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  • Un satélite meteorológico captó rayos y vientos extremos en el corazón del huracán Erin

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 19/08/2025 16:55

    El huracán Erin visto desde el espacio El Atlántico norte vuelve a ser escenario de un fenómeno meteorológico extremo que llamó la atención de especialistas. El huracán Erin, quinto fenómeno con nombre en la temporada de 2025 y primero en alcanzar categoría de huracán, demostró la capacidad que tiene el océano de producir tormentas de enorme intensidad en muy poco tiempo. La rapidez de su formación y su tamaño inusual lo convirtieron en un caso de estudio para la ciencia y en una advertencia sobre los riesgos crecientes en tiempos de cambio climático. El huracán Erin, el primer huracán de la temporada atlántica de 2025, se desplaza hacia el oeste cerca de Puerto Rico (NOAA) Erin se originó como tormenta tropical el 11 de agosto y en apenas cuatro días ya había alcanzado la categoría de huracán. El 15 de agosto, cuando se acercaba a las Antillas Menores, superó el umbral de vientos sostenidos de 119 km/h y fue oficialmente catalogado como huracán. Solo un día después escaló hasta categoría 5, el nivel más alto en la escala de Saffir-Simpson. En ese punto registró vientos máximos sostenidos de 260 km/h, una velocidad que lo ubicó entre las tormentas más intensas del Atlántico en los últimos años. Las imágenes satelitales aportaron una dimensión impactante al fenómeno. El satélite GOES-19 de la NOAA, uno de los instrumentos más avanzados para observar la atmósfera en tiempo real, capturó la evolución del sistema desde que era apenas un cúmulo nuboso hasta que desarrolló un ojo perfectamente definido. Las tomas de alta resolución mostraron cómo Erin se organizó con rapidez, adquirió simetría y generó destellos de relámpagos alrededor de su centro, un espectáculo visual que reflejaba la violencia interna del huracán. El GOES-19, operado por la NOAA, transmitió imágenes en tiempo real de la tormenta, lo que permitió observar su estructura interna y los relámpagos que brillaban en torno a su ojo. Esta información no solo tuvo valor visual, también resultó esencial para los pronósticos. Aunque no tocará tierra en Estados Unidos, el huracán Erin provocará estragos en toda la costa este del país. (National Hurricane Center) Los satélites geoestacionarios como el GOES-19 se encuentran a más de 35 mil kilómetros de la Tierra y permanecen fijos sobre un mismo punto del planeta. Esa posición les da la capacidad de registrar constantemente los cambios atmosféricos. En el caso de Erin, las imágenes revelaron cómo el huracán crecía en simetría y mostraba características de un sistema bien organizado. Además, los cazadores de huracanes de la Fuerza Aérea estadounidense se internaron en el sistema para medir directamente la velocidad de los vientos y la presión central. Estos vuelos, arriesgados pero fundamentales, permiten validar las estimaciones de los satélites y aportar datos que luego se integran en los modelos informáticos. El resultado fue una cobertura casi inmediata de la evolución del huracán, lo que mejoró la capacidad de alerta para las comunidades en riesgo. La precisión de los pronósticos es clave en un escenario donde minutos de anticipación pueden marcar la diferencia entre la seguridad y el desastre. La magnitud del sistema no se limitó a su fuerza. El lunes 18 de agosto, el ojo de Erin alcanzó un diámetro de 56 kilómetros. Los vientos con fuerza de tormenta tropical se extendían hasta 370 kilómetros desde el centro, casi el doble de lo que suele registrarse en huracanes de gran escala. Esa amplitud significaba que, incluso sin impactar de lleno sobre tierra, el sistema podía generar olas gigantescas y corrientes peligrosas en zonas costeras lejanas. En esta imagen, tomada de un video de WVEC-TV muestra varias viviendas en la costa atlántica, en el condado de Dare, Carolina del Norte, el 18 de agosto de 2025, antes de la llegada del huracán Erin. (WVEC-TV vía AP) La amenaza para las costas Aunque los modelos de pronóstico coincidieron en que Erin se mantendría mayormente en aguas abiertas, las autoridades de varios territorios reaccionaron con cautela. El condado de Hyde, en Carolina del Norte, declaró el estado de emergencia en la isla de Ocracoke y ordenó evacuaciones preventivas. La advertencia era clara: las olas superiores a seis metros podían superar las dunas de protección y provocar inundaciones en carreteras y zonas bajas. En Bermudas, la previsión también generó preocupación. Phil Rogers, director del Servicio Meteorológico local, señaló que el jueves por la noche se esperaba el momento más crítico, con olas que podrían alcanzar los siete metros. Ese nivel de marejada suponía un riesgo real para la infraestructura costera y la navegación. El Centro Nacional de Huracanes (NHC) de Estados Unidos actualizó varias veces sus avisos para aclarar que, aunque Erin no tenía previsto tocar tierra directamente, las consecuencias de su paso serían evidentes. Se emitieron alertas de tormenta tropical para las Islas Turcas y Caicos y para el sureste de