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  • Cómo se formaron las estrellas más grandes del universo y por qué siguen desconcertando a la ciencia

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 25/08/2025 04:36

    Reproducción artística de la formación de estrellas jóvenes en la Gran Nube de Magallanes. Las estrellas masivas y de baja masa aparecen dentro del gas nebuloso en el que nacen. (NSF/AUI/NSF NRAO/S.DAGNELLO) Detrás de cada punto brillante que vemos en el cielo nocturno se esconde un mundo de extremos que desafía lo que entendemos por tamaño y energía. Entre esos astros colosales destacan las hipergigantes, estrellas que superan en miles de veces el ancho del Sol y que, a pesar de su rareza, ocupan un lugar fascinante en la astronomía moderna. Durante siglos, los telescopios y las observaciones desde la Tierra permitieron trazar un mapa estelar dominado por constelaciones familiares. Sin embargo, en las últimas décadas, el desarrollo de instrumentos más potentes y precisos permitió descubrir cuerpos celestes cuya escala supera cualquier comparación intuitiva. El caso de la estrella UY Scuti, considerada por mucho tiempo la estrella más grande conocida, y el de sus competidoras VY Canis Majoris o R136a1, muestra hasta qué punto los límites del cosmos todavía nos sorprenden. UY Scuti fue catalogada en 1860 por astrónomos alemanes desde Bonn y hoy se considera una de las estrellas más grandes del universo conocido UY Scuti, ubicada en la constelación de Scutum a unos 9500 años luz de la Tierra, saltó a la fama en 1860, cuando astrónomos alemanes del Observatorio de Bonn la catalogaron por primera vez bajo el nombre BD-12 5055. En esa época no existía la tecnología necesaria para calcular con precisión su tamaño, pero ya llamaba la atención su variabilidad. Una segunda observación reveló que su brillo se debilitaba en ciclos de alrededor de 740 días, lo que motivó a clasificarla como estrella variable. Lo que en el siglo XIX fue apenas una nota de catálogo, hoy es un objeto clave para entender los límites del crecimiento estelar. Con un radio estimado en 1700 veces el del Sol, se convirtió en la referencia inmediata cuando alguien pregunta cuál es la estrella más grande del universo conocido. Poner su escala en perspectiva es casi un ejercicio de imaginación. El Sol es tan enorme que más de un millón de Tierras cabrían en su interior, pero UY Scuti deja pequeño incluso a nuestro astro rey. Su volumen podría albergar alrededor de cinco mil millones de soles. Si ocupase el lugar del Sol en el centro del sistema solar, su atmósfera visible alcanzaría la órbita de Júpiter y el gas que expulsa superaría con holgura la distancia de Plutón. La magnitud de ese cálculo se vuelve aún más sorprendente si se piensa que todo el sistema planetario desaparecería dentro de su envoltura rojiza. Con un radio de unas 1700 veces el del Sol UY Scuti podría engullir hasta la órbita de Júpiter si reemplazara a nuestro astro en el sistema solar Aun así, la corona de UY Scuti no la convierte en la estrella más masiva. Esa categoría le pertenece a R136a1, con cerca de 300 veces la masa solar. La diferencia entre radio y masa se explica por la física de la fusión nuclear. El núcleo de una estrella muy masiva ejerce tal presión que las reacciones de fusión ocurren a un ritmo explosivo, lo que aumenta su luminosidad pero no necesariamente su diámetro. UY Scuti, en cambio, tiene solo unas 30 masas solares, aunque su volumen resulta gigantesco. Esa distinción es clave para comprender por qué el título de la estrella más grande no es definitivo y puede cambiar con nuevas mediciones. Los astrónomos advierten que calcular el tamaño de una estrella nunca es una tarea exacta. Jillian Scudder, investigadora de la Universidad de Sussex, explicó que “la complicación de las estrellas radica en que tienen bordes difusos”. No existe una frontera clara donde termina el gas y comienza el vacío. Lo que se toma como referencia es la fotosfera, la capa donde la estrella se vuelve transparente a la luz y los fotones logran escapar. Esa definición permite trazar un límite funcional, pero sujeto a márgenes de error importantes. En el caso de UY Scuti, los astrónomos reconocen un rango de incertidumbre de casi 200 radios solares, lo suficiente para que otras estrellas entren en la competencia. El volumen de UY Scuti es tan colosal que dentro de ella cabrían alrededor de cinco mil millones de soles superando cualquier escala conocida Las rivales de UY Scuti Entre esas candidatas aparece VY Canis Majoris, una hipergigante roja situada a seis mil años luz de distancia. Durante mucho tiempo fue considerada la más grande de todas, con estimaciones que llegaban a ubicarla entre 1800 y 2200 veces el ancho del Sol. Nuevas mediciones redujeron su radio a unas 1420 veces, aunque todavía la colocan