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  • La Cata Flamenca de Montilla celebra sus bodas de oro por todo lo alto

    » Diario Cordoba

    Fecha: 01/09/2025 11:05

    El complejo Envidarte de Montilla albergó en la noche del sábado la 50.ª edición de la Cata Flamenca, un festival que se ha convertido en patrimonio emocional y en faro cultural para Andalucía. Medio siglo después de su primera cita, el arte jondo volvió a fundirse con el vino en una velada que no solo celebró el compás, sino también la memoria y la identidad de una tierra que respira arte por los cuatro costados. No fue una noche cualquiera. La cifra redonda obligaba a mirar atrás y, al mismo tiempo, a soñar con el futuro. Sobre las tablas se dieron cita artistas que son ya historia viva del flamenco y jóvenes talentos llamados a sostener esa llama. Una mezcla perfecta para rendir tributo a quienes hicieron grande este festival, pero también para demostrar que el flamenco, lejos de ser fósil, sigue latiendo. El cartel, diseñado por el artista montillano Rafael Rodríguez, ya anticipaba que no se trataba de un festival más. El alcalde de Montilla, Rafael Llamas, destacó durante la presentación que «la Cata Flamenca es un festival con solera, consolidado como uno de los más importantes del panorama nacional e internacional, que contribuye a proyectar la marca Montilla y a dinamizar la actividad cultural y económica de nuestro municipio». Un instante de la actuación en Envidarte de Carmen Linares, acompañada por Salvador Gutiérrez. La Peña El Lucero, alma de esta cita desde sus inicios, asumió un papel protagonista. Su presidente, Salvador Córdoba, subrayó la colaboración del Festival Cante de Las Minas, «algo que nos llena de orgullo». Y no era para menos. La alianza con el certamen murciano no solo llevó a Montilla la actuación de Isco Heredia, reciente ganador del premio por Tarantas en La Unión, sino que también sirvió para reconocer la labor de la peña montillana con el prestigioso Premio Rojo el Alpargatero. Un extraordinario elenco de artistas El escenario se vistió de solemnidad para recibir a un extraordinario elenco de artistas que contó con el médico y poeta montillano Antonio Varo Baena como maestro de ceremonias. Y, de este modo, en el tablao pudo escucharse a Antonio Reyes, con esa voz que parece heredada del tiempo, un cante que acaricia la memoria de Pansequito y Jarrito pero que suena mucho a presente. También hubo ocasión de disfrutar de Carmen Linares, la gran dama del flamenco, la misma que ha conquistado el Carnegie Hall y el Royal Albert Hall y que anoche, en Montilla, demostró por qué la historia del Premio Princesa de Asturias de las Artes lleva también su nombre. El Pele, cabeza de cartel de la Cata Flamenca montillana, el sábado. / José Antonio Aguilar El Pele, siempre imprevisible, subió con la fuerza indomable que lo caracteriza. Su soleá fue un puñal y su compás, un terremoto. Cada golpe de voz arrancaba un «¡olé!» del público, consciente de estar ante uno de los últimos grandes patriarcas cordobeses del cante. Y entre esas voces consagradas, sonó también la de Antonio Mejías, el orgullo montillano, que jugó en casa con la entrega de quien sabe que en cada nota se juega algo más que un aplauso. Pero el cante no camina solo. Necesita la caricia de la guitarra. Y anoche las cuerdas fueron un coro invisible que tejió la emoción. Paco Cepero, maestro entre maestros, volvió a demostrar por qué su nombre está escrito con letras de oro en la historia del flamenco. Junto a él, Niño Seve, Salvador Gutiérrez y Eduardo Espín añadieron matices, dialogaron con el cante y recordaron que el toque también es protagonista. La Cata Flamenca tuvo, también, el sello del baile. Mercedes de Córdoba irrumpió en el escenario con un braceo que parecía abrazar el aire y con un zapateado que marcó el compás como si quisiera tatuarlo en la tierra. El público, de pie, entendió que lo que acababa de presenciar no era un espectáculo cualquiera: era historia viva. Porque la 50.ª Cata Flamenca fue la confirmación de que, mientras haya voz, guitarra y baile, mientras haya vino que acompañe el compás, Montilla seguirá siendo un santuario para el arte jondo, gracias a este festival organizado por el Ayuntamiento de Montilla y la Peña El Lucero, con la colaboración de la Diputación de Córdoba, la Junta de Andalucía, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles, así como las cooperativas agrícolas La Unión y Nuestra Señora de la Aurora.

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