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Parana » Informe Digital
Fecha: 03/09/2025 15:51
El reciente cambio en la política exterior de India ha suscitado un intenso debate en Nueva Delhi, tras la imposición de aranceles punitivos del 50% por parte de Estados Unidos. Esta decisión, implementada por el presidente Donald Trump, ha causado sorpresa y descontento en el gobierno indio, que se ve ahora obligado a reconsiderar sus alianzas internacionales y explorar nuevas alternativas diplomáticas. La decisión de Narendra Modi de no responder a varias llamadas telefónicas de Trump, según reportes de medios alemanes, marcó el inicio de una escalada en las tensiones bilaterales, conforme a un análisis de James Crabtree publicado en Foreign Policy. La situación se agravó cuando la administración estadounidense, previamente considerada un socio estratégico clave para India en su competencia a largo plazo con China, optó por sancionar a Nueva Delhi con aranceles que perjudican gravemente la relación comercial. Este cambio abrupto ha llevado a India a buscar opciones que le permitan preservar su autonomía en política exterior. En este contexto, Modi asistió a la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en Beijing, un foro liderado por China que promueve la cooperación económica y de seguridad. Se trató de la primera visita del primer ministro indio a China desde 2018 y se interpreta como un posible deshielo en las relaciones entre ambos países, después de los enfrentamientos mortales en la frontera del Himalaya en 2020. Tanto China como Rusia, miembros de la OCS, han intensificado sus esfuerzos para atraer a India, aprovechando el distanciamiento con Washington. No obstante, Nueva Delhi mantiene una postura cautelosa, consciente de los riesgos que conlleva depender de estos actores. Durante las últimas décadas, la estrategia india ha estado basada en una política de multi-alineamiento, buscando equilibrar sus vínculos con diversas potencias, priorizando, sin embargo, el fortalecimiento de lazos con democracias tecnológicamente avanzadas. Esta aproximación, que ha incluido una cooperación estrecha con Estados Unidos, Australia, Japón y socios europeos, se encuentra ahora en entredicho debido al deterioro de la relación con Washington. El cambio de rumbo de Trump representa una ruptura significativa con la política estadounidense de las dos últimas décadas, caracterizada por un enfoque de “altruismo estratégico” hacia India. Washington había invertido pacientemente en una relación que consideraba esencial para contrarrestar la influencia de China en Asia. Sin embargo, la administración actual ha optado por una política unilateral y transaccional, desmantelando años de acercamiento en busca de ventajas inmediatas en el ámbito comercial. Por su parte, India también debe asumir parte de la responsabilidad por su situación actual. La política de multi-alineamiento permitió a Nueva Delhi mantener relaciones tanto con Occidente como con países como Rusia e Irán. Bajo el mandato del expresidente Joe Biden, Estados Unidos toleró este equilibrio, reconociendo el valor estratégico de India. Sin embargo, el equipo de Trump adoptó una postura más crítica, imponiendo aranceles adicionales en respuesta a las compras indias de petróleo ruso. Hasta hace poco, el gobierno de Modi confiaba en poder gestionar la relación con Trump, pero la reciente crisis ha puesto de manifiesto un error de cálculo, generando controversia política interna tras los esfuerzos de Modi por acercarse a Washington. Frente a la erosión del pilar central de su estrategia exterior —la relación con Estados Unidos—, India explora nuevas alternativas. La tentación de acercarse a Rusia y China ha crecido. Como respuesta inicial a la crisis, Modi contactó tanto al ruso Vladimir Putin como al jefe del régimen chino Xi Jinping. Además, el ministro de Asuntos Exteriores indio, S. Jaishankar, viajó recientemente a Moscú para reunirse con Putin, quien tiene previsto visitar India este año. Ambos regímenes autoritarios ofrecen opciones que, en teoría, podrían compensar la disminución de la cooperación con Estados Unidos. India mantiene una relación histórica con Rusia en materia de adquisiciones de defensa e importaciones de energía, la cual podría ampliarse. En lo que respecta a China, la oportunidad es más compleja debido a las disputas fronterizas y la competencia estratégica en Asia del Sur. Al inicio de su mandato, Modi mostró disposición a estrechar lazos con Beijing, pero la intransigencia china y el acercamiento estadounidense lo llevaron a priorizar la relación con Washington. El actual distanciamiento con Estados Unidos ha dado voz a quienes en Nueva Delhi advertían sobre la fiabilidad de Washington. Fortalecer los lazos con Rusia se presenta como una opción evidente, mientras que la posibilidad de mejorar la relación con China también está sobre la mesa. A pesar de las presiones inmediatas, un giro sustancial hacia China y Rusia sería un error estratégico para India. La política exterior reciente de Nueva Delhi se fundamenta en la necesidad de atraer inversión extranjera y acceder a transferencias tecnológicas para impulsar su desarrollo industrial y digital, objetivos que ni China ni Rusia parecen dispuestos a facilitar. Además, la gestión de una China cada vez más asertiva sigue siendo el principal desafío a largo plazo para India, y esta realidad no ha cambiado debido a la actitud diplomática de Trump. Al evaluar sus opciones, India debe considerar tres aspectos fundamentales, según el análisis de Foreign Policy. En primer lugar, la actual crisis con Estados Unidos podría ser transitoria. Dada la naturaleza transaccional de Trump, aún existe la posibilidad de alcanzar un acuerdo que permita a ambas partes evitar una confrontación mayor. Si se logra un entendimiento, Trump podría visitar Nueva Delhi en otoño para asistir a la cumbre del Quad. En segundo término, ni Rusia ni China pueden ofrecer a India lo que necesita para su desarrollo y seguridad a largo plazo. India ha comenzado a diversificar sus proveedores de armamento, alejándose gradualmente de Rusia en busca de tecnología más moderna y confiable. Moscú resulta útil como fuente de energía barata, pero aporta poco en términos de inversión y tecnología avanzada. Por su parte, China es vista con profunda desconfianza por los organismos de seguridad indios, que la consideran la principal amenaza a los intereses nacionales. Para gestionar la relación con China, India requiere aliados en otros lugares. Finalmente, India tiene alternativas más allá de la dicotomía entre Estados Unidos y China. Puede profundizar la cooperación en materia de seguridad con Australia y Japón, así como fortalecer los lazos con Corea del Sur, un importante productor de armamento. Los países europeos también muestran interés en ampliar la relación, y un acuerdo comercial con la Unión Europea parece estar al alcance. Además, India puede continuar construyendo vínculos con otras potencias intermedias avanzadas, como Israel y los Emiratos Árabes Unidos en Oriente Medio, así como Singapur y Malasia en el sudeste asiático. Aunque ninguna de estas opciones compensará completamente el deterioro de la asociación con Estados Unidos, India no se encuentra sola en este contexto. Al igual que otros aliados y socios de Washington en Europa y Asia, Modi debe adaptarse a un entorno internacional donde Estados Unidos actúa de manera transaccional. Sin embargo, abandonar la estrategia de compromiso con democracias tecnológicamente avanzadas en favor de alianzas inciertas con regímenes autoritarios sería una decisión equívoca. Incluso si la línea directa con Washington permanece inactiva, existen numerosos líderes en Europa y otras regiones dispuestos a dialogar con Modi.
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