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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 07/09/2025 04:38
Una descompensación repentina y un hijo que vivió 20 segundos: la huella de Samuel y el dolor de una madre que no pudo decir adiós “Mamá de tres, entre la tierra y el cielo”, así se presenta Evangelina Piccirilli. En diez años pasó por cinco embarazos, y tres resultaron en dolorosas pérdidas. Cada una fue distinta, pero en la última su propia vida estuvo en riesgo, y dejó una huella muy profunda en toda la familia: Samuel nació y vivió unos 20 segundos antes de partir de este mundo. En una charla con emociones a flor de piel, le cuenta a Infobae por qué hizo pública su historia. Evangelina es psicopedagoga, emprendedora de una tienda de juguetes y siente que a través de la escritura sana los recuerdos más difíciles. Su marido, Juan, es diseñador gráfico y afrontaron juntos el torbellino emocional que los sorprendió cuando atravesaban la semana 21 de gestación de su tercer hijo. En su cuenta de Instagram -@evangelinapiccirilli-, creó una comunidad virtual donde visibiliza la maternidad y los duelos perinatales. “Necesitaba expresarme, poder decir, hablar, y muchas veces pasa que no encontramos el momento o con quién, y por eso durante todo mi proceso de duelo yo escribí para desahogarme”, revela. Ese fue su ritual de catarsis. Día por día, escribía sus sentimientos, y hoy ese registro ayuda a otros que están atravesando situaciones similares. —Sos mamá de tres. ¿Me los presentás? —En 2015 nació Julia, mi primera hija. Un embarazo súper saludable y hermoso. Todo color de rosa. En 2018 perdí dos embarazos. Mucha desilusión, tristeza, y frustración. Uno en abril y el otro en noviembre. Ambos se detuvieron en las primeras semanas, antes de los tres meses. —¿Lloraste mucho? —En el primero sí, y con el segundo empecé a tener mucho miedo, y la sensación de que algo malo pasaba en mi cuerpo. El embarazo llegaba siempre, y nunca hicimos tratamientos. Pero cuando me pasó por segunda vez empecé a hacer los estudios de trombofilia, que me dieron bien, y me dijeron que podía volver a buscar el embarazo. Solo que cuando me diera positivo repitiera los estudios, porque ahí los análisis pueden alterarse y dar mal. —¿Sería como una trombofilia que se activa en el embarazo? —Sí, una trombofilia adquirida. En 2020 volví a quedar embarazada. Me hice los estudios, me volvieron a dar bien, pero por indicación de los obstetras tomé Aspirina Prevent. Si bien no había un diagnóstico, ante la sospecha, lo tomé, y gracias a eso llegó Simón ese año. La entrevista completa de Evangelina Piccirilli con Tatiana Schapiro en Infobae —¿Cuando nació Julia pudo ir a ver a su hermanito? —No, ni mi marido estuvo presente en el parto, por la situación de pandemia. Estuvo en la clínica, pero me tuvo que esperar afuera. —Tuviste que parir sola y en pandemia. —Sí, ya me lo había dicho el obstetra, y sabía que iba a cesárea directo. Yo ya tenía una cesárea anterior, la de Julia, que estaba sentada, sumado a los dos legrados que me tuvieron que hacer en los embarazos que perdí. —Julia de 5, Simón bebé, pandemia, y todos en casa. ¿Cómo siguió todo? —Pese a la situación, a nosotros nos vino muy bien estar los cuatro en casa. Era el momento familiar que necesitábamos después de todo lo que habíamos vivido. —Lo habían esperado un montón a Simón. —Sí. —¿Tu puerperio cómo fue? —Con Simón fue hermoso, pero con Juli había tenido un montón de problemas con las mamas y mucho dolor. Me costó un montón la lactancia. Con Simón al estar en casa y relajada, se facilitó todo eso. —¿Y cómo se tomó Julia la llegada del hermano? —Ella lo esperaba, ya desde 2018 pedía una hermanita. Su pedido fue escuchado, pero le tocó varón (risas). —¿Cuándo decidieron volver a buscar? —En 2022. No lo decidimos mucho, llegó. Y felices, un