24/08/2025 05:08
24/08/2025 05:07
24/08/2025 05:07
24/08/2025 05:07
24/08/2025 05:06
24/08/2025 05:02
24/08/2025 05:02
24/08/2025 05:02
24/08/2025 05:01
24/08/2025 05:01
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 24/08/2025 03:22
Javier Milei y Diego Spagnuolo “En pocas semanas, la sociedad argentina será sometida a una experiencia muy singular. Cuando millones de personas concurran a las urnas, sabrán que el principal referente de uno de los proyectos en disputa les ha mentido. La relación entre poder y mentira, o sobre la necesidad de mentir para sobrellevar nuestras vidas miserables, ha sido explorada de manera muy rica por historiadores, novelistas y filósofos. Miguel de Cervantes, Maquiavelo o -mucho más cerca en el tiempo- Javier Cercas, en El impostor, son tres de los tantos autores que recorrieron el asunto. No es un tema nuevo en la historia de la humanidad: la persona que miente, el político que miente. Pero pocas veces esta cuestión ha quedado a la vista de manera tan descarnada y humillante para todos: para la persona que engañó y para quienes fueron engañados. De manera que, en apenas algo más de un mes, se sabrá cuántos argentinos están dispuestos a apoyar a un Presidente, a pesar de tamaña defraudación. De ese resultado se podrá obtener al menos un acercamiento a la valoración que hace la sociedad argentina acerca de la mentira y la verdad”. Hace exactamente cuatro años, esta columna arrancó con el párrafo que antecede. No se refería, claro, a la aparición de audios donde un funcionario del entorno presidencial acusaba a la hermana de este Presidente de desviar dinero destinado a los discapacitados. El tema en ese momento era la aparición de una foto donde aquel Presidente aparecía en el cumpleaños de quien era su esposa sin respetar las normas de la cuarentena. El mismo Presidente que imponía restricciones estrictas a la vida cotidiana, que amenazaba con detener personalmente a los transgresores, ese paladín de la cuarentena al mismo tiempo desmentía en privado de todo lo que decía en público. O sea, el Presidente construía una ficción, una fake news sobre sí mismo, decía que era lo que no era, que hacía lo que no hacía. Ese día terminó la presidencia de Alberto Fernández. El cumpleaños de Fabiola Yañez en Olivos Se podrían llenar varios programas de televisión con la discusión acerca de si es más grave esto o aquello, si es peor desviar dinero de los discapacitados o festejar con la familia cuando todos los demás tienen prohibido hasta despedirse de quienes estaban por morir. En cualquier caso, ambos episodios juegan al límite con un asunto muy sensible: la credibilidad de la persona que conduce al país, su palabra, sus códigos, sus valores morales, la base de la autoridad. En aquel caso, el de hace cuatro años, la foto era un elemento demoledor, inapelable. En este, la investigación recién empieza. Pero el extraño recorrido del Presidente en los días posteriores al estallido del escándalo lo interna en un camino peligrosísimo, y lo enfrenta a un espejo muy degradante. La primera reacción presidencial se produjo el jueves a las 0.22, cuando ya el escándalo de los audios inundaba el debate público. En ese minuto, el Gobierno anunció por un tuit que había echado a Diego Spagnuolo, el abogado del presidente que, hasta ese momento, conducía la devastada Agencia Nacional de Discapacidad. No lo informó el presidente Javier Milei, ni el vocero presidencial Manuel Adorni: se trató de un texto subido por le cuenta de X llamada “Vocería presidencial”. Es decir, nadie ponía la cara para defender la decisión: era un pronunciamiento de una entidad burocrática. El parrafito central, decía así: “Frente a los hechos de público conocimiento y ante la evidente utilización política de la oposición en año electoral, el Presidente de la Nación ha decidido, de manera preventiva, la remoción del cargo del Director Ejecutivo de la Agencia Nacional de Discapacidad, Diego Spagnuolo”. Lo primero que se nota en el texto es una omisión deliberada. El Gobierno se refiere a “los hechos de público conocimiento”. Una persona que solo tuviera acceso al comunicado no podría entender de qué están hablando. Ese día, por ejemplo, habían detenido a los empresarios del Fentanilo, la barra brava de Independiente se había enfrentado con la de Universidad de Chile. ¿A qué cosa se referían que, de tan grave, ni siquiera podían nombrarla? La explicación, a estas alturas, es obvia. Se habían difundido audios donde Diego Spagnuolo sostenía que había una estructura corrupta, montada por presión de Karina Milei, en la Agencia de Discapacidad, y que él le había informado al presidente Javier Milei sobre lo que estaba sucediendo. Karina Milei ya había aparecido involucrada en el caso de la criptomoneda $Libra y en las múltiples denuncia sobre ventas de candidaturas y cobros por audiencias con el Presidente. Ni en ese comunicado, ni en ningún otro momento hasta el cierre de esta nota, el Gobierno pudo referirse al hecho, que luego derivó en allanamientos y redadas policiales. Nadie desmintió que los audios fueran verdaderos, nadie argumentó que eran construidos por Inteligencia Artificial, nadie se atrevió a decir que no hubo coimas. Silencio. Lule Menem, Diego Spagnuolo y Martín Menem El segundo elemento curioso del comunicado es la expresión “de manera preventiva”. Quien lo redactó se ocupó de señalar