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  • Cómo combinar liderazgo confiable y respuesta veloz para que tu empresa le gane a la competencia

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 22/08/2025 16:49

    El liderazgo fuerte y la velocidad de ejecución se transforman en indicadores que impactan directamente en la competitividad y en los resultados financieros (Imagen ilustrativa Infobae) Alguna vez te preguntaste cuánto vale tu liderazgo en el mercado interno de tu empresa? No cuánto facturás, ni cuánto capital tenés disponible. Hoy el liderazgo funciona como una divisa. Y como toda divisa, puede apreciarse o devaluarse. Si cada vez que hablás la organización se mueve con fluidez, tu liderazgo es moneda fuerte: confiable, estable, aceptada. Tiene valor y quizás esté en alza. En cambio, si tu diagnóstico llega rápido pero la acción tarda porque tu equipo lo procesa en distintos idiomas, entonces el tipo de cambio de tu liderazgo es cada vez más bajo. En el mercado de tu empresa, tu coherencia y tus decisiones cotizan todos los días. Y como en la economía, la inflación también pega acá: cada día que demorás en decidir, tu palabra compra menos compromiso, menos energía y menos resultados. Osea: tenés una pérdida de poder adquisitivo: Así funciona, porque este es el “tipo de cambio real” de tu liderazgo. Lo que vale en los pasillos, no en el balance. Y si el tipo de cambio de tu liderazgo baja, no esperes hasta verlo reflejado en el balance, actúa inmediatamente si detectas cambios en la energía u otras señales de tu equipo. Del otro lado de la moneda aparece la velocidad. La mayoría de los CEOs todavía mide rentabilidad, EBITDA, market share… y está muy bien. Pero falta algo. En el 2026, la métrica central será: ¿Qué tan rápido pasás del diagnóstico a la acción.? Por ejemplo: si tu equipo detecta una caída en ventas y tarda tres meses en ajustar precios o lanzar una campaña, la decisión ya llegó tarde. El contexto se movió, el cliente se fue. La demora se mide en pérdidas de margen, pero también en desgaste emocional: gente que siente que trabaja en cámara lenta mientras el mundo corre. Por eso la velocidad entrenada y calibrada no es mera improvisación ni reacción espasmódica. Es ejecución ajustada. Es tener visión, pero también un equipo que se transforma en músculo que decide e implementa en horas lo que antes llevaba semanas. Es detectar un cuello de botella interno y desbloquearlo antes de que se convierta en crisis. Alguna vez viste cómo un competidor más chico y ágil te ganó mercado mientras vos seguías revisando presentaciones interminables? Eso es perder velocidad. Y en este tablero, la velocidad es la nueva moneda dura. Y así, las y los CEOs , que manejan muy bien los números, esta vez tendrán que incorporar nuevos indicadores para su propia gestión y poner a rodar su propio valor en el mercado. El dilema es claro: podés tener un liderazgo sólido, pero si tu organización es lenta, tu palabra se convierte en discurso inspirador sin efecto práctico. Podés tener procesos veloces, pero si tu liderazgo está devaluado, la ejecución será mecánica, sin compromiso, sin energía. La verdadera ventaja aparece cuando se combinan las dos caras de la moneda: - Liderazgo como divisa fuerte, que cotiza alto porque moviliza, convence, genera confianza inmediata. - Velocidad como KPI central, que mide cuán rápido esa confianza se traduce en decisiones y resultados concretos. Por eso invito a que todo CEO de 2026 se haga esta doble pregunta: ¿Mi palabra compra acción real en la organización? ¿Esa acción ocurre en tiempo competitivo o en cámara lenta? Los efectos son palpables, sin metáfora alguna, y se ven impactados directamente en EBITDA y resultados. Si el 2025 fue el año de resistir y rediseñar, el 2026 puede ser el año de capitalizar. Cuando el liderazgo es divisa fuerte, la confianza se traduce en compromiso y en decisiones que fluyen sin fricciones. Cuando la velocidad se convierte en KPI, los equipos reaccionan antes que la competencia y convierten el diagnóstico en EBITDA. Traducido a números, liderazgo y velocidad no son filosofía: son contabilidad pura. ¿Cómo se observa en la empresa el impacto?? - Menor costo de oportunidad: reaccionás a tiempo, no perdés márgenes por lentitud. - Eficiencia operativa real: menos pasos burocráticos, menos errores, menos gastos ocultos. - Mayor retención de talento: los que se quedan lo hacen porque sienten que están en una empresa que se mueve, no que se paraliza. - EBITDA protegido: la velocidad en ajustar precios, renegociar contratos o mover recursos asegura que la línea de resultados no se erosione. El mercado duda porque perdió certezas y aún no ganó nuevos consensos: no sabe si el consumo se recupera o se hunde, si conviene invertir en IA o esperar, si el talento se retiene a cualquier costo o se reemplaza. Pero una empresa no puede vivir en la duda. La empresa tiene que apostar y decidir. Es aquí donde aparece el diferencial del CEO 2026: - El liderazgo fuerte reduce la duda interna (puertas adentro, tu palabra vale). - La velocidad responde a la duda externa (aunque el mercado tarde en decidir, vos tenés que marcar el rumbo). Esa es la verdadera ventaja competitiva: mientras el mercado titubea, tu organización avanza. Entonces, lo que vale y define tu supervivencia es cuánto cotizan tu palabra y tu acción, y la velocidad de tus músculos, o sea tu equipo. Si palabra + acción se traducen en margen y negocio sostenido… ¿qué estás esperando para revalorizar tu liderazgo como la divisa más fuerte del 2026 y convertirlo en tu mejor activo financiero?

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