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Parana » Ahora
Fecha: 26/08/2025 13:59
Chajá chajá chajá. Bicho feo, no te veo, yo me meo a los pájaros les poníamos nuestras palabras para entenderlos, decíamos ay pobre aguilucha, le pegué en la cachucha mientras la bandera flaca de la escuela se alzaba en el mástil. Las cosas eran bajas: la estatura de las aulas, la estatura de los camiones, la estatura de las maestras, las ramas de los árboles, el canto de las aves, el lomo de las nubes. Todo tocaba nuestros hombros como una mochila que cargábamos por las calles. Llevábamos: el aroma de la casa, el ronquido de los viejos, el humo de los caños de escape de las motos y de los autos que parecían toser al despertarse. En nuestro patio tuvimos un tero que se llamaba Teru y que chuceaba las hojas del limonero, posaba sus patas finas como hilos fritos en la mesa hecha con mosaicos quebrados. El tero tenía los ojos rojos y el pecho blanco, las plumas grises y las patas negras. Mirábamos los malvones y las hojas nuevas que nunca dejaban de nacer y de retorcerse contra el sol, mirábamos el cielo siempre cayendo como un plomo gris entre las prendas que se oreaban con el viento. Cantábamos con las chicharras y reconocíamos como perros que levantan una sola oreja los disparos de un aire comprimido, de un Winchester, oíamos el zumbido de la piedra en la gomera. Las perdices levantaban vuelo y un chillido que parecía tocarse entre los huesos. Comimos todo eso que escuchamos, no todo, casi. Y guardamos los sonidos en la caja de música con bailarina a la que se le da cuerda para empezar el canto. *
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