entre los gigantes del universo. Lo más interesante es su estado evolutivo: está en el final de su vida, una etapa donde la acumulación de helio en el núcleo obliga a que la fusión de hidrógeno se desplace hacia capas externas. Ese proceso libera tal cantidad de radiación que la estrella se infla, se enfría y adquiere el característico color rojo. Lo mismo ocurrirá con el Sol dentro de 4500 millones de años, cuando se transforme en una gigante roja que alcanzará la órbita terrestre. Otra rival destacada es NML Cygni, con un radio cercano a 1640 veces el del Sol, y Westerlund 1-26, que supera las 1500 veces. WOH G64, una hipergigante de la Gran Nube de Magallanes, llegó a calcularse en 3000 radios solares, aunque revisiones posteriores corrigieron esa cifra a alrededor de 1500. En todos los casos, los errores de medición y las variaciones propias de estrellas inestables generan un mapa dinámico, donde el podio cambia según la precisión de los instrumentos y las técnicas de observación. El Sol algún día se convertirá en una gigante roja como VY Canis Majoris alcanzando la órbita terrestre en unos 4500 millones de años La lista incluye también a Betelgeuse, una supergigante roja en la constelación de Orión que muchos conocen porque marca uno de los hombros del cazador mitológico. Aunque no compite directamente con UY Scuti en tamaño, su proximidad y luminosidad la convierten en un laboratorio natural para estudiar lo que ocurrirá cuando estas estrellas exploten como supernovas. Los astrónomos estiman que Betelgeuse podría estallar dentro del próximo millón de años, un instante breve en la escala cósmica. La propia UY Scuti no escapa a ese destino. Como otras hipergigantes, pierde masa de manera constante a través de intensos vientos estelares. Su luminosidad varía a medida que su radio cambia, un pulso lento que anticipa su colapso futuro. La nebulosa de gas que ya expulsó se extiende hasta 400 veces la distancia entre la Tierra y el Sol, un recordatorio de que su final estará marcado por una violenta supernova que liberará cantidades inmensas de energía y materia al espacio interestelar. Brillo, masa y límites cósmicos El caso de R136a1 merece un capítulo aparte porque representa la otra cara de la grandeza estelar. Ubicada en una región de formación de estrellas en la Gran Nube de Magallanes, combina una masa extraordinaria con una luminosidad descomunal. Betelgeuse una supergigante roja cercana podría explotar como supernova en el próximo millón de años un instante breve a escala cósmica Su brillo supera 4,5 millones de veces al del Sol, aunque la mayor parte de esa energía se emite en el rango ultravioleta. A simple vista parecería solo 167 mil veces más brillante que el Sol, pero aun así sería insoportable si estuviera cerca. A cuarenta años luz, su resplandor superaría al de Venus y a la distancia de Próxima Centauri opacaría incluso a la Luna llena. Esa intensidad tiene un precio: las estrellas muy masivas consumen su combustible en pocos millones de años. Mientras el Sol tiene una vida proyectada de 10 mil millones de años, R136a1 está condenada a desaparecer en un plazo mucho más corto. Lo mismo ocurrirá con otras hipergigantes como UY Scuti o VY Canis Majoris, que ya se acercan a la etapa final. La muerte de estas estrellas no es el cierre de un ciclo sino el inicio de otro, porque la materia que expulsan se convierte en la base para nuevas generaciones de astros y planetas. El estudio de estos gigantes cósmicos no solo alimenta la curiosidad por saber cuál es la estrella más grande o más masiva, también ilumina aspectos fundamentales de la evolución estelar. Una de las imágenes del Very Large Telescope del equipo muestra galaxias masivas en un grupo. Las galaxias del centro tienen cada una aproximadamente 125 mil millones de veces la masa de nuestro sol (incluida su materia oscura). POLITICA INVESTIGACIÓN Y TECNOLOGÍA TREVOR MENDEL, ANU Entender cómo se inflan, cómo varían su brillo o cómo terminan sus días permite afinar modelos que luego se aplican a la vida del Sol y a la dinámica de la Vía Láctea. Cada corrección en el tamaño de UY Scuti, cada revisión de los límites de VY Canis Majoris o de WOH G64, aporta piezas a un rompecabezas que ayuda a dimensionar mejor el universo. El ranking de estrellas más grandes cambia con cada década, y probablemente UY Scuti pierda pronto su corona frente a nuevas observaciones más finas. Lo que no cambia es la fascinación que despiertan. Pensar que nuestro planeta es apenas un punto invisible al lado de esos cuerpos es una lección de humildad cósmica. En el silencio del cielo nocturno, los colosos estelares siguen ardiendo, recordándonos que el universo no solo es más vasto de lo que imaginamos, sino también más dinámico y sorprendente de lo que podemos concebir.

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