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  • La vida del Gitano Acuña, el preso que cocinó las empanadas en el motín de Sierra Chica y se convirtió en youtuber carcelario

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 01/09/2025 04:35

    El Gitano Acuña fue parte de los "12 Apóstoles" que protagonizaron el motín de Sierra Chica en 1996 La crónica marca que el próximo año se cumplirán tres décadas del motín más sangriento de la historia carcelaria argentina ocurrido en el temible penal de Sierra Chica durante la Semana Santa de 1996, protagonizado por los llamados “12 Apóstoles” –así denominados por el número de sus integrantes y por la fecha religiosa–, quienes terminaron masacrando a otros presos y cocinando con los restos de algunos de ellos empanadas de carne humana. La revuelta comenzó el 30 de marzo luego de una fuga que no pudieron concretar y terminó el 7 de abril de 1996. La audacia de los sediciosos llegó a tal punto que tomaron diecisiete rehenes, entre ellos nada menos que la jueza María Mercedes Malere, en esta prisión de máxima seguridad con 144 años de historia y forma de panóptico distribuido en doce pabellones. Dicho sistema fue ideado por el filósofo Jeremy Bentham en 1791, para que un solo guardiacárcel pudiera observar a los detenidos desde la guardia –ubicada exactamente en el centro del patio– sin que los reclusos puedan divisarlo. La vida después de Sierra Chica Uno de los “Apóstoles”, Ariel Acuña, hoy con 53 años, alias El Gitano, quizás el que con el correr del tiempo se fue convirtiendo en el más popular por su contacto frecuente con los medios periodísticos y hasta por convertirse en “youtuber carcelario”, como él mismo se definió en sus redes, tiene una de las historias más crudas que lo marcó y lo golpeó desde su infancia, como explicó en un mano a mano que mantuvimos en 2019: “Todavía duele, en el cuerpo y en la mente”, detalló. Los "12 Apóstoles" siguieron el juicio en su contra desde una jaula Había nacido en Punta Alta, a treinta kilómetros de Bahía Blanca y era un niño cuando su madre que ejercía la prostitución, tenía relaciones sexuales con sus eventuales clientes en su precaria vivienda frente a él y sus hermanitos. Esa tortura en su vida no duró demasiado, pero terminó en un orfanato porque fue encontrado en condiciones infrahumanas. Allí nadie lo soportaba por su conducta. Hasta que en una oportunidad un militar perteneciente a la marina que solía visitar con su esposa el hogar lo terminó adoptando. El periodista y escritor Luis Beldi, autor del libro “Los 12 Apóstoles”, contó en sus páginas detalles espeluznantes acerca del trato que le brindaban: “Llegaron a azotarlo con la manguera del lavarropas y una noche de invierno lo hicieron dormir en el lavadero en paños menores. Nunca olvidó el frío que le atravesó el cuerpo y lo dejó cargado de odio hacia el mundo… Cuando Ariel terminó la primaria, donde fue buen alumno, comenzó su vida de delincuente. Se fue de su casa a los 13 años, no sin antes dispararle un tiro entre los pies a su padre adoptivo cuando lo iba a golpear”, relató Beldi. Comenzaba su vida delincuencial. Se crió en el barrio de Saavedra y la mayoría de sus amigos pertenecían al Barrio Mitre, de donde era Fátima, su primer amor, y donde se ocultó después del primer asalto a un comercio mientras ya planeaba continuar con un banco. Y no paró más. El raid delictivo de Acuña “Fui ladrón de bancos y camiones blindados, estuve en la Superbanda del Gordo Valor y La Garza Sosa. Por el motín de Sierra Chica me dieron quince años de condena por ‘Privación ilegítima de la libertad, resistencia a la autoridad y tenencia de armas de guerra’. Ya me estaba por ir libre de ahí, pero un preso siempre quiere fugarse y arriesgué. Tres veces me había podido escapar de las cárceles de Batán, Dolores y San Nicolás… La cuarta, esta de Sierra Chica, fallé“, precisó desde la ciudad de Mar del Plata, donde se terminó instalando. El Gitaño Acuña se convirtió en youtuber carcelario En su memoria aparecieron precisiones quizás jamás contadas por él acerca de aquella célebre revuelta que culminó en tragedia: “La cárcel es una selva. A mí me faltaban cinco meses para salir en libertad. Pero