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Gualeguaychu » Reporte2820
Fecha: 08/09/2025 11:35
“Hay un lugar… Me dejo llevar, mis amigos también… Qué bueno es estar y hablar un poco al pedo Cervezas y ron, hamburguesas no hay…” Miguel Mateos Parte de la letra en la que Miguel Mateos le da vida al “Bar Imperio”, un espacio imaginario de la ciudad de Buenos Aires, como el propio excantante de Zas comentó. Quizás, en la realidad haya uno igual o parecido al que verdaderamente existe en nuestra ciudad, en la esquina de Luis N. Palma y Paraguay y que se conoce como el “Bar de Reyes”. Esa casa, ese frente único Su frente, bien en la esquina, tiene una amplia puerta doble de madera con postigos, que se ubica debajo de un cartel oxidado donde apenas se lee Pepsi y paredes construidas con ladrillos de barro crudo (adobe) unidos también con el mismo material, que demuestran una construcción de muchos años. ¿De cuántos? Pablo Reyes, actual propietario del bar, quien recibe gentilmente a R2820, no pudo precisar la fecha de construcción de la vieja casona: “a todo el mundo le digo, no podemos saber cuándo se construyó el bar”, explica y hace referencia a una investigación llevada a cabo por el abogado Gustavo Rivas “que estuvo averiguando en catastro municipal, pero no pudo saber cuándo se hizo la estructura. No sabemos de qué año es”. Y fue precisamente Rivas quien nos ratificó lo obtenido en su investigación “no hemos podido dar con la época exacta en que se construyó el edificio, ni quién realizó la obra. Sin embargo, podemos establecer que esa construcción ya cumplió un siglo. Para ello, nos basamos en un dato que echa luz sobre esa incógnita: en sus paredes de 34 cm. de espesor, los ladrillos están asentados en barro. Por lo tanto, debemos suponer que es anterior a la llegada del cemento portland a Gualeguaychú. Y dado que éste empezó a utilizarse en la década de 1920, es muy posible que este edificio haya sido levantado antes” Datos valiosos para un periodista o un investigador, pero que poco interesan a los comensales que cada día, desde muy temprano, visitan al lugar a tomar un trago, muchos de ellos antes de ir a trabajar e iniciar su jornada. Un barrio, un tiempo y caseros diferentes Siguiendo con los datos aportados por la investigación de Gustavo Rivas, agrega “el local original, era mucho más extendido por la calle Paraguay, donde vivía un lindero: el Sr. Juan José Ghiglione, cuya nieta Gregoria, a los 81 de edad visitó hace unos años la finca para recordar su infancia. Actualmente, por calle Paraguay hay una casa contigua de más reciente construcción, que tomó por el sur, parte del viejo edificio. Y por esa misma razón, en 2003 se tuvo que cortar por la mitad la cancha de bochas”. Acota “el legajo del edificio, llega en retrospectiva hasta 1930, por lo que no hemos podido determinar sus constructores originales. Sin embargo, de allí surgen los titulares anteriores a 1965, fecha en que lo adquirieron inicialmente los Reyes. La titularidad más antigua constatada, fue del Sr. Antonio Lucca, luego pasó su viuda, Catalina Molinari de Lucca y después al Sr. José Gregorio Valenzuela. A él se lo compró en diciembre de 1960, Don Alfredo Riestra, de origen español, a quien llamaban ´Pipero´, por su hábito de fumar en pipa. Él había tenido antes un negocio similar en el sur del Departamento, hoy Islas del Ibicuy… Don Riestra, en 1965, se lo vendió a Héctor Luis María Franco, que lo tuvo durante algunos meses y en septiembre de ese año, lo adquirieron Wenceslao Reyes y su esposa, Generosa Victoria Cedros. Y ahí comienza la era de los Reyes, que se extiende hasta la actualidad. Los hijos de ese matrimonio eran Edilberto Pedro, Elena, Estela, Berta, Susana, Elbio David “el Zurdo”, Orlando y Celso Tomás. Estos últimos tres, desde muy jóvenes trabajaron allí. Luego Orlando se radicó en Landetta (Santa Fé) y Celso también se fue de la ciudad”. “En 1980 los padres transfieren la finca a Elbio David –el Zurdo- y a Celso Tomás, que luego cedió su parte a su hermano y condómino. Y desde ahí se extiende la larga y significativa etapa del ´Zurdo´, que a lo largo de casi 40 años dejó allí su huella…”. “El Zurdo”, marca registrada Pablo nos cuenta interesantes datos del espacio: “de lo que nosotros sabemos siempre fue bar. Tuvo cuatro dueños antes que los Reyes. Mi abuelo vende un campo que tenía en Pehuajó y compra acá a un señor de apellido Franco”. Pablo que vive actualmente en la casa explica que era un poco más grande, tal como lo explica Rivas, desde Paraguay hacia calle Urquiza, casi