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» Diario Cordoba
Fecha: 23/08/2025 02:33
Lo que está viviendo la población de Gaza desde el mes de octubre del año pasado debería avergonzarnos a todos. Es del todo inadmisible el exterminio al que se está sometiendo a quienes viven en la Franja y la actuación del gobierno de Israel y de su primer ministro, Benjamin Netanyahu, no puede calificarse de otro modo que como un genocidio. Resulta llamativo que los representantes políticos de un pueblo como el israelí, que ha sufrido en sus propias carnes el holocausto, sean ahora los que lideren una limpieza étnica cuyo único fin es acabar con el pueblo palestino y ocupar los territorios para expandirse en la zona. Los gestos y anuncios de los gobernantes de todo el mundo ante lo que sucede en Palestina son bienintencionados (unos más que otros), pero parece que al Ejecutivo israelí eso le preocupa bien poco. Tal vez ese es el problema, que hemos llegado a una degeneración de las instituciones a nivel planetario de tal calibre que sátrapas como Netanyahu no se sienten amenazados o intimidados por las resoluciones que puedan adoptar otros. Sobre todo si tiene como aliado, además, a Donald Trump, el mismo que abogaba por la conversión de Gaza en un resort turístico único en el mundo, supongo que porque estaría construido encima de un cementerio con miles de inocentes. Todas las guerras son crueles e injustas, porque las víctimas son las que pagan las consecuencias de las decisiones de sus gobernantes. Pero en el caso de Gaza, hay que poner en duda que se trate de un conflicto bélico al uso y siguiendo las «normas» que establece el Derecho Internacional. Resulta preocupante que una de las armas que desarrolla Israel para aplastar a los palestinos no tenga nada que ver con su enorme potencial militar, sino que está utilizando la hambruna para matar a seres humanos. Y todavía más lamentable que se actúe de esa manera sobre miles de niñas y niños inocentes, que se mueren de inanición y nos dejan cada día imágenes que rompen el alma de cualquiera con un mínimo de sensibilidad. Se habla mucho en las últimas semanas de la necesidad de los dos estados para alcanzar la paz (algo que no es nuevo), del reconocimiento de Palestina por cada vez más países e incluso de organizar una misión internacional (lo ha propuesto Macron) liderada por la ONU para que tome el control de la Franja. Son decisiones políticas, que buscan dar carpetazo a una situación de terror que incluso podría agravarse si, como ya ha aprobado Netanyahu, Israel toma el control total de Gaza. Es difícil valorar si lo que está sucediendo allí se hubiera producido en otro contexto internacional hace años, cuando la capacidad y liderazgo de los gobernantes a nivel mundial era otra. Lo de Gaza es un ejemplo más de que, no solo en España, sino en todo el planeta, contamos a día de hoy con la peor clase política del último medio siglo. Ellos son los responsables, por incapacidad, de que situaciones como la de Palestina hayan llegado a estos niveles de deshumanización. Pero esa afirmación no nos exime a la ciudadanía de a pie de responsabilidad. En primer lugar, porque hemos sido nosotros los que hemos elegido a esta caterva de dirigentes. Y en segundo término, porque nuestra indolencia hacia el sufrimiento ajeno es cada día mayor. Desconozco por qué hemos llegado a este punto, pero es evidente que la sensibilidad social hacia este tipo de dramas humanitarios se ha ido rebajando en los últimos años a pasos gigantescos, lo que ha dado aún más alas a quienes desde su poltrona buscan la aniquilación de los que consideran sus enemigos, ya sea a través de las armas convencionales o el hambre. Decía Zavalita, el personaje de Vargas Llosa en su novela Conversación en la catedral, aquello de «¿cuándo se jodió el Perú?». Tal vez sea la pregunta que todos deberíamos hacernos a día de hoy para empezar a cambiar las cosas y proponer un panorama internacional nuevo, en el que esos valores que creíamos irrenunciables dejen de ser, como estamos viendo ahora, admitidos ante la pasividad de un mundo cuyo rumbo es demasiado incierto. Pensemos si de verdad es este el modelo de convivencia que queremos dejar a las nuevas generaciones. En nuestras manos está parte de la solución. *Presidente de Comercio Córdoba
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