igual me sumé a la fuga. No se logró el objetivo y terminó todo en un ajuste de cuentas, porque había rabia contra una runfla de presos que violaban a las novias de los detenidos y hasta a las madres cuando venían a visitarlos. Te dije que me arrepiento, que me pesa, pero tengo que seguir luchándola, con mi pierna rota, con las muletas, porque tengo un hijo (Isaías Ezequiel, de por entonces 12 años, ahora ya cumplió los 18) que vive con la madre y yo le mando plata. Quiero que tenga una buena infancia”. La bronca en la Unidad de Sierra Chica se había generado contra un tal Gapo, capo de la banda rival, a quien acusaban de abusar de las visitas, como precisó Acuña: “Y esa la terminó pagando con su vida. Yo sabía que habían matado a ese Agapito Lencina (líder de la gavilla con la que se enfrentaron). También estaban con él el Gordo Gaitán, Nipur y el Indio Niz. Vi que cortaban los cuerpos en trozos. Yo y un par de compañeros preparamos las empanadas con eso. Fue una locura. Me dio mucha impresión, hasta que no aguanté más y no paré de vomitar. Era un momento de ira, de furia imposible de definir. Hay que vivirlo. Pero ya no podía dar marcha atrás…" Qué pasó en Sierra Chica Habían consumido drogas y la bebida tumbera conocida como “pajarito”, que se hace con levadura fermentada, agua hervida y cáscaras de frutas, y enseguida genera un estado de excitación y embriaguez que potenció la violencia. Popó Brandán Juárez, uno de los líderes de “Los 12 Apóstoles”, inició todo cuando pidió permiso en la guardia para hablar por el teléfono público destinado a los reclusos. Detrás de él entró otro secuaz, con pistola en mano, que sorprendió a los agentes del servicio penitenciario y los redujo. Luego llegó el resto de los revoltosos y los tomaron como rehenes. Intentaron comenzar a trepar el muro para fugarse, pero otros guardiacárceles evitaron con disparos la huida. En medio del caos que se generó, la banda de Popó aprovechó la confusión para ajusticiar al primer enemigo de la otra gavilla, Hugo Barrionuevo Vega, víctima de un balazo y decenas de puñaladas. Los amotinados tomaron el techo del penal de Sierra Chica Uno de los presos célebres detenido en ese momento en Sierra Chica era nada menos que el asesino serial Carlos Eduardo Robledo Puch, que cumplía allí su condena a reclusión perpetua. Cuentan que “El Ángel de la muerte”, para salvar su vida, se refugió en la capilla del penal. Pero él lo negó y sostuvo que se encerró en su celda junto a algunos compañeros y resistieron tomando agua y comiendo lo que habían podido racionar cuando arrancó la revuelta. La noticia del motín que se estaba produciendo empezó a correr y generó la presencia de la jueza María de las Mercedes Malere, quien llegó a la prisión junto a su secretario, Héctor Torrens, y autoridades del penal, intentando negociar la rendición. “Se están equivocando, haciendo una cag… enorme”, les advirtió a los amotinados. Los rebeldes le entregaron un petitorio y “Popó” sacó su arma, tomó a la magistrada del brazo y se la llevó, mientras una faca de uno de sus laderos presionaba la cintura de su secretario. A ambos los juntaron con otros rehenes rivales en el pabellón 6, y al otro día la jueza fue destinada a una celda custodiada especialmente. No fue todo, llegaron a trasladarla hasta la parte alta del penal y arengaron que la arrojarían si no terminaba la represión que estaban ejerciendo los penitenciarios en medio de la rebelión. Siempre se tejieron infinidad de versiones y especulaciones relacionadas con lo que terminó sucediendo con ella cuando la tenían como rehén. La jueza jamás rompió su silencio. Ni siquiera en el debate oral donde los amotinados fueron condenados mencionó detalles, solo atinó a decir: “Fue una situación límite, extrema”. Los muertos fueron mutilados a hachazos, sus restos volcados en ollas y cocinados en el horno 1 de la panadería como relleno de empanadas que terminaron comiendo algunos guardiacárceles y rehenes –en total diecisiete–, que más tarde se enteraron de aquel involuntario canibalismo de la manera más cruel. "Me pesan muchas cosas que hice", afirma el Gitano Acuña El cocinero del motín Uno de los cocineros fue nada menos que Ariel “El Gitano” Acuña.