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La Paz » Politica con vos
Fecha: 09/09/2025 13:54
En la Argentina de la crisis, la comida dejó de ser un espacio de encuentro para transformarse en una preocupación diaria. Las familias priorizan lo que llena antes que lo que nutre: harina, fideos y arroz reemplazan a las frutas, verduras y proteínas. Lo barato desplaza a lo sano. El menú de la pobreza El resultado es alarmante: crecen los casos de anemia en niños y mujeres, se disparan los déficits nutricionales y se consolida una dieta desequilibrada que deteriora la salud a corto y largo plazo. No hablamos de un problema individual, sino de un reflejo directo del modelo económico que se impone. Un país productor que no se alimenta La paradoja argentina es dolorosa: en una tierra fértil, productora de alimentos, millones de personas no pueden acceder a ellos. La crisis pulverizó el poder adquisitivo y empujó a las familias a una dieta de supervivencia. No es casualidad. La falta de políticas públicas que garanticen el acceso a una alimentación adecuada revela un Estado ausente y un gobierno que reduce la comida a una mercancía más. La consecuencia es clara: se profundizan las desigualdades y se condena a la niñez a un futuro hipotecado. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que “la carencia de hierro es una de las deficiencias nutricionales más graves y frecuentes en el mundo, especialmente en mujeres y niños”. Esa advertencia hoy resuena con fuerza en los barrios populares argentinos, donde el acceso a carnes, lácteos y vegetales frescos se vuelve un privilegio. Comer bien como un derecho, no un privilegio Defender una alimentación sana y completa debería ser una prioridad política, pero en la Argentina actual parece un lujo. Mientras algunos pueden llenar su mesa con productos frescos y variados, la mayoría sobrevive con lo mínimo. La FAO recuerda que “el hambre no se mide solo por la falta de alimentos, sino también por la mala calidad de las dietas”. En nuestro país, esta definición cobra dramatismo: no se trata solo de llenar la panza, sino de hacerlo con nutrientes que hoy son inaccesibles para la mayoría. El derecho a una nutrición adecuada está siendo vulnerado. La crisis económica no solo vacía los bolsillos: también vacía los platos y enferma a la sociedad. Ignorar esta realidad es aceptar que la pobreza se exprese en los cuerpos, que la anemia sea la nueva cara del ajuste y que la salud del pueblo se sacrifique en nombre de la “austeridad”.
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