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  • De promesa a desencanto: la soledad política de Azcué en Concordia

    Parana » Analisis Litoral

    Fecha: 20/08/2025 02:58

    En política, hay cargos que agrandan a las personas… y personas que achican el cargo. A Francisco Azcué, actual intendente de Concordia, le tocó lo segundo. Llegó con la fortuna de haber sido elegido para un puesto ejecutivo que jamás había ocupado, con el aval del voto popular y la expectativa de encarnar la renovación. Pero un año después del famoso “Pacto de Julio”, lo que queda a la vista no es renovación sino improvisación, impericia y soledad política. Azcué prometió consensos, pero eligió el monólogo. Anunció diálogo, pero prefirió el decreto. Habló de escuchar, pero terminó ignorando. El intendente que decía venir a cambiarlo todo, todavía no arranca. O peor: arrancó mal y parece ir directo a la banquina. El espejismo del Pacto de Julio El 17 de agosto de 2024, en un acto solemne, Azcué se vestía de estadista. Prometía mesas de trabajo, respeto institucional y planificación colectiva. Su “Pacto de Julio” quería ser la réplica local del “Pacto de Mayo” de Milei: un acuerdo de gobernabilidad, un gesto de madurez política. Hoy, a un año, ese pacto luce como una estafa emotiva. No hubo mesas de trabajo, sino decretazos. No hubo consensos, sino choques. No hubo diálogo, sino silencio. El “gran acuerdo” quedó en la foto oficial y en un discurso para la tribuna. En la práctica, el intendente convirtió la política en una cruzada personal. Del intendente al “Sheriff” El cambio más evidente no está en las obras ni en la gestión (porque brillan por su ausencia), sino en el estilo. Azcué mutó del joven dirigente sonriente al “Sheriff Azcué”: un personaje rígido, hosco, convencido de que la autoridad se impone con gestos duros y expulsiones. Despidos masivos de contratados pobres, persecuciones a críticos, la radio pública cerrada de un portazo, gremios unidos en su contra y un Concejo Deliberante convertido en escribanía exprés para aprobar reformas del COUyT, adjudicaciones y excepciones a medida. Eso no es gestión: es una caricatura de poder autoritario. La soledad del poder Lo más preocupante no son las peleas —que son muchas— sino la soledad creciente. Azcué rompió con Cresto, maltrató a radicales y referentes del PRO, ninguneó a instituciones y se blindó contra la prensa que no le festeja el libreto. Su frente político cruje. Y lo único que parece sostenerlo es un círculo chico, asesorías porteñas y un relato libertario que ya no convence ni a los propios. Desde Paraná lo dicen sin vueltas: “Encima que la cosa está difícil, se pelea con todos al mismo tiempo”. Y en la calle el apodo ya hizo escuela: “No arranca”. Dos palabras que, con sorna, resumen la frustración de una ciudad que esperaba mucho más que peleas y decretos. Promesas que se esfuman La Concordia de hoy no tiene obras de peso, ni inversiones, ni recaudación saludable. La situación social empeora y la economía local está planchada. Frente a eso, la respuesta oficial fue refugiarse en la narrativa libertaria: culpar al pasado, atacar a los críticos y ensayar discursos de mano dura. Una serpiente que se muerde la cola y desgasta su propio capital político. El problema no es que Azcué “no haga”. Hace. Pero hace daño. Da la impresión de que nunca entendió que gobernar exige estrategia, planificación y capacidad de generar hipótesis de trabajo. No alcanza con decretos y fotos. No alcanza con el gesto adusto de sheriff de utilería. Gobernar una ciudad como Concordia requiere política de verdad. Y hasta ahora, lo único que mostró es improvisación con aroma a soledad.

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