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  • 270 soldados para contener la furia desatada por nueve jóvenes: cuando un grupo de estudiantes negros venció la segregación escolar

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 04/09/2025 04:47

    Parte de los nueve estudiantes caminan por el interior del colegio Little Rock, custodiados por fuerzas policiales y ante la mirada enjuiciadora de la comunidad blanca (AP) Eran chicos, apenas adolescentes de 15 y 16 años, pero valientes, decididos y conscientes de sus derechos. Eran pocos y eran negros, sumaban nueve –seis mujeres y tres varones– y ellos solos, porque fueron los que pusieron en cuerpo, libraron una batalla tan desigual como decisiva. Corría septiembre de 1957 y tres años antes la Corte Suprema estadounidense había declarado inconstitucional la segregación escolar. La ley decía que negros y blancos podían asistir juntos a la misma escuela, pero en los estados del sur eso en la práctica era letra muerta. Ese septiembre las clases comenzaron como siempre en la Little Rock Central High School, en Arkansas, un colegio secundario al que asistían casi dos mil alumnos. Hasta entonces todos habían sido blancos, pero el miércoles 4 esos nueve chicos afroamericanos quisieron entrar. Nadie les había impedido inscribirse, porque era su derecho, pero poder atravesar las puertas del edificio y asistir a las clases era otro cantar. Los negros –así les decían con desprecio- se llamaban Melba Pattillo, Ernest Green, Elizabeth Eckford, Minnijean Brown, Terrence Roberts, Carlotta Walls, Jefferson Thomas, Gloria Ray y Thelma Mothershed y solo querían ejercer un derecho. Frente a ellos, para impedírselo, se pararon no solo la mayoría de los alumnos y profesores de la escuela sino actores mucho más poderosos, como el gobernador de Arkansas, el demócrata Orval Faubus, y las tropas de la Guardia Nacional. Esa pelea que dieron de “Los Nueve de Little Rock” marcó un hito decisivo en la lucha por los derechos civiles en un sur estadounidense donde por entonces no solo los afroamericanos eran segregados en las escuelas, sino que debían utilizar entradas separadas en tiendas y establecimientos y no podían acceder a cines ni restaurantes destinados exclusivamente a blancos ni beber de las mismas fuentes de agua en parques y jardines públicos. En ese contexto, fue que esos nueve chicos decidieron dar la batalla. Los primeros estudiantes negros matriculados en la Central High School de Little Rock, Arkansas, salen del edificio y se dirigen hacia una camioneta del ejército que los espera tras sus clases el 2 de octubre de 1957 (AP) La ley y la trampa Después del fallo de la Corte Suprema contra la segregación escolar de 1953, la Junta Escolar de la ciudad de Little Rock, en Arkansas, adoptó un plan de integración gradual, conocido como el Plan Blossom, que establecía que la desegregación comenzaría en el otoño de 1957 en la Central High School y se extendería a los otros establecimientos en los años siguientes. La letra del plan permitía a los estudiantes inscribirse o transferirse de cualquier escuela donde su “raza” fuera minoritaria. De esa manera, se buscaba garantizar de manera tramposa que las “escuelas de negros” permanecieran racialmente segregadas, porque se creía que muy pocos o ningún estudiante blanco elegiría asistir a una escuela donde predominaban los alumnos negros. Se creía, también, que lo mismo ocurriría a la inversa, aún en el marco de la lucha por los derechos civiles. Sin embargo, el 4 de septiembre, primer día de clases, los nueve chicos inscriptos se presentaron en la escuela. No pudieron porque una turba se los impidió y, en lugar de garantizarles el derecho, el gobernador Faubus envió tropas de la Guardia Nacional con la excusa de protegerlos, pero en realidad para obligarlos a volver a sus casas. Aquí las cifras son contundentes: fueron movilizados 270 soldados para sacar del medio a nueve chicos negros. El caso de los Nueve de Little Rock es un hito en la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos (AP) Cuando Elizabeth Eckford llegó sola al campus, en la intersección de las calles 14 y Park, se encontró con un furioso grupo de manifestantes segregacionistas que la abucheó. Intentó entrar por la entrada principal, pero los guardias la obligaron a salir por la calle. Caminando sola, rodeada de la multitud, finalmente llegó al extremo sur de Park Street y se sentó en un banco a esperar el ómnibus urbano que la llevaría al trabajo de su madre. “Intenté ver una cara amable entre la multitud, alguien que tal vez pudiera ayudarme. Miré a una anciana y me pareció una cara amable, pero cuando la volví a mirar, me escupió”, contó sobre esa experiencia. Otros de los Nueve llegaron el mismo día y se reunieron en la esquina sur, o de la calle 16, donde ellos y un grupo integrado de ministros locales que estaban allí para apoyarlos también fueron rechazados por los guardias. Tuvieron que abandonar el campus escolar en medio de amenazas de linchamiento por parte de vecinos, padres y alumnos, y se produjeron disturbios de protesta. La turba de supremacistas blancos les tiró piedras y amenazó con matarlos si volvían a verlos cerca de la escuela. Minnie Brown, Elizabeth Eckford y Ernest Green en la parte superior; Thelma Mothershed, Melba Pattillo y Gloria Ray en el medio; Terrence Roberts, Jefferson Thomas y Carlotta Walls en la fila de abajo de la imagen (AP) Decididos a volver Durante las dos semanas siguientes los chicos se quedaron en sus casas y trataron de mantenerse al día con las clases gracias a los materiales que algunos profesores les acercaron. Pero estaban decididos a volver y lo lograron cuando un juez federal le ordenó al gobernador Faubus que dejara de interferir y retirara a la Guardia Nacional. Así, el 23 de septiembre, custodiados por policías locales, los nueve pudieron entrar a la escuela por primera vez. No fue una buena experiencia. La multitud reunida afuera del colegio los insultaba y coreaba: “¡Dos, cuatro, seis, ocho/No nos vamos a integrar!”