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Concordia » Hora Digital
Fecha: 02/09/2025 00:19
El cover de Guantanamera que se convirtió en himno de protesta popular, trascendiendo las redes y llegando a las canchas y boliches. “Alta coimera, la mina es alta coimera, alta coimera, Karina es alta coimera”, así comienza la reversión de la clásica Guantanamera que nació en la sección La Fábrica de Jingles del streaming Gelatina, pero que rápidamente trascendió la frontera de las redes sociales. tema se inspiró en el escándalo por presuntas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), donde audios filtrados mencionan a la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, como parte de un esquema de retornos vinculados a la compra de medicamentos. Hoy la canción ya no es solo un meme musical: suena en boliches, en canchas de fútbol, en reuniones familiares y hasta en parlantes improvisados en las calles de Ezeiza. El fenómeno no es aislado: videos virales muestran multitudes cantando la canción como consigna política, e incluso un bar en Brasil replicó la letra con un grito final de “Fora Milei”. En cuestión de horas, el hashtag #KarinaCoimera se convirtió en tendencia nacional, acompañado por miles de memes que pusieron en el centro de la escena a la hermana del Presidente. La politóloga Natalia Aruguete ha mostrado cómo en contextos de polarización y crisis las redes sociales se convierten en escenarios donde se condensan emociones colectivas. Allí, las narrativas virales no solo amplifican lo que los discursos oficiales no alcanzan a contener, sino que también funcionan como espacios donde la ciudadanía canaliza broncas, miedos y pasiones. Algo similar sostiene el investigador español Carlos Scolari, cuando describe el pasaje de un modelo de comunicación vertical -propio de los medios tradicionales- hacia una lógica de redes en la que los ciudadanos se vuelven protagonistas activos. En esa ecología mediática, los usuarios ya no son receptores pasivos, sino productores que remixan, parodian y hacen circular contenidos en clave cultural: desde memes hasta canciones virales. Esa práctica, dice Scolari, es parte de un nuevo lenguaje político donde el relato institucional convive con narrativas creadas “desde abajo” y con códigos propios del humor digital.
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