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Chajari » Tal Cual Chajari
Fecha: 18/08/2025 01:31
El aumento de costos achica los márgenes del negocio ganadero y saca de la cancha a quienes no tienen espalda financiera para aguantar. El negocio de la carne vacuna argentina atraviesa un momento de fuertes contradicciones. Mientras los precios del ganado en pie alcanzan niveles históricos de entre 2,5 y 3 dólares por kilo vivo, y el consumo interno se mantiene en torno a los 50 kilos per cápita anuales, la estructura productiva del sector se concentra cada vez más en manos de grandes jugadores. Los pequeños y medianos productores, históricamente el corazón del suministro de terneros de cría, están en retroceso y, para muchos, en vías de extinción. Desde su llegada, Javier Milei impulsó una verdadera ofensiva liberal en el sector agropecuario. Eliminó o redujo drásticamente las retenciones: vacas de distintas categorías quedaron liberadas y las cadenas de carne vacuna y aviar tuvieron una baja del 25 por ciento, mientras que las de granos también recibieron recortes significativos. En julio de 2025 anunció la baja permanente de retenciones a la carne (de 6,75 a 5 por ciento) y a granos como maíz, soja y girasol, con el objetivo de supuestamente «no dar vuelta atrás». El modelo económico del gobierno está resultando en un descalce macroeconómico que destruye capacidad productiva local: importaciones masivas, pérdida de mercados, tipos de cambio no competitivos, sin instalar una red de protección para quienes fueron el sustento territorial y federal del país. Carlos Federico Kohn, consultor en empresas agropecuarias y docente universitario, expresa que “el negocio ganadero se convirtió en un negocio financiero. El productor de más escala, con mayor espalda económica, puede aguantar más su rodeo, recriar novillos y ganar kilos. El pequeño, con 50 o 100 vacas, apenas sobrevive. Las estadísticas muestran que está en vías de extinción”. La paradoja es que, pese a la pérdida del poder adquisitivo de la población y a la creciente desocupación, el consumo de carne vacuna en el país sigue siendo de los más altos del mundo. Esto se explica por la particular estructura del mercado interno: diversidad de cortes, miles de productores y frigoríficos y un sistema competitivo que permite a los consumidores ajustar su dieta según el momento del mes sin abandonar del todo la proteína vacuna. Sin embargo, la base ganadera es cada vez más frágil. Según Kohn, el stock nacional ronda las 50 millones de cabezas, un nivel similar al de fines de los años ’70, cuando la población era sensiblemente menor. Esta caída no se debe a una crisis puntual sino a “décadas de estancamiento productivo, ahora agravado por un contexto macroeconómico que favorece la concentración y la especulación sobre la producción”. Carlos Baravalle, productor de cría en Córdoba y vicepresidente de Bases Federadas, advierte que la situación actual no se resolverá con medidas coyunturales ya que “la ganadería requiere planificación a no menos de cinco años. Buscar respuestas inmediatas, como importar carne para bajar precios al consumidor, es como el perro que se muerde la cola: si se afecta al criador, achicará su rodeo y tendremos menos terneros”. El diagnóstico es compartido: la baja eficiencia reproductiva es un problema estructural. Con un destete del 62-65 por ciento, por cada 100 vacas apenas 50 terneros llegan a engorde. Mejorar ese indicador requiere capacitación, infraestructura y tiempo, tres recursos que hoy escasean entre los pequeños productores, asfixiados por costos crecientes y falta de crédito. Desde el inicio del gobierno de Milei, el valor del ternero se duplicó, pero Baravalle detalla que “algunos costos fijos se multiplicaron por tres: movilidad, aportes, obra social, luz, comunicaciones, sueldos, gasoil y sanidad”. En un escenario de insumos dolarizados, los márgenes para el pequeño ganadero se erosionan, empujándolo a vender vaquillonas de reposición y, en casos más extremos, madres, lo que compromete la capacidad de producción futura. Las políticas actuales, enfocadas en déficit cero y apertura importadora profundizan la vulnerabilidad del sector. Para Kohn, el riesgo