. También agredió a los periodistas negros que se acercaron para cubrir la noticia. Adentro las cosas no fueron mejor: los nueve chicos pudieron sentarse en sus clases, pero solo para soportar los insultos y apretadas de sus “compañeros” blancos. Llevaban tres horas dentro del colegio cuando la policía de Little Rock, temiendo que la multitud la sobrepasara y entrara a la escuela, los retiró del lugar. Mientras tanto, la ciudad parecía una olla a presión a punto de estallar, con divisiones profundas y escaramuzas entre la población blanca y negra, a pesar de que cientos de policías trataban de mantener el orden o, por lo menos, evitar que la situación entrara en una espiral mayor de violencia. Enterado de la situación, el presidente Dwight D. Eisenhower describió los disturbios como ”vergonzosos” e intervino directamente en la crisis desplegando la División Aerotransportada 101 para garantizar el orden y, también, la seguridad de los chicos en la escuela. La Guardia Nacional de Arkansas quedó bajo el mando de las fuerzas militares federales, con una tropa de 1.200 soldados, y el gobernador de Arkansas y sus maniobras segregacionistas quedaron fuera de juego. Finalmente, el 25 de septiembre los nueve chicos pudieron volver a la escuela. Las fotos que muestran a los adolescentes llegando a la Little Rock Central High School dieron la vuelta al mundo. Las tropas se quedaron durante todo el año escolar para garantizar que pudieran cursar sus estudios sin interferencias. “Los Nueve de Little Rock” habían ganado la batalla, pero dentro de la escuela la guerra estaba lejos de terminar. El gobernador de Arkansas y la Guardia Nacional intentaron impedir la entrada de los estudiantes afroamericanos (AP) Estudiar en el infierno Los soldados podían acompañarlos a la escuela y garantizar que permanecieran allí, pero no podían impedir el acoso dentro de las aulas. Aunque podían participar de las clases, muchos profesores y la mayoría de los estudiantes blancos los agredían o, en el mejor de los casos, los ignoraban. Tampoco les permitían participar de las actividades extracurriculares. Ocho de ellos soportaron estoicamente la situación, yendo a clase todos los días y aprobando los exámenes. El caso de Minnijean Brown fue diferente: no toleró las agresiones y decidió responderlas. Primero fue suspendida y después expulsada por tomar represalias contra el acoso que sufría día tras día: primero tiró su comida sobre las cabezas de dos chicos blancos que la habían tomado como objeto de sus maltratos y después trató de “basura blanca” a otra chica que la había insultado. “No puedo aguantar todo lo que me hacen sin contraatacar”, explicó a los periodistas que le preguntaron sobre las razones de su expulsión. Minnijean se mudó a Nueva York y allí se graduó en la escuela secundaria New Lincoln en 1959. Los otros ocho estudiantes siguieron en el colegio hasta el final del año escolar. El 27 de mayo de 1958, Ernest Green se convirtió en el primer graduado negro de la Little Rock Central High School y tuvo la satisfacción de que Martin Luther King asistiera a su ceremonia de entrega de diplomas. “Ha sido un año interesante, porque he aprendido mucho de primera mano sobre las relaciones humanas”, dijo, no sin ironía, el chico cuando le tocó hablar. Sus compañeros no llegaron a graduarse en la escuela, porque ese mismo año el gobernador Faubus volvió a la carga en su ofensiva segregacionista y promovió una votación pública a favor o en contra de la integración. El resultado fue el que esperaba: hubo 19.470 votos contra la integración escolar y solo 7.561 a favor. Faubus ordenó entonces el cierre de todos los institutos de Little Rock, que recién pudieron reabrir sus puertas en 1959. Los otros chicos afroamericanos de Little Rock debieron terminar sus estudios secundarios por correspondencia o en otras escuelas fuera del país. Una de los Nueve, Elizabeth Eckford, se alistó en el ejército y allí obtuvo un diploma equivalente al de la educación secundaria. Cuatro estudiantes y una escolta del ejército de camino al instituto Central High, con una multitud esperando frente al centro educativo (Collection of the Smithsonian National Museum of African American History and Culture) Un hito en la lucha La determinación “Los Nueve de Little Rock” ayudó a impulsar el movimiento por los derechos civiles en los estados del sur y contribuyó a la lucha contra la segregación en las escuelas públicas de todo el país. Se la considera un hito del combate contra el racismo, la discriminación y la desigualdad dentro y fuera de los Estados Unidos. En 1999, todos fueron galardonados con la Medalla de Oro del Congreso, el mayor reconocimiento a un miembro de la sociedad civil estadounidense, y en 2009 fueron invitados a asistir a la toma de posesión del presidente Barack Obama, el primer y único afroamericano en llegar a ese cargo. Al recibir la medalla del Congreso, Minnijean Brown recordó el proceso que vivió cuando se encontró frente a una lucha que no esperaba y cuya importancia histórica estaba lejos de imaginar: “Yo solamente me dije: ‘es una escuela grande, está en mi barrio. Está ahí mismo. Tengo que asistir’. Todos estábamos contentos. Sabíamos que Little Rock Central High School ofrecía muchas más asignaturas y arte dramático y oratoria y tenía canchas de tenis y un precioso estadio de enorme tamaño. Por eso quise ir. No imaginaba el revuelo que eso iba a causar, pero una vez que me vi en medio de todo eso mi decisión fue seguir adelante y pelear”, contó.

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