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  • La amenaza militar de Trump contra Maduro: estas 5 razones explican por qué no se puede perder de vista el despliegue en el Caribe

    » Nova Entre Rios

    Fecha: 01/09/2025 23:02

    Este tipo de despliegue no solo busca combatir al narcotráfico en el mar, como se justifica oficialmente, sino que tiene el potencial de proyectar poder militar contra objetivos en tierra. La magnitud de la operación es en sí misma un mensaje político, y su sola existencia eleva el nivel de presión sobre Caracas. La historia reciente de la política de Estados Unidos hacia Venezuela ha estado plagada de advertencias, sanciones, y amenazas veladas contra el régimen de Nicolás Maduro que, pese a lo serias, nunca se tradujeron en acciones directas o una intervención militar. Sin embargo, la nueva ofensiva naval que el Pentágono ha desplegado en aguas del Caribe, con siete buques de guerra y dos submarinos nucleares, sumado a la retórica que se escucha desde la Casa Blanca, sugieren que Washington podría estar listo para dar un paso más. Aunque nadie sabe a ciencia cierta cuál es el objetivo final de la administración Trump, hay cinco razones que apuntan en esa dirección y que tienen en jaque al dirigente chavista. La primera fotografía del despliegue militar de Estados Unidos en la región. Foto: Facebook USS Iwo Jima. 1. Un músculo militar de otra envergadura. El tamaño de la fuerza desplegada por Estados Unidos en esta ocasión supera con creces operaciones previas. En 2021 ya se habían enviado destructores al Caribe, pero lo que se observa ahora es distinto: se trata de un contingente naval de mayor alcance estratégico, acompañado de submarinos nucleares y medios de inteligencia avanzados. Este tipo de despliegue no solo busca combatir al narcotráfico en el mar, como se justifica oficialmente, sino que tiene el potencial de proyectar poder militar contra objetivos en tierra. La magnitud de la operación es en sí misma un mensaje político, y su sola existencia eleva el nivel de presión sobre Caracas. 2. El poder casi ilimitado de Trump 2.0. En su primera administración, Donald Trump se encontró con contrapesos internos: miembros del propio Partido Republicano, el aparato burocrático de Washington y hasta el Pentágono moderaron varios de sus impulsos. Hoy, tras 8 meses de su regreso a la Casa Blanca, la situación es muy diferente. Trump ha consolidado un control sin precedentes en su partido y se ha mostrado dispuesto a romper moldes en casi todos los frentes: desde su acercamiento a Rusia y el distanciamiento con la OTAN, hasta la apertura de guerras comerciales contra países aliados y rivales por igual. En este contexto, un ataque contra Venezuela o un intento serio de derrocar a Maduro ya no suena tan descabellado. El propio Trump, en reuniones pasadas con líderes latinoamericanos en Naciones Unidas, llegó a sugerir la idea de una fuerza multinacional para remover al chavismo del poder. Entonces, la propuesta fue rechazada de plano. Hoy, en cambio, la correlación de fuerzas políticas en Washington parece darle mayor margen de acción. El presidente Donald Trump en reunión con funcionarios en la Casa Blanca. 3. Maduro, más aislado que nunca en el escenario internacional. La posición internacional del régimen venezolano se encuentra en su punto más débil. En la primera administración Trump, la estrategia de máxima presión consistió en sanciones económicas y el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino. En aquel momento, aunque cuestionadas, las elecciones venezolanas aún ofrecían un margen de legitimidad. Hoy la situación es distinta: tras unos comicios señalados abiertamente como fraudulentos, Maduro encabeza un gobierno considerado ilegítimo por buena parte de la comunidad internacional, incluida la OEA y sectores de Naciones Unidas. Si bien una acción militar unilateral seguiría siendo controvertida y contraria al derecho internacional, la falta de aliados dispuestos a defender abiertamente a Caracas cambia el cálculo. Rusia, que en el pasado se erigió como su protector, atraviesa ahora un proceso de acercamiento estratégico con Washington que incluye un tácito respeto a las esferas de influencia. China, inmersa en una guerra comercial con Trump, difícilmente gastaría capital político en Venezuela. Irán, debilitado por años de enfrentamientos con Israel y el reciente bombardeo a sus instalaciones nucleares, tampoco está en condiciones de respaldar al chavismo con la fuerza de antes. Nicolás Maduro. Foto: iStock/Archivo. 4. De dictador narco a terrorista. Otro elemento nuevo es la narrativa que la administración Trump ha construido alrededor de Maduro. En Washington ya no se le describe solamente como un dictador autoritario, sino como el líder de un cartel de la droga que opera como grupo terrorista. Esta caracterización no concede automáticamente una autorización legal para el uso de la fuerza militar, pero amplía considerablemente el margen de maniobra de la Casa Blanca. La supuesta “invasión del Tren de Aragua”, que según la administración fue orquestada por el propio Maduro, le sirvió como pretexto a Trump para invocar la “ley contra enemigos extranjeros” y justificar expulsiones masivas de venezolanos. Aunque esa medida está siendo cuestionada en los tribunales, ilustra la forma en que el gobierno actual percibe a Venezuela: no solo como un problema regional, sino como una amenaza directa a la seguridad nacional de Estados Unidos. Recompensa de Estados Unidos por Nicolás Maduro. Foto: Archivo particular y Commander Naval Surface Force Atlantic. 5. Una jugada que encaja con su agenda interna. Finalmente, la política exterior de Trump no puede separarse de su lógica interna. El presidente busca victorias rápidas y simbólicas que lo consoliden como líder fuerte y pragmático. La caída del régimen de Maduro encajaría perfectamente en esa narrativa: sería presentada como una victoria para la democracia, un golpe al narcoterrorismo y, al mismo tiempo, una solución al problema migratorio que tanto preocupa a su base electoral. Un eventual colapso del chavismo abriría la puerta para que cientos de miles de venezolanos regresen a su país, lo cual podría ser vendido como un triunfo político y humanitario al mismo tiempo. La tentación de lograr un objetivo de alto impacto, con réditos inmediatos en la política doméstica, es evidente. El USS Lake Erie. Foto: Marina de EE. UU. Un desenlace incierto. Pese a todas estas razones, no es claro si Trump ya decidió embarcarse en esta aventura. El despliegue naval, por supuesto, también podría ser una maniobra de presión, o una demostración de fuerza destinada a provocar fracturas internas en el régimen o a obtener concesiones en el frente migratorio, entre otros. Y, como toda estrategia, está acompañada de riesgos. “Más que el anunció de una intervención militar inminente, la demostración de fuerza de Washington podría tener como objetivo debilitar a Maduro y acelerar su salida. Sin embargo, ha provocado una intensificación de la represión estatal en Venezuela, al tiempo que ha restablecido cierto grado de apoyo a Maduro tanto en el país como entre otros gobiernos latinoamericanos”, afirma Phil Gunson, experto en Latinoamérica del International Crisis Group. Sin embargo, la combinación de un músculo militar sin precedentes, un Trump en su punto más fuerte, un Maduro cada vez más aislado, la nueva narrativa que lo asocia al terrorismo y la utilidad interna de un eventual golpe contra el chavismo, hacen que esta amenaza se sienta distinta. Más seria. Más cercana. Y, para muchos, más peligrosa.

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