las Bahamas. También se advirtió que las corrientes marinas y las olas violentas representarían un peligro mortal incluso en días soleados, una paradoja que suele generar confusión entre turistas y residentes en zonas playeras. El huracán Erin alcanzó la categoría 5 con vientos de 260 km/h, una intensidad poco común en el Atlántico norte en tan corto tiempo. Por eso los agentes de seguridad se preparan para abastecer a los posibles daminificados (Reuters) “Cualquier persona razonable podría llegar a la conclusión de que no es seguro estar al aire libre en estas condiciones”, explicó Jaime Rhome, subdirector del Centro de Huracanes. Sin embargo, agregó que cuando la tormenta se encuentra lejos de la costa puede haber una falsa sensación de calma, con cielos despejados y playas aparentemente tranquilas, lo que aumenta el riesgo de accidentes. A primera hora del martes 19, Erin perdió algo de fuerza y bajó a categoría 3, con vientos de 185 km/h. Aun así, continuaba siendo un sistema mayor, situado a más de mil kilómetros de Bermudas y a una distancia similar de Cabo Hatteras, Carolina del Norte. El NHC subrayó que, aunque su centro permanecía en mar abierto, los efectos secundarios no debían subestimarse. Un espejo del cambio climático El caso de Erin volvió a poner en foco una preocupación creciente entre los meteorólogos: la rápida intensificación de los huracanes. Este proceso, definido como el incremento súbito de la fuerza de un ciclón en menos de 24 horas, se está registrando con mayor frecuencia en el Atlántico. La explicación está vinculada al cambio climático. Las corrientes marinas y el oleaje de más de seis metros generados por Erin representan riesgos graves incluso en días soleados (Reuters) El calentamiento global incrementa la temperatura de la superficie marina, lo que a su vez aumenta la cantidad de energía disponible para alimentar a las tormentas. Además, una atmósfera más cálida retiene más vapor de agua, lo que favorece lluvias torrenciales. Ambos factores actúan como combustible para que sistemas como Erin crezcan a un ritmo inusitado. Investigadores registraron en los últimos años temperaturas récord en los océanos. El Atlántico norte mostró anomalías térmicas que superaron en varios grados los promedios históricos, creando un escenario ideal para el fortalecimiento de ciclones. No es casualidad que Erin se intensificara tan rápido ni que alcanzara la categoría 5 en cuestión de horas. La ciencia advierte que esta tendencia podría volverse más común en el futuro. Aunque no todos los huracanes se intensifican de forma explosiva, la probabilidad aumenta cuando el océano está tan caliente. Los datos de Erin se suman a una lista de episodios que respaldan esa hipótesis. Para la comunidad científica, cada tormenta de estas características no es solo una emergencia meteorológica, sino también un indicio de cómo el clima está cambiando. Con un ojo de 56 kilómetros de diámetro y vientos que se extendían 370 kilómetros, Erin se convirtió en un huracán de gran magnitud (NOAA) Aunque Erin no tocó tierra de forma directa en sus primeras fases, su tamaño y potencia lo convirtieron en un monstruo en alta mar. Las olas de más de seis metros que generó se desplazaron hacia la costa este de Estados Unidos, obligando a cerrar playas y emitir advertencias de corrientes peligrosas. Las imágenes aéreas mostraron un océano encrespado, con espuma blanca extendiéndose a lo largo de kilómetros. Los Outer Banks, una serie de islas en Carolina del Norte, estuvieron bajo especial vigilancia. La combinación de marejadas y vientos podía provocar inundaciones en carreteras y zonas urbanizadas. Las autoridades locales ordenaron evacuaciones parciales y reforzaron la infraestructura de protección costera. En paralelo, la población de Bermudas se preparaba para una noche difícil. Aunque el ojo del huracán no se esperaba que pasara directamente sobre la isla, la proximidad era suficiente para generar condiciones severas. El huracán Erin de 2025 pasará a la historia por varias razones. Fue uno de los sistemas que más rápido se intensificó en el Atlántico, alcanzó la categoría 5 en cuestión de horas y desplegó un tamaño muy superior al promedio. Su evolución fue captada en detalle por los satélites más avanzados y generó evacuaciones preventivas en distintas regiones, a pesar de que se mantuvo mayormente en mar abierto. Más allá de los daños que pueda provocar en su recorrido, el verdadero legado de Erin está en lo que revela sobre el futuro de los ciclones tropicales. Con océanos cada vez más cálidos y una atmósfera cargada de humedad, la posibilidad de tormentas intensas aumenta. La ciencia advierte que lo que hoy parece extraordinario podría volverse más frecuente en las próximas décadas. El Atlántico seguirá siendo un laboratorio natural donde se prueban las capacidades de predicción y se ponen a prueba las políticas de prevención. Erin mostró que la combinación de tecnología, ciencia y acción rápida puede salvar vidas, pero también que la magnitud de la naturaleza en tiempos de cambio climático plantea desafíos cada vez mayores.

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