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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 18/08/2025 10:37
Putin fue recibido en Alaska por Trump en un encuentro que inquieta a Ucrania El presidente de Rusia, el hombre que ha proclamado que mi país no debería existir —que es un error histórico que deben corregir los soldados rusos— fue recibido con entusiasmo en Alaska por el presidente de Estados Unidos. Putin descendió de su avión y de su aislamiento diplomático, y caminó por una alfombra roja como un invitado de honor. Su sonrisa era triunfal. ¿Era la confianza de quien cree que saldrá impune de todo lo que ha hecho? ¿O la anticipación de obtener lo que deseaba: una Ucrania sometida y una alianza transatlántica debilitada? Quizás ambas cosas. Los estadounidenses pudieron sentirse incómodos, pero para los ucranianos ver a Putin sonreír y reír fue repugnante. El encuentro entre Putin y el presidente Trump, el viernes, fue un recordatorio de una verdad simple: que el verdadero obstáculo —el único obstáculo real— entre Trump y la paz en Ucrania (y su ansiado Premio Nobel) es Putin. Rusia podría terminar la guerra en cualquier momento deteniendo sus ataques y retirando a sus fuerzas. Bastaría con regresar a casa. Putin podría ponerle fin con una sola llamada telefónica. Putin —y a veces Trump— han intentado presentar a Ucrania como el impedimento para la paz. Pero pensemos cómo podría Ucrania terminar esta guerra en los términos que aceptaría Putin: entregándole todo. Renunciando al territorio que decenas de miles murieron defendiendo, abandonando cualquier aspiración de unirse a la OTAN o a la Unión Europea, aceptando no mantener un ejército capaz de defenderse y colocando un gobierno títere obediente a Moscú. En otras palabras, aceptando dejar de existir. Para un ucraniano —y, sin duda, para la mayoría de las personas— la idea de concederle algo, y mucho menos todo, a un invasor que ha traído muerte y destrucción a un país en paz parece exactamente lo contrario de lo razonable. Una encuesta reciente de Gallup mostró que el 69 por ciento de los ucranianos quiere que la guerra termine mediante una negociación, y pronto. Esa mayoría, en aumento desde el 22 por ciento en 2022 —el primer año de la invasión a gran escala—, ha sido interpretada como señal de que los ucranianos ahora estarían dispuestos a comprometerse. Pero la realidad es más compleja. Otros sondeos que formularon la pregunta de manera más precisa —¿deben los ucranianos ceder territorios a Rusia para terminar la guerra?— muestran que la mayoría aún responde “no”. No es terquedad. Es un rechazo sano y justificado a la injusticia. Mientras veía la reunión en una transmisión en vivo en las primeras horas del sábado en Kiev, mi teléfono se iluminaba con alertas: drones rusos atacaban ciudades ucranianas, como casi todas las noches. Una prueba adicional, si hiciera falta, de que el hombre de la alfombra roja no tenía intención seria de buscar la paz. ¿Qué obtuvo Trump a cambio de sus halagos? Cuando ambos presidentes salieron de la reunión, Trump elogió calurosamente la conversación y habló vagamente de “avances”, pero admitió que no habían llegado a un acuerdo. En los días previos al encuentro, Trump había dado señales de un enfoque más duro hacia Rusia, y aseguró a Volodímir Zelensky, el presidente de Ucrania, y a líderes europeos que cualquier negociación debía comenzar con un alto el fuego y que no se negociaría sin Ucrania en la mesa. Pero tras la reunión no hubo mención de nuevas sanciones contra Rusia, ni de plazos ni exigencias para un cese al fuego inmediato. En cambio, Trump sugirió avanzar hacia un acuerdo integral de paz basado en que Ucrania ceda el resto del Donbás oriental —incluidas áreas que no están ocupadas por tropas rusas—, en lugar de insistir primero en un alto el fuego. Naturalmente, esa es la idea preferida por Rusia. Putin, aún sonriente, no pareció ceder en nada. Trump, impulsado por la impaciencia y por su relación cambiante con Putin —ahora en fase de acercamiento—, podría intentar forzar a Ucrania a terminar la guerra en los términos de Moscú. Pero aceptar un acuerdo ruso por encima de los ucranianos sería una afrenta a la memoria de los decenas de miles que murieron defendiendo su tierra. Sería una bofetada a los civiles desplazados, obligados a ver ondear la bandera rusa sobre sus casas destruidas. Sería el fin de la esperanza para los ucranianos que viven en los territorios ocupados. En The Kyiv Independent, la organización de medios ucraniana donde trabajo, parte de nuestra labor en los días previos a la cumbre fue averiguar qué pensaban los ucranianos sobre la reunión. “¿Para qué fueron tantas muertes?”, dijo Nataliia Prykhodko, viuda de un soldado ucraniano, a una colega. “¿Cómo pueden decidir nuestro destino sin nosotros?” Oleksii Ladyka, un soldado, describió lo que siente al leer sobre discusiones de intercambios de territorios desde el frente de batalla en el este de Ucrania. “Cuando hablan del óblast de Donetsk como de un pastel que puede pasarse de mano en mano”, dijo, “quiero que recuerden que todos aquí tienen una familia, tienen seres queridos, tienen la esperanza y el deseo de una vida pacífica y de un futuro para sus hijos, como cualquier persona en cualquier lugar del mundo”. El lunes, Zelensky, excluido de la cumbre, tiene previsto reunirse con Trump en la Casa Blanca. Los ucranianos esperan plenamente ser presentados como el obstáculo para la paz en los próximos días y semanas. A eso, permítanme repetir para quienes aún escuchan: Rusia podría simplemente volver a casa. © The New York Times 2025
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