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» Diario Cordoba
Fecha: 05/09/2025 09:56
Karibu o bienvenidos de nuevo a este septiembre de retos y buenas intenciones. Me preguntan con frecuencia por qué vuelvo una y otra vez durante el verano a visitar el continente negro. No les niego que retengo en mis ropas los olores a especias, en la retina esos atardeceres imposibles, en la memoria tantos paisajes y encuentros, vivencias que hacen de cada viaje un momento único. Y es verdad que tras recorrer la geografía ibérica y países de todos los continentes, me apetece volver cuando puedo al África subsahariana, que siempre supone una ocasión para compartir y conocer otras realidades que nos ayudan a comprender el mundo en que vivimos, cada vez mucho más interconectado. Yo nunca he tenido una granja al pie de las colinas de Ngong como la autora de Memorias de África, pero disfrutar de miles de kilómetros que no conocen aún la mano humana, en unos paisajes naturales prodigiosos donde la naturaleza manifiesta su esplendor original y la fauna animal su variedad y riqueza es un plus al que no deberíamos renunciar. Escribía Jodi Picoult que en África puedes ver un atardecer y creer que has presenciado la mano de Dios… Descubrir poblaciones autóctonas como los Masais, los bosquimanos, los baganda o, en esta ocasión los Damaras, Himbas o Harare, con sus tradiciones y valores es tratar de comprender otros modos de vida, con sus valores y prioridades. Aunque otros anhelan esos lujosos mega hoteles de pulsera y todo incluido donde aislarse del mundo exterior, yo prefiero viajar para aprender y conocer, el vehículo 4 x 4 con la tienda arriba atravesando kilómetros de pistas de tierra, viviendo de sol a sol, visitar colegios, centros comunitarios y proyectos sociales, mercados y poblados, tomarle el pulso a sociedades que están en el origen de nuestra cadena evolutiva. África no es sólo un lugar enorme con 54 países diversos, sino una emoción. Con la experiencia de los años, pienso que sin duda viajar es la mejor vacuna para derribar prejuicios y estereotipos ignorantes, el antídoto para vencer miedos injustificados, para comprender otros latidos y sentidos, en los que destaca la misma meta de la inmensa mayoría de seres humanos: vivir en libertad y satisfacer tus necesidades vitales con el fruto de tu trabajo, ver crecer a los hijos y ofrecerles una perspectiva digna de futuro, buscando la felicidad en el disfrute sencillo de las cosas más inmediatas. Siempre además con un sentido trascendente de nuestro paso por este mundo, que se contradice con ese materialismo nuestro tan actual que todo lo invade. En África, donde están los recursos naturales y humanos que nosotros no tenemos, las prioridades son otras. La vida es mucho más comunitaria y menos individualista. Lo que se tiene se comparte, y la hospitalidad y la acogida es común. Compruebas la relatividad del tiempo, donde todo se torna «pole, pole» y las urgencias tan occidentales desaparecen, siendo la vida más sostenible y armónica con el medio. Todo ello, además, compartido con la alegría de miles de niños que celebran tu presencia, que te contagian con sus ritmos y vitalidad, en países que multiplican nuestras tasas de natalidad. Hago propias y comparto las palabras de Hemingway: nunca supe de una mañana en África en la que al despertar no fuera feliz. *Abogado y mediador
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