embarazo que venía súper bien. —¿También con aspirina preventiva para trombofilia? —Sí, enseguida con aspirina. Pasé el primer trimestre súper disfrutable, con la pancita, las pataditas, todo. Ya sabía que era varón, estábamos en plena elección del nombre, y a las 21 semanas de gestación me descompuse de golpe. Sentí mucho calor, mucha sed, y me acosté en el piso frío, para ver si me recomponía, pero no tenía fuerza. Evangelina Piccirilli: "A las 21 semanas de gestación me descompuse de golpe". —¿Pudiste llamar a alguien? —No, no llegué a llamar a nadie. Tenía el celular en la cama y no me podía reincorporar para agarrarlo. Justo yo estaba sola en casa, me estaba por bañar, así que estaba desnuda, y sentí como una sensación de mareo, y me fui a la cama a acostar. Mucho calor, sed, me abracé a la panza, le pedí a Dios y le dije: “Por favor, bebé quedate conmigo, vamos a estar bien”. No sé cuánto tiempo pasó, porque cerré los ojos, y reaccioné recién cuando llegaron Juan y los chicos, que encima no tenían llave. Me golpeaban la puerta y me gritaban: “Mamá, mamá, mamá”. —¿Estabas consciente o por momentos no? —Estaba consciente, pero no tenía fuerzas para moverme. Me levanté como pude, sosteniéndome de las paredes, les pasé la llave por la ventana, y me acosté. Entraron, me vieron en esa situación, desnuda y tirada en el piso, y Juan mandó a los chicos a la habitación. Me acomodó en la cama, él me hablaba y me aturdía su voz, no podía hablar ni escucharlo a él. Me trajo un caramelo pensando que me había bajado el azúcar, y me vio tan mojada que pensó que yo me había ya bañado. Cuando entendió que no, que algo me estaba pasando, llamó a la ambulancia, que llegó a los 40 minutos. No entendían qué me pasaba, me pusieron el suero y decidieron llevarme. Y pensábamos qué hacíamos con los chicos que no podían ir, y se quedó mi cuñado que vive a tres cuadras. —Hasta ahí no llamaron al obstetra en ningún momento. —No, no entendía. Era un malestar generalizado, pero raro, porque no tenía pérdidas y no había nada a la vista, excepto el calor y la pérdida de fuerza en el cuerpo. —¿A dónde te llevaron? — A la Trinidad de San Isidro. En la ambulancia sentía que no podía respirar, me agarró dolor en el pecho, y Juan me iba hablando todo el tiempo para que no me duerma, despertándome, porque a mí se me cerraban los ojos. —¿Ellos sí pudieron entender qué era lo que estaba pasando? —Creo que no. Después llegamos y me esperaba mi mamá, que es enfermera profesional, y eso me tranquilizó. Era un domingo a la noche y toda la guardia estaba conmigo. Me hicieron los controles básicos, un montón de preguntas respecto al embarazo, y una ecografía. —Vos todavía consciente. —Sí. Me dicen que el bebé estaba perfecto, había latidos, se movía, y yo lo vi en el monitor. Me acosté, cerré los ojos y dije: “Listo, ahora falta que me reponga yo y ya está, nos vamos”. Pero no lograban estabilizarme a mí. —Seguían sin identificar qué te pasaba. —Claro, yo sentía mucho calor, pero ellos dicen que estaba helada. —¿Estaba tu marido con vos? —No, estaba sola. Decidieron hacerme una tomografía y ahí detectaron que yo tenía sangre en el abdomen. Me dicen: “Te vamos a dormir, vas a quirófano”. —¿Vos cuando te dijeron que ibas al quirófano entendiste que tu bebé iba a nacer? —No, y no hubo tiempo a nada, ni a que yo pregunte ni a que ellos me expliquen. —¿A tu marido se lo contaron? —Sí, lo supe después, que mi mamá tuvo que firmar unos papeles de lo que me iban a hacer. Samuel nació y vivió 20 segundos, pero no le dieron certificado de nacimiento ni de defunción: "Por tener menos de 22 semanas de gestación, y pesar menos de 500 gramos, no se considera un bebé, sino un feto". —¿Despertaste cuánto tiempo después? —Cuatro días después, muy medicada y con el respirador. Lo único que me acuerdo de esos primeros despertares, es la cara