que separaban a Spagnuolo no porque lo consideraran culpable de nada sino hasta que las cosas se aclarasen. ¿Qué quisieron decir con eso? ¿A quién estaba dirigida esa aclaración? En los audios se le escucha decir a Spagnuolo: “Tengo todos los whatsapp de Karina”. Una especulación razonable, entonces, es que tal vez era mejor no enojarlo demasiado y por eso explicaron que se lo separaba solo por las dudas, “de manera preventiva”. Esa especulación parece confirmarse porque, hasta el momento, y pese a que en los audios se escucha a Spagnuolo diciendo cosas terribles de los hermanos Milei, nadie se atrevió a decir nada sobre él, ni siquiera los habituales espadachines en las redes, que dicen cualquier cosa. La conducta es muy parecida a la adoptada por el Gobierno durante el caso $Libra, cuando –a diferencia de la altisonancia habitual—cuidaron al detalle la relación con los artífices del negocio. No eran insectos, ni miserables, ni parásitos mentales, ni enanos soviéticos. No los quisieron enojar. Pero hay además un tercer detalle, donde el texto se refiere a “la evidente utilización política de la oposición en año electoral”. En una democracia, es lógico que ante un escándalo de esta magnitud, la oposición pida explicaciones. Son las reglas del juego. Pero hasta ese momento eso ni siquiera había sucedido. Se trataba de una crisis generada por el Gobierno, dentro del Gobierno, por funcionarios muy cercanos a la cúpula del Gobierno, donde se ventilaban detalles que el Gobierno ni siquiera podía mencionar. Echarle la culpa de todo a los “kukas”, como les dice el Presidente puede ser muy tentador. Los “kukas” son culpables de la corrupción en el oficialismo, de la disparada del dólar o la tasa de interés, de que no lleguen capitales. Total, qué más da. Es pura ganancia. Hay un chivo expiatorio que sirve para explicar todos los problemas que enfrenta el país. Salvo que la repetición del recurso puede transformarse en un boomerang. Cualquier persona medianamente inteligente sabe que, en este caso, donde el kirchnerismo no tuvo nada que ver, echarles la culpa es una coartada, un intento de desviación, un encubrimiento. ¿Cuánto tardará la mayoría de la sociedad en hartarse de un recurso tan trillado? Javier Milei en La Matanza El presidente habló dos veces desde el estallido del escándalo. La primera fue en el Council of América. El país entero estaba esperando su reacción frente al escándalo que podría involucrar a su hermana. En cambio, Milei se refirió a la necesidad de que el oficialismo gane las elecciones “para ponerle el último clavo en el ataúd” a “los kukas”. También explicó que la altísima tasa de interés es culpa de “los kukas”. El viernes por la noche, el Presidente volvió a hablar en Rosario. El párrafo con el que arrancó generó burlas en la televisión, incluso por parte de colegas que hasta hace muy poquito eran asiduos asistentes a la quinta de Olivos. Así arrancó el discurso: “Deseo dar las gracias por haberme invitado a esta disertación. Me llena de orgullo y de honor poder estar aquí y conversar con ustedes sobre un tema que yo creo que es muy importante y sobre el cual hay mucho debate: la volatilidad de la tasa de interés”. Luego se despachó con otro rosario de insultos contra la corrupción “kuka”. El silencio presidencial contrasta con su habitual locuacidad. En las últimas horas las redes están plagadas de los discursos en los que prometía ser inflexible en la lucha contra la corrupción. Un esquema “persa” prometía el primer mandatario: “Yo encuentro a alguien con las manos en la lata, no tengo ningún problema en meterle un cañonazo en la cabeza. El que las hace las paga. Casi que sería un esquema persa. Te agarro robando y te corto la mano”. Milei ha acusado de corrupción sin pruebas a artistas, periodistas y disidentes de todo tipo. El creó el apodo Lali Depósito o María BCRA o María Pauta Santillán o Pautino Rodríguez, entre tantos otros. Pero en este caso, hace cinco días que está en silencio. El silencio es una decisión táctica: el Gobierno trata de fingir demencia hasta que las olas se tranquilicen. Pero, ¿eso es lo que hace un líder honesto cuando lo acusan a él y a su hermana de algo tan grave como desviar fondos para los discapacitados, a los cuales también le recortaban financiamiento? ¿Qué tipo de líder, de persona, hace eso? Es difícil de medir el efecto sobre la autoridad presidencial de todo esto, pero seguramente no será beneficioso. Encima, el escándalo se monta o convive con otras cuestiones que complican más el panorama. La evidente pelea interna entre personas del entorno presidencial permite anticipar la explosión de nuevos escándalos. Cualquiera que los frecuente sabe hasta qué punto están instaladas las peores sospechas recíprocas entre los generales de las fuerzas del cielo. Y además, claro, la economía. La recesión empieza a hacer mella. El jueves se conoció un dato tremendo: el muy respetado Índice de Confianza del Consumidor, de la Universidad Di Tella, se derrumbó un 13 por ciento en julio. Es una caída que casi no registra antecedentes, a pocas semanas de las elecciones. Hace cuatro años exactos otro presidente rifaba su autoridad. ¿Qué será más grave: festejar un cumpleaños en pandemia o tolerar que se desvíe dinero de los medicamentos para discapacitados? Entre esas opciones tan edificantes, discurre la política argentina.
Ver noticia original