral y los entrenamientos, pero aseguró que en todas esas dimensiones encuentra un mismo hilo conductor: “Acompañar y formar personas con disciplina, respeto y valores”. En este puente que construyó entre la fe y el deporte muchas veces no le fue fácil transitarlo. Para muchos feligreses a simple vista era contradictorio que un sacerdote dedique parte de su vida al combate. “Al principio algunos se sorprendieron o me criticaron. Pero después entendieron que no dejaba de lado mi responsabilidad pastoral. Al contrario, el taekwondo me dio una forma distinta de llegar a los chicos, de mostrarles otro camino frente a las drogas y la violencia”, explicó. Esa visión lo llevó incluso a enseñar taekwondo en Capioví y Puerto Rico, donde varios de sus alumnos alcanzaron también el cinturón negro y hoy son instructores. Para él, “es una herramienta para acercarse a los jóvenes y alejarlos de los vicios”. Pausado, sereno y humilde al hablar, resumió al taekwondo en tres palabras: “Disciplina, autocontrol y compañerismo”.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por