“Te estás comiendo un rocho”, les dijeron cínicamente. Pero eso no fue todo. A otro preso, José Pérez, lo masacraron a facazos por negarse a formar parte del grupo de descuartizadores. Así sumaron el número de muertos a ocho. En febrero de 2000 se realizó el juicio por primera vez en una cárcel –la de Melchor Romero– con 24 implicados, porque a los Apóstoles se sumaron otros doce por participaciones diversas en los hechos. Los detenidos permanecieron en sus celdas y seguían el desarrollo a través de monitores. Se utilizó por primera vez un sistema de transmisión de imágenes y audio, con los acusados encerrados en tres celdas a unos 200 metros, de donde los jueces tomaban las declaraciones. Los nombres de los condenados y sus sentencias fueron escuchados con profundo silencio en la propia cárcel: Marcelo Popó Brandán Juárez, Jorge Pedraza, Juan Murguia, Miguel Acevedo, Víctor Esquivel y Miguel Ángel Ruiz Dávalos recibieron reclusión perpetua. Ariel Gitano Acuña, Héctor Galarza, Leonardo Salazar, Oscar Olivera, Mario Troncoso, Héctor Cóccaro, Jaime Pérez y Carlos Gorosito Ibáñez, 15 años de prisión. Daniel Ocanto y Lucio Bricka, 12 años. Alejandro Ramírez resultó absuelto y Guillermo López Blanco apenas recibió seis meses de pena. En el final de su historial carcelario El Gitano en base a la experiencia que fue adquiriendo fue “cuchillo largo”, por su destreza con la faca, que demostró no solo en enfrentamientos, sino cuando cortó la carne para cocinar las empanadas: “Aprendí a la fuerza para sobrevivir. En un penal no hay trompadas, por más físico que tengas: si no sos hábil con el hierro, estás perdido. Lo de Sierra Chica fue una locura, jamás lo volvería a hacer”, se definió. Pero también aclaró que cuando nació su hijo en 2007 –fruto de una historia de amor ya terminada con Vanesa, quien también estaba presa por robo con armas– todo cambió: “Me di cuenta de que no podía seguir así y me acerqué a Dios para transmitir su palabra. Fue un milagro que me salvó. Hice un pabellón cristiano en la Unidad 29 de Melchor Romero y prediqué. Por eso dicen que fui pastor. Lo único que sé es que eso me rescató. Conozco la Biblia de punta a punta, igual que el Código Penal: hoy son mis dos libros de cabecera”. El Gitano Acuña en la puerta del penal de Sierra Chica En su mano izquierda llevaba tatuados cuatro puntos alrededor de otro, como el número cinco de un dado, lo que en el ambiente tumbero representa a cuatro ladrones rodeando a un policía. También tenía grabada la palabra “Paz”: “Quiero vivir así, tranquilo. Dejé el delito definitivamente, igual que las drogas. Algunos creen que me sigo ‘papeando’, porque tengo esos tics de mover la cabeza que te quedan por consumir cocaína. Yo les explico que eso es pasado, que no quiero saber más nada con lo marginal. La pasé muy mal, como veinte años en cana. Me conozco todas las cárceles de la provincia de Buenos Aires –creo que hay como 54–. Pasé por todas". Entre tantas por las que pasó como refirió, algunas le dejaron huellas, como el tiro que le dio la policía en 2013 en una pierna, que le dejó una renguera de la que no logró recuperarse: “Hace rato que me porto bien –confesó hace seis años cuando era “trapito”, cuidando autos en las cercanías de la calle Güemes en Mar del Plata–. Sé que si vuelvo a caer no salgo más, lo tengo más que claro. Lo que hice como lo que comentás de Sierra Chica fue una barbaridad, aunque siempre aclaro que no maté. Sé que es difícil entenderlo, pero tengo que seguir viviendo. Ya pagué y quiero demostrar que puedo. Dios me da fuerzas. Le pido a la gente que me crea, no tengo otra forma. Juro que me regeneré. Aunque sé que estoy marcado, pude cambiar”. Hoy otra mujer lo acompaña y junto a su pequeño hijo conformaron una nueva familia: “A veces la vida te golpea muy duro a una edad en la que sos un pibe, un inocente, y no tenés defensa. Vas acumulando dolor y bronca. Pasa el tiempo y después el que pega sos vos, y seguro más fuerte de lo que recibiste. A mí me pasó y por eso estuve preso muchos años, casi la mitad de mi vida. Estoy arrepentido. Me pesan y me duelen muchas cosas que hice”. admitió Acuña.

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