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  • La Quinta Revolución Industrial: IA generativa, inteligencia humana aumentada y el vértigo del nuevo tiempo

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 04/09/2025 04:49

    Se está evolucionando hacia la cocreación humano-IA en campos tan diversos como la medicina, la educación, la justicia o el arte (Imagen ilustrativa Infobae) Hace apenas cinco años, la inteligencia artificial (IA) a gran escala era poco más que una curiosidad futurista abonada por películas, series y libros. Actualmente, convivimos a diario con modelos de IA generativa capaces de escribir textos coherentes, crear imágenes asombrosas, programar código, simular voces humanas e incluso producir avatares hiperrealistas a partir de simples instrucciones. Herramientas como ChatGPT, DALL·E, Midjourney o Sora han democratizado la creatividad digital, poniendo capacidades antes reservadas a expertos en manos de cualquier persona con conexión a internet. Este fenómeno no es solo un avance tecnológico, sino que marca el umbral de una nueva era histórica: la Quinta Revolución Industrial (QRI) o la era de la IA generativa, caracterizada por un vértigo de cambio sin precedentes. La velocidad de esta revolución impresiona. Si la Cuarta Revolución Industrial (basada en Big Data, Internet de las Cosas y automatización inteligente) supuso un salto exponencial en la aceleración tecnológica, la irrupción masiva de la IA generativa está multiplicando ese ritmo exponencialmente. Mientras la anterior revolución digital tardó años en popularizarse, ChatGPT alcanzó los 100 millones de usuarios en solo dos meses, convirtiéndose en la aplicación de más rápido crecimiento de la historia. Para que podamos tomar conciencia: la CRI incrementó en un 1.000.000 la aceleración tecnológica, la QRI lo está haciendo en el orden de los 10.000.000. La Quinta Revolución Industrial se caracteriza por ser cognitiva, acelerada, transversal, cooperativa y disruptiva. No se trata solo de automatizar procesos, sino de redefinir la relación entre lo humano y lo artificial en la producción de conocimiento, cultura y valor económico. Esto obliga a empresas, gobiernos, escuelas y a cada persona a tener que adaptarse prácticamente en tiempo real a tecnologías que evolucionan más velozmente que el orden jurídico y los sistemas educativos. Hablar de “revolución” ya no es una metáfora, sino la descripción literal de un cambio radical, vertiginoso y estructural impulsado por inteligencias artificiales que aprenden y crean a diario. La QRI no se limita a una mejora incremental de la Cuarta. Por el contrario, produjo una ruptura cualitativa, puesto que la IA generativa no solo procesa información, sino que también, produce contenido nuevo (texto, código, imágenes, música, diseños, hipótesis científicas). Esto la convierte en un sujeto colaborador cognitivo (que percibe, recuerda, razona, crea, comunica, aprende y sugiere decisiones, participando activamente en la cadena de la inteligencia práctica), en un socio creativo (que enfatiza su rol en la co-producción cultural y en la innovación, donde la relación es dialógica e iterativa) o en un interlocutor inteligente (que no solo informa, sino que conversa de manera significativa, generando un espacio de diálogo que enriquece el pensamiento y el aprendizaje). Todo ello va mucho más allá de la idea de una mera herramienta de ejecución, puesto que como colaborador cognitivo potencia la inteligencia práctica, como socio creativo expande la innovación y la cultura, y como interlocutor inteligente enriquece el diálogo y el pensamiento crítico. Esto se observa con mayor claridad en el siguiente gráfico: Un elemento clave de la QRI consiste en que la relación entre las personas y la tecnología está evolucionando hacia la cocreación humano-IA en campos tan diversos como la medicina, la educación, la justicia, el arte o la arquitectura. A medida que la creatividad humana se amplifica con la ayuda de la IA, se están redefiniendo los límites de lo posible. Por primera vez, trabajamos junto con sistemas de IA avanzados como compañeros creativos y productivos, no solo como herramientas pasivas. Este salto cualitativo supone un cambio de paradigma: el objetivo ya no es solo automatizar tareas para producir más rápido, sino producir mejor, aprovechando lo mejor de ambos mundos: la intuición, ética y creatividad humanas, junto con la