de mi mamá diciéndome todo con la mirada, respecto de mi bebé, y yo no podía hablar, pero quería abrazar mi panza y preguntarle por mi bebé. Lloraba, me dormía, volvía a despertar, la misma secuencia, varias veces. Hasta que logran que me quede despierta y me voy enterando todo de a poco. Lo primero que supe fue de mi bebé. —¿Te diste cuenta sola que no estaba en la panza? —Yo me veía y sabía que mi cuerpo estaba destrozado, conectada a miles de cosas. —¿Ya con la mirada de tu mamá entendiste que tu bebé se había muerto? —Sí, entendí enseguida. —Tu bebé nació. —Nació con vida. Y falleció por ser prematuro extremo, vivió unos 20 segundos. Los médicos no pudieron hacer nada. —¿Estuvo con su papá? —Sí, Juan lo tuvo media hora a upa. —Fue amado. —Sí, pero yo me quedé con las ganas de tenerlo en brazos, de poder despedirlo. Le sacaron unas fotos para mí, y le hicieron la huellita del pie. —Me imagino que cuando tomaron la decisión de ir quirófano estaba en riesgo tu vida también. —Sí. —¿Qué supiste vos después de lo que pasó? —Ni bien me desperté supe que perdí a mi bebé, pero no entendía que mi bebé había nacido. Lo relacioné con mis pérdidas anteriores, las de 2018, entonces para mí no había un cuerpo. No llegué a imaginar eso. Y lo próximo que pregunté fue si iba a poder tener otro bebé, y ahí fue otro puñal porque mi vieja me dijo: “Te tuvieron que sacar el útero”. Cuando entendí que había estado dormida cuatro días, me agarró desesperación por mis hijos, pensé en quién los cuidó, con quién están, qué saben, qué sienten. Y ese fue mi motor para recuperarme y volver lo antes posible a casa con ellos. —¿Estuviste en riesgo de muerte esos cuatro días? —Sí, las primeras dos noches sobre todo. —¿Qué te dijeron los médicos sobre lo que te pasó? —Me explicaron que llegué con un shock hipovolémico por una hemorragia interna por rotura del útero. Llegué prácticamente sin sangre. Y la causa de esa rotura fue una malformación en la placenta, que se llama cretismo placentario. La placenta se formó adhiriéndose a la pared del útero, donde yo tenía las cicatrices de cesáreas anteriores, hasta que rompió la pared del útero. —¿Era algo que se podía haber detectado antes? —Yo creo que sí, porque a mí en la primera eco me dijeron que tenía que seguir controlando la placenta, pero en todos los demás controles el obstetra me decía que estaba todo bien, que la placenta estaba bien. Y yo veía que en cada control el bebé crecía, había latidos, y confié en eso. Pero tampoco hay garantías de que sabiendo lo de la placenta hubiese forma de impedir que el útero se rompa. Me puse a investigar por mi cuenta, y en la mayoría de estos casos, que son muy raros, el embarazo llega a término y la que corre riesgo es la madre. Por eso se programa una cesárea. —¿Vos entendiste que podías haber muerto? —Sí, a medida que me fueron contando, y sigo sorprendiéndome de eso todavía. Agradezco todos los días estar acá, porque sé que podría no estar. —De repente se juntó todo: el duelo de tu hijo, ocuparte de tus otros dos hijos muy chiquitos, y duelar que no te ibas a embarazar de vuelta también. — Sí, para mí lo más doloroso fue lo de mi bebé, no tener a mi bebé, que igual creo que ese duelo lo empecé una vez que llegué a casa. —Sin panza y sin bebé. —Sí, y reencontrarme con mis hijos me ayudó, porque la noche que me fui no me había ni despedido de ellos, pensando que volvía a las pocas horas. —¿Qué te dijo Juan sobre cómo vivió él todo esto? —Para él fue muy triste el momento en que estuvo con Samuel, que así lo nombramos. No me pudo hablar mucho del tema en ese momento. —Él despidió a su bebé, y había riesgo de perder a su mujer. —Sí. Ese momento fue terrible y dice que no podía ni pensar. Después me dijo: “Yo pasé de que estuviera todo bien, porque ese domingo habíamos sentido todos las pataditas del bebé, pasé un domingo