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» Misionesopina
Fecha: 24/08/2025 22:18
Entrevista a Juan Martín Cáceres, candidato suplente a diputado nacional por el Frente Renovador A poco más de dos meses de las elecciones nacionales, Juan Martín Cáceres, dirigente peronista y candidato suplente en la lista del Frente Renovador de la Concordia, analiza la coyuntura política en Misiones y el país. Con un discurso frontal, marca diferencias con Javier Milei y advierte sobre el desencanto social hacia la política, pero también reconoce falencias en las prácticas de su propio espacio. En diálogo con MISIONES OPINA, Cáceres defendió el proyecto político provincial de las últimas dos décadas, sostuvo que la “gobernabilidad” brindada al Gobierno nacional tuvo un límite, y planteó la necesidad de volver a las bases, a la militancia territorial y a las redes de solidaridad comunitaria que le dieron fuerza a la Renovación. Al mismo tiempo, cuestionó duramente a los libertarios y a la oposición peronista dividida, a la que calificó de “testimonial” y carente de proyecto político. —¿Cómo convivís en la lista con referentes libertarios siendo peronista y renovador? —En lo personal no tengo un rechazo a los nombres de quienes integran la lista, porque creo que lo central es qué proyecto se defiende y qué valores se ponen en juego. Sí me siento con la capacidad y con la responsabilidad de intentar convencer a esos compañeros que hoy abrazan ideas libertarias, de que el camino no es el individualismo, de que nadie se salva solo. Mi rol es transmitirles que, más allá de la coyuntura electoral, lo que está en discusión es el modelo de sociedad. El libertarismo está destruyendo la Argentina porque niega la solidaridad, porque niega el rol del Estado, porque instala la idea de que el sálvese quien pueda es una virtud, cuando en realidad es la garantía del fracaso colectivo. Y eso se ve todos los días en el deterioro social y económico que atraviesa el país. —Pero la Renovación acompañó al Gobierno nacional en esta primera parte del gobierno. — Lo que hubo fueron dos planos diferentes. Hacia adentro de la provincia, Misiones siguió con la misma línea de gestión que sostiene hace más de 20 años: inversión en salud, en infraestructura, en educación, en programas sociales y productivos, en respaldo al comercio y a la industria. Eso nunca se frenó. El otro plano fue el vínculo con el gobierno nacional. Se le brindó un marco de gobernabilidad inicial porque se pensó que podía haber reciprocidad, que gobernar significaba negociar. El problema es que Milei y su entorno no son políticos en el sentido de pensar en la política como herramienta de transformación; son personas que desprecian la política, que la usan solo como un instrumento para intereses sectoriales. Cuando eso quedó en evidencia, se puso un límite: hasta acá llegamos, hasta acá acompañamos. A partir de ahí la Renovación volvió a poner en el centro sus principios, sus valores y la defensa de los intereses de los misioneros. Y ese límite es el que marca el futuro de la relación: después del 10 de diciembre, se verá cómo se continúa, pero siempre desde una postura clara de defensa de la provincia. —¿Cómo ves hoy a la sociedad misionera respecto a la política? ¿Cómo le pedis el voto a la gente que está enojada? —La desconfianza hacia la política no nació con Milei; viene de mucho antes. Milei es un emergente de ese desencanto con una dirigencia que, en gran parte del país, no le resolvió los problemas a la gente, que se encerró en discusiones alejadas de las necesidades reales. La política dejó de hablarle al ciudadano común y eso abrió la puerta al discurso antisistema. Ahora bien, después de casi dos años de gobierno, los mismos que lo votaron empiezan a ver que este emergente es más de lo mismo: que la “casta” más corrupta es Milei y los sectores que lo rodean, que son los Menem, los que vaciaron el Estado. En ese contexto, la Renovación también tiene que hacer autocrítica: se cortaron vasos comunicantes con la militancia, se apostó demasiado a las redes sociales creyendo que ahí estaba la solución, y se perdió cercanía con los barrios, con docentes, policías, empleados públicos. Recuperar