velocidad, precisión y potencia de la IA. En otras palabras, la IA generativa (IAGen) está propiciando el nacimiento de una Inteligencia Humana Aumentada (IHA). Mientras que en la Cuarta Revolución Industrial la narrativa dominante giraba en torno a la sustitución de tareas humanas por máquinas, la Quinta Revolución Industrial propone un cambio de eje: ya no se trata solo de qué actividades puede realizar la tecnología en lugar del ser humano, sino de cómo la interacción con la tecnología amplía las capacidades del ser humano. La IAGen no se limita a replicar la inteligencia humana, funciona como un refuerzo cognitivo que permite acceder a niveles de razonamiento, creatividad y productividad antes inalcanzables. La IHA surge cuando la inteligencia humana se potencia a través de la IA generativa, creando una simbiosis que combina fortaleza tales como las siguientes: Velocidad y memoria expandida (la IA retiene y organiza datos a gran escala, mientras el ser humano contextualiza y prioriza). Creatividad aumentada (la IA propone variaciones y combinaciones novedosas, y el humano selecciona y dota de sentido cultural). Juicio probabilístico asistido (la IA modela escenarios posibles, y el humano decide en base a valores, intuición y ética). Aprendizaje acelerado (la IA personaliza contenidos y facilita la comprensión, mientras el humano interioriza, critica y reinterpreta). La aparición de la IHA implica repensar la relación entre seres humanos y tecnología, dado que el humano deja de ser el único productor de conocimiento, la IA deja de ser una herramienta pasiva y ambos conforman una unidad ampliada de pensamiento, donde la frontera entre lo humano y lo artificial se vuelve cada día más porosa. La IHA puede ser entendida como un estadio superior en el que las facultades humanas no son reemplazadas, sino amplificadas por la interacción dialógica, creativa y cognitiva con la IA. Esto convierte a la QRI en un punto de inflexión trascendental en la historia de la humanidad: la inteligencia ya no se mide únicamente en términos biológicos, sino como un ecosistema híbrido humano-artificial. La IA generativa puede democratizar la educación personalizada, adaptando materiales y ritmos a cada estudiante a gran escala. Los docentes, lejos de verse desplazados, encuentran en ella un aliado poderoso que les libera tiempo y potencia su labor pedagógica. La llegada de la IA obliga a repensar qué y cómo se evalúa: el foco estará en fomentar habilidades humanas como el pensamiento crítico, la creatividad y la capacidad de formular problemas, más que en la repetición de contenidos. En el ámbito de la salud, la IA ya asiste a médicos en diagnósticos y descubrimiento de fármacos. También puede ampliar el acceso a servicios básicos en regiones desatendidas, generando una medicina aumentada donde la IA se ocupa de lo rutinario y los profesionales humanos de lo esencial: la empatía, el juicio ético y la atención personalizada. La justicia, tradicionalmente lenta, sobrecargada y selectiva, puede beneficiarse de la IA para agilizar procesos y ampliar el acceso de las personas a una jurisdicción digital. En el espectro cultural, la IA promueve una suerte de “democratización” de la creación artística. Casos como el de Grimes (cantante, compositora y productora canadiense con gran apertura al uso de la IA en la música), que habilitó a sus fans a usar su voz generada por IA compartiendo el 50 por ciento de las regalías, muestran un horizonte de cocreación y nuevos modelos de negocio. El principal desafío es adaptar los marcos legales para proteger a los artistas sin frenar la innovación, cuestión que jamás podrá concretar el actual derecho estructurado en clave analógica. A diferencia de las revoluciones previas, esta no busca solo eficiencia, sino que persigue un propósito distinto: producir mejor alineando avances con sostenibilidad, inclusión y bienestar. En este nuevo contrato social tecnológico, el rol humano se redefine: dejamos de ser operadores para convertirnos en orquestadores de innovación, aportando empatía, ética y creatividad. Estamos ante un punto de inflexión. El futuro ya se está escribiendo palabra por palabra, imagen por imagen, algoritmo por algoritmo. La Quinta Revolución Industrial nos desafía a guiar con sabiduría este vértigo tecnológico para que se traduzca en un mundo donde IA y humanidad crezcan de la mano.

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