como el espacio que ocupa desde Luis N. Palma hacia el centro. “Mi abuelo compra luego de vender el campo pero nunca atendió el bar, siempre lo atendieron sus hijos, uno de ellos era Elbio, conocido como el ´Zurdo Reyes´, el menor de los hijos junto con Celso y Orlando”, explicó Pablo. Con 18 años “El Zurdo” toma la posta del boliche con sus hermanos, pero con el tiempo queda solo y el bar toma fama con su apodo y su apellido “El Bar del Zurdo Reyes”. En otros tiempos era una parada obligada, con una Gualeguaychú sumamente diferente en esa zona y en toda su extensión, donde, sobre calle Paraguay se ataban los caballos. “Allí, en ese lugar, según me contó el Huguito Fernández, no estaban aún los Reyes, Bossi era el dueño, hubo una muerte. Al parecer un problema entre dos personas. Uno de ellos llega al bar y el otro al enterarse lo vino a buscar y cuando salió le pegó un tiro”, contó nuestro entrevistado. Recordó luego “todo esto era calle de tierra, no había nada acá, era todo baldío, solo algunas casas para el lado de la Urquiza. Como el Zurdo no tuvo hijos éramos sus sobrinos los que veníamos al bar porque vivíamos a media cuadra. Siendo chico, al fallecer mis padres, el Zurdo nos adopta y nos quedamos en este lugar y pudimos seguir la tradición de atender el bar”. Reyes-Reyes Pablo cuenta una particularidad que no pasa desapercibida en esta historia del Bar de Reyes: “yo soy Reyes, Reyes. Mi mamá era Reyes y mi papá era Reyes. Mi mamá era la hermana del Zurdo. Mi papá de la zona de El Potrero y mi mamá de Pehuajó. Eran parientes lejanos, si mal no recuerdo primos segundos”. -¿Y cómo comenzaste en el bar?: “Con mis hermanos cuando quedamos huérfanos, yo tenía 15 años, mi hermano 14 y mis hermanas, una de ellas un año más que yo y la otra mucho menor (Pablo y Cleobis, los varones y las mujeres: Leticia y Marisa). Ahí ya arrancamos a ayudar a mi tío, incluso desde mucho antes arreglando la cancha de bochas, también a atender, pero yo personalmente de firme y solo, empecé en el 2003 cuando falleció el Zurdo”, explicó Reyes. Una jornada en el bar -¿Y cómo es un día en el bar? “No son todos los días iguales”, comienza explicando Pablo y acota “con el tiempo ha ido cambiando. Hace unos años atrás abría a las 8 de la mañana y ya había gente, pero esos clientes fueron muriendo por la edad y los tiempos fueron cambiando. Antes tomar una copa era accesible, no era nada, pero ahora sale caro y la gente cuida el mango”. Así, “de las 8 ya pasé a abrir a las 9 todos los días y a no tener la misma gente. Cuando abría temprano ya tenía como 10 clientes y se iban rotando durante la mañana”, acota Pablo, sumando “se tomaban una brava (caña o ginebra) y se iban a trabajar, es como que necesitaban esa copita para asentar el pulso”, pero ahora “cada vez hay menos clientes y cada vez están más exigentes, digamos que si no tenés para comer buscan otro lugar, pero bueno, acá hay una clientela más o menos que se conserva y después al mediodía el aperitivo, un gancia, el vermouth antes del almuerzo”. Luego la siesta parece una tradición insalvable y el boliche cierra desde la hora 14 para abrir tipo 18 horas, como dice el dicho “hasta que las velas no ardan”. La noche anterior a la entrevista, Pablo había atendido una tradicional “peña de amigos” que de tanto en tanto organizan de manera conjunta sus comensales, terminando más allá de las 5 de la mañana, pero en una tarde común, la atención es desde la 6 “arrancando tranquilos con la bebida y hay un pico de gente a las 9 de la noche”. Lugar único La charla, y por ende la grabación, se corta con la llegada de los primeros clientes a la esquina de Luis N. Palma y Paraguay. Casi sin preguntar, Pablo comienza su tarea sirviendo “lo de siempre”. Un clima que se nota no solo apacible, si no también agradable para quienes ingresan al boliche. Propicio para la charla, el intercambio y porque no la discusión y el disenso, historias y anécdotas, quizás esas piadosas mentiras para vanagloriarse ante los escuchas. La vieja mesa de billar que aguarda a los habilidosos del taco y las cartas que se comienzan a dar para iniciar un truco o lo que dé. El vaso y la copa siempre acompañando, pero que no siempre tiene alcohol. El perro infaltable que le mueve la cola a quien ingresa. Así se vive cada jornada. Cada semana que no sabe de feriados ni descanso. Tal como reza Mateos: “Padre nuestro que aún estás en el cielo. Aguante Bar (de Reyes) Imperio, lo más grande que hay”. Luis E. Alem - Especial para R2820
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