esa cercanía es clave para que la gente vuelva a sentir que la política la escucha y la acompaña en el día a día. — Es una autocrítica fuerte ¿Fue un error disminuir la militancia territorial? —No lo considero un error en el sentido negativo, sino un intento que no dio los resultados esperados. Se probó con nuevas formas de comunicación política y está bien haberlo intentado, pero la realidad demostró que el núcleo del voto renovador no se sostiene con publicidad ni con redes sociales: se sostiene con organización en los barrios, con redes de solidaridad, con la cercanía de los dirigentes. Abandonamos parte de ese trabajo de base y eso se sintió en las urnas. La política tiene que tener la humildad de reconocerlo: no se puede responsabilizar al votante por elegir otra opción. Si un ciudadano que te votó hace dos años ahora no lo hace, es porque algo pasó en el medio. Y ese algo tiene que ver con la crisis económica nacional, sí, pero también con la falta de presencia política cotidiana en el territorio. La gente quiere que los dirigentes estén, que atiendan el teléfono, que acompañen, que organicen la comunidad. Eso se fue perdiendo y ahora hay que reconstruirlo con fuerza. Por eso hay que volver a conectar con la esencia del militante renovador. —¿Qué le dirías a un joven que aún cree en el discurso anticasta de Milei? —Le diría que entiendo su deseo, que comprendo que el voto de los sub 25 no fue por odio a la política, sino por un anhelo de progreso rápido. Muchos chicos hoy quieren generar riqueza como lo ven en las redes, con la ilusión de que hay atajos para hacerse ricos en poco tiempo. Milei les prometió eso, que con terminar con la casta iban a tener la vida resuelta. Pero la realidad es otra: nadie se hace rico en quince minutos. La única forma de lograr bienestar es trabajando, con una economía ordenada, con un Estado presente que te dé una mano para emprender, con redes de apoyo comunitario. Ese es el mensaje que tenemos que darles: que no están solos, que la salida es colectiva, que el futuro no es un eslogan sino un proyecto compartido. Y que ningún “Colorado de las criptomonedas” les va a resolver la vida. —En Misiones, Diego Harfield vuelve a ser candidato. ¿Qué opinás de él? —Harfield es un caso muy claro de cómo se vacía de contenido la política. Es una persona que nunca trabajó, que no tiene preparación política ni moral, que no conoce la realidad de los misioneros porque vive en Buenos Aires. Cuando alguien dice que la salud pública no es necesaria, es porque nunca la usó, porque nunca tuvo la necesidad de recurrir a ella. Eso habla de una falta total de empatía. Y cuando alguien se postula sin la menor intención de representar de verdad a la provincia, sino solo para sostener un proyecto personal, estamos ante una estafa electoral. No hay ahí un proyecto político, hay un aprovechamiento de las reglas del sistema para beneficio propio. Y la gente tiene que saberlo. —¿Y qué te generan las divisiones del peronismo a nivel nacional? —La misma sensación que me genera la Libertad Avanza: ausencia total de proyecto. Cuando un frente no tiene un programa de país, la lista de candidatos se transforma en una disputa personal. Cristina Brítez, por ejemplo, no tiene un proyecto más allá de repetir lo que le baja La Cámpora. Entonces, lo que vemos es que en lugar de discutir qué modelo de país queremos, se discuten intereses personales. Y así no se construye futuro. —¿Cómo cerras esta entrevista? —Primero, pidiendo el voto para Óscar Herrera Ahuad, porque es el dirigente más capacitado, con más trayectoria y cercanía con la gente. Es el mejor candidato que hoy se presenta en cualquiera de los frentes. Y segundo, reivindicando el rol de los intendentes. Ellos son la primera línea de batalla: están todos los días resolviendo problemas concretos de los vecinos, escuchando, dando respuestas inmediatas. Hay que fortalecerlos y darles protagonismo político real, no solo en época electoral. Si recuperamos esa cercanía, si volvemos a construir desde abajo, estoy convencido de que la Renovación va a recuperar la potencia electoral que la distinguió en estos 20 años
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