feliz, a perder a mi hijo y casi a mi mujer”. —Terribles esas horas en el hospital. Llegar, que nazca su bebé con 21 semanas, despedirlo, y vos en riesgo de muerte. ¿Quisiste ver las fotos de Samuel? —Sí. Mientras estaba en terapia intensiva las vi, porque cuando me cuentan que había fotos, que cuando yo las quiera ver, me las mostraban, yo les dije que ya las quería ver. Ahí entendí que había nacido, que había un cuerpito. Y empecé a preguntarles dónde estaba. —¿Qué hicieron? ¿Lo enterraron? —Lo llevaron a anatomía patológica, que es lo que todavía me cuesta procesar. La explicación que me dieron es que por tener menos de 22 semanas de gestación, y pesar menos de 500 gramos, no se considera un bebé, sino un feto. Se estudian las causas, se le hacen estudios. Para nosotros era nuestro mi hijo, y nació con vida, así que yo hubiese querido que esté con nosotros. —¿Eso se hace sin pedirles permiso a ustedes? —Sí, no se nos pidió. Juan preguntó qué tenía que hacer una vez que se despidió, y le dijeron que le iban a hacer una partida de nacimiento y otra de defunción. Después consideraron que no era necesario por el peso y la edad, y le informaron que no se lo podían dar, que tenía que quedar ahí. Para mí sí era necesario pero bueno. —Honrar su paso por el mundo. —Tal cual, sí. —O sea que vos hoy no tenés un lugar que visitar. —Ahora sí tengo un lugar, porque al mes, ni bien tuve el alta, me agarró desesperación y locura por no tener a mi bebé. Sentía mucha culpa, y me imaginaba que lo habían dejado en la basura de la clínica. Empecé a hablar con el obstetra, que logró que vayamos a buscarlo a anatomía patológica. Fue horrible ese momento porque lo que me dieron no es lo que esperaba. Me dieron una cajita de cartón con lo que quedaba de mi hijo. —¿Aceptaron fácil entregártelo? —Sí, intervino el obstetra y fue enseguida. —¿Y qué te pasó ahí? —Fue rara la sensación. Mucha decepción, mucha tristeza. Nos habían hecho llevar una cajita, que tuvimos que comprar, de tal medida, hermética, y en el momento me dieron una caja de cartón, tuve que firmar un papel; y yo lo miraba a Juan y no entendía qué me estaban dando. —¿Vos tuviste que pasarlo a la otra caja? —Sí, abrieron la cajita de cartón y era un paquetito envuelto en gasas. Por un lado sentí tranquilidad de que ya estaba con nosotros, y por otro lado sentí: “Esto no es lo que yo quería”. —Vos querías el bebé de la imagen que viste en la foto. —Sí, tal cual. Ni bien salimos de ahí lo abracé a Juan, y le dije: “Yo solo lo quería ver, y lloraba”. Fue horrible, pero soy muy creyente y pensé: él ya está en el cielo y está mejor. En los resultados de los estudios dice claramente que era un bebé completamente sano, que el problema estuvo en la placenta y el útero. Pudimos hacer una despedida en la quinta de la familia de mi marido, lo enterramos, plantamos un árbol, unas plantitas. Y fue un momento familiar que todos necesitábamos. Eva y su familia sueñan agrandar la familia por medio de la adopción o acompañar niños como familia de tránsito. —¿Te enojaste con Dios? —Con Dios no, con todo, menos con Dios. Al contrario, me re ayudó tener fe en esos momentos de desesperación y soledad. Sí me enojé con Juan y con los médicos. —¿Por qué? —Con Juan porque cuando tuve el alta yo necesitaba hablar mucho de lo que había pasado, y estábamos a destiempo. Después entendí que él también lo había sufrido y lo había vivido diferente. Él se pudo despedir de nuestro hijo y arrancó el duelo cuatro días antes que yo. Cuando volvimos a casa él ya quería dar vuelta la página, y siguió con su laburo, que también lo había descuidado todo ese tiempo, así que era lógico, pero yo lo único que quería era ir a buscar a mi hijo, poder hacerle la despedida y quedarme en casa con los otros. —¿Tus hijos llegaron a saber lo grave que estuviste? —Después lo supieron. En el momento lo primero que supieron es del bebé. —¿Quién les contó que se murió su hermanito? —Juan en un principio, orientado por mi cuñada, que es psicóloga, y mi mamá también. Después yo, que cuando pude lo hablé. —¿Y sentís que lo entendieron? —Sí, ellos lo vivieron con mucha naturalidad. Los pudimos acompañar y siempre con la verdad, que es clave para los chicos. Eran dos edades muy distintas. Julia tenía 7, y Simón 2, entonces Julia nos hacía muchas preguntas, ella quería saber, y Simón no preguntaba. Sí lo incluía a su hermano, y al día de hoy habla de su hermano y cuando hace dibujos de la familia, está su hermano. —Muchas veces la gente que está alrededor no sabe qué hacer, cómo acompañar, ¿qué necesitabas vos? —Hablar principalmente, muchos no se animan a preguntarte por miedo a hacerte mal, y en realidad a mí me hace bien hablarlo. —¿Hoy todavía te hace bien? —Sí, porque es como traerlo, hacerlo visible a mi hijo. —¿Hay algo en tu casa que lo haga presente de alguna forma? —Le hice un altarcito en mi habitación. Tenemos las fotos que le sacó Juan ese día. Y otras que hicimos después, fotos conmemorativas, recuerdos donde él esté de alguna manera, del día que fuimos a la quinta, con el árbol y sus huellitas del pie. Ahí pusimos todas las cosas que tenemos de él. —Entre tanto dolor que no exista acta de nacimiento, DNI, ni acta de defunción debe impactar. —Tal cual. No sé igual realmente cómo están las leyes hoy en día si eso es realmente así. Yo creo que mientras haya un cuerpo es un hijo. Esa es la diferencia para mí entre lo que pasó con Samuel, yo hablo de tres hijos y dos estrellas porque los otros dos no llegaron a ser, pero Samuel sí. Entonces para mí teníamos derecho a llevarlo con nosotros y hacerle la despedida que él se merecía y que nosotros como familia merecíamos. —Te importa mucho que tus hijos entiendan que tienen un hermano, ¿no? —Sí, porque uno habla de sus hijos todo el tiempo. Y Samuel es mi hijo, y yo quiero seguir hablando de él. Esta es la manera que tengo de que su existencia se haga visible. —¿Cuándo decidiste contarlo? —Hace poco, cuando entendí por qué a mí me hace bien hablarlo, traerlo un poquito a la vida a través mío, porque es difícil encontrar los espacios, los momentos o las personas con quienes hablar de esto, porque la sociedad no está preparada para hablar de la muerte, y menos de niños o de bebés. Pero yo creo que es necesario, y si mi relato puede ayudar a otras familias que atraviesen lo mismo, bienvenido sea. A veces no hay mucho para decir frente a esto, más que escuchar, dar un abrazo, y estar ahí. —¿Con todo lo que escribiste crees que vas a hacer algo en algún momento? ¿Un libro, por ejemplo? —Puede ser, me gustaría. —¿Te escribieron otras mujeres que hayan estado en esta situación? —Sí, al principio busqué otras mamás que hayan vivido lo mismo, casos similares, traté de contactarlas, pero no las encontré. Sí a muchas mamás en duelo, y armamos un grupo de WhatsApp, hoy nos tenemos en las redes, y cada tanto hablamos. Después di talleres de escritura y algunas de estas mamás participaron. —Tu sueño siempre fue tener un montón de hijos, pero cuando hablamos antes de la nota me dijiste: “No voy a tener más hijos, por lo menos en la panza”. ¿Hay algún proyecto de agrandar la familia vía adopción? —Siento que Samuel me vino a recordar esa idea que yo tenía de más chica, de tener muchos hijos y darle una familia a alguien, a un niño que no la tenga. Así que estamos pensando la posibilidad de adoptar, o de ser familia de acogimiento, es un proyecto real. —¿Qué les decís a tus hijos hoy? —Que los amo, que agradezco estar viva para disfrutar de ellos, que trato de enseñarles con el ejemplo que les pase lo que les pase, hay que seguir adelante. Eso es lo que quiero que ellos siempre recuerden.
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