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» Misionesparatodos
Fecha: 07/09/2025 16:51
En Posadas, los ajustes de Lalo Stelatto y Jair Dib expusieron tensiones internas. Mientras el oportunismo de algunos se evidencia en la política yerbatera. Frente a esto, la coherencia de Oscar Herrera Ahuad y la unidad del Frente Renovador contrastan con las internas del peronismo bonaerense y el rol cuestionable de Cristina y Máximo Kirchner. La verdad siempre termina saliendo a la luz. En el célebre cuento de Edgar Allan Poe, El corazón delator, el narrador vive acosado por un latido que nadie más escucha, pero que a él lo enloquece hasta empujarlo a confesar lo que intentaba ocultar. Esa metáfora del ruido interior que se convierte en insoportable puede servir para comprender lo que pasa en la política de Posadas. Hay decisiones que, aunque se presenten como ajustes técnicos o reacomodamientos administrativos, laten con una intensidad que no se puede silenciar. Al final, el latido se impone y deja expuesta la verdad que se quería disimular El intendente Leonardo “Lalo” Stelatto sorprendió a propios y extraños con una medida que redujo de once a siete las secretarías de la Municipalidad. La presentó como un paso hacia la eficiencia y la modernización del organigrama, pero, como en Poe, lo que se escucha detrás es otro ruido: el de la incomodidad política que generó, incluso dentro de la Renovación. No son pocos los que dicen que hasta el propio gobernador, Hugo Passalacqua, habría quedado sorprendido por la velocidad y el tono del recorte. Antes, ya había hecho ruido la decisión de retirar los tickets a empleados adscritos a otras instituciones, un beneficio que parecía intocable y que también despertó más preguntas que respuestas. El eco más fuerte, sin embargo, no se escucha en la intendencia sino en el Concejo Deliberante de Posadas. Allí la medida cayó como un mazazo porque varios exconcejales, tanto del oficialismo como de la oposición, conservaban empleados bajo su órbita en otras dependencias del Estado. El ajuste, que en los papeles se presenta como una cuestión de orden administrativo, en los hechos deja al descubierto un entramado de favores y acomodos que nadie quiere discutir en plena campaña electoral. Es un corazón que late debajo de la alfombra: todos saben que está ahí, pero nadie se anima a mirar demasiado de cerca. A esto se suma un detalle que incomoda aún más: Stelatto parece olvidar que cuando estaba en la Dirección Provincial de Vialidad (DPV) todos hicieron campaña con él para los comicios de 2019, nadie le negó respaldo ni trabajo militante. Hoy, sin embargo, se muestra con tijera en mano, dispuesto a recortar sin medir consecuencias en plena campaña electoral, cuando el oficialismo se juega la posibilidad de ganar músculo político en la Cámara de Diputados de la Nación para pelear por más recursos del gobierno de los hermanos Milei. Y, como si fuera poco, Jair Dib, presidente del Concejo Deliberante, anda con un camarógrafo filmando a empleados públicos al mejor estilo libertario, copiando prácticas que recuerdan al Gerardo Martínez de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA), gremio donde el propio Dib tiene sus intereses, donde la vigilancia servía para disciplinar y mostrar poder. La pregunta que muchos se hacen es inevitable: si el presupuesto de este año ya estaba aprobado, ¿a dónde va a parar el dinero que supuestamente se ahorra con estos recortes? En la calle, las respuestas apuntan a dos direcciones. En el caso de Stelatto, hay quienes miran con desconfianza a su entorno, donde se concentran cada vez más decisiones clave. En el caso de Jair, algunos recuerdan que viene del sindicato de la construcción, un espacio en el que el ajuste siempre se aplicó en beneficio de los empresarios. Y aparece otro interrogante incómodo, que fue puesto sobre la mesa por un comunicador local: la posibilidad de que las medidas sean un intento de congraciarse con los electores que celebraban la motosierra en 2023 y votaron a favor de La Libertad Avanza. Si Stelatto se mira en el espejo a Milei, tiene que recordar que ese apellido es, en realidad, el de Karina. Y cada vez que se habla de ajuste, en Misiones y en todo el país se pregunta lo mismo: ¿dónde está el negocio? Lo más llamativo es que todo esto ocurre en un año electoral. En campaña, las internas son el peor enemigo, porque debilitan hacia afuera lo que debería mostrarse como fortaleza. Pero la política, como el corazón delator, tiene esas paradojas: cuanto más se quiere silenciar un tema, más ruido hace. Y lo que parecía un simple reacomodamiento administrativo empieza a convertirse en un símbolo incómodo de ajuste y de falta de transparencia. En definitiva, lo que laten no son las secretarías reducidas ni los tickets recortados: lo que late es la incomodidad de una dirigencia que en vez de ordenar puertas adentro, expuso las fisuras en plena campaña. Y cuando ese latido se vuelve ensordecedor, como en la obra de Poe, lo único que resta es confesar lo que se quería ocultar desde un principio. Sin embargo, hay que subrayar que estas turbulencias locales no alcanzan a opacar la hoja de ruta del Frente Renovador, que mantiene la unidad como norte y que, en medio de los ruidos, sigue consolidando un proyecto político provincial reconocido por su previsibilidad y cercanía con la gente. Esa cohesión es la que, a diferencia de la paranoia del corazón delator, le da al misionerismo la tranquilidad de un rumbo claro: uno que no depende de ajustes improvisados ni de silencios incómodos, sino de la certeza de que el bien común está por encima de cualquier interna pasajera. Oportunismo En cada campaña electoral brotan los oportunistas de siempre, esos que jamás movieron un dedo cuando podían hacerlo y que, de repente, descubren un tema sensible para disfrazarse de defensores del pueblo. Eso hizo esta semana el Partido Agrario y Social (PAYS), que quiso convertir en bandera un proyecto para crear centros de acopio de yerba mate canchada, presentándolo como si fuese una solución mágica a los problemas históricos del sector. Pero la impostura quedó expuesta. Oscar Herrera Ahuad, presidente de la Cámara de Representantes, les marcó la contradicción con un simple dato: los diputados del PAYS “no se presentaron a trabajar el proyecto en comisión”. Es decir, tuvieron la oportunidad de avanzar y no lo hicieron. “Ayer podían haber tenido una respuesta, no hoy”, sentenció Herrera, poniendo en evidencia que más que compromiso había cálculo electoral. Mientras algunos se suben al carro del oportunismo, el oficialismo provincial mostró coherencia y resultados. Herrera recordó que Misiones acompañó siempre a los productores, incluso en plena pandemia, y que en 2023 se alcanzó “el mejor precio de la historia de la yerba mate”. Lo que contrasta con la amenaza real que representa la desregulación nacional impulsada por Javier Milei, un esquema que pone en riesgo a miles de familias yerbateras y que la Renovación viene advirtiendo desde hace tiempo. “Lo vamos a acompañar, pero con sinceridad y con orden, como corresponde a un buen misionero”, cerró Herrera. Y en esa frase no solo desnudó la precariedad del discurso del PAYS, sino que también ratificó que, a diferencia de los improvisados de ocasión, él sostuvo siempre una mirada coherente sobre el presente y el futuro de la producción misionera. Una vez más, el tiempo le dio la razón: lo que Herrera advertía sobre las políticas de Milei hoy es la cruda realidad que golpea al interior productivo del país. Axel Atención con lo que pasa hoy en las elecciones de la provincia de Buenos Aires. El peronismo parece moverse sin un rumbo claro, atrapado entre la urgencia electoral y las tensiones internas que lo paralizan. Seguir jugando a la política nacional a contrapierna, sin un proyecto ordenado y con mensajes contradictorios, no es lógico: lo único que consigue es desgastar la confianza de una sociedad cansada de promesas y desencantada de la dirigencia. En este contexto, el horizonte empieza a tomar un nombre propio: Axel Kicillof 2027. Salga como salga esta coyuntura, todo parece encaminarse a que el gobernador bonaerense se convierta en la referencia inevitable del peronismo de cara al futuro. Y esa proyección, lejos de ser un problema, puede ser la oportunidad de orden que el PJ y los movimientos populares necesitan: un liderazgo con gestión probada, con territorialidad real y con un discurso que, guste o no, contrasta con la caricatura libertaria. Pero aquí aparece la advertencia: el peronismo, si quiere llegar con aire al 2027, debe resolver su contradicción más profunda. Mientras Axel intenta construir sobre la gestión y la realidad de la provincia, Cristina y Máximo Kirchner siguen jugando a preservar cuotas de poder interno, aun a costa de desgastar a sus propios aliados. No hay forma de avanzar con un candidato competitivo si desde el propio corazón del movimiento se alimentan internas que terminan debilitando cualquier intento de unidad. El rol de Cristina es clave: ¿seguirá condicionando desde la sombra, con la lógica de ser la gran electora, o asumirá que su ciclo como referente excluyente ya cumplió su etapa? Y su hijo Máximo, ¿pretende consolidarse como un heredero natural o seguirá siendo el dirigente que acumula derrotas y trabas internas más que consensos? El dilema no es menor: el peronismo no puede entrar al 2027 con un candidato competitivo y, al mismo tiempo, con una conducción política empeñada en mirar el pasado. El turno de Axel parece inevitable. Todo lo que suceda en el camino —aciertos, errores, victorias o tropiezos— debería ser leído en esa clave: como el pasaje de una generación política a otra, que necesita a un Sergio Massa más moderado adentro, a un cristinismo menos obstruccionista y a un PJ con la madurez suficiente para aceptar que la historia no se escribe con nostalgias, sino con conducción real y con capacidad de interpretar a la sociedad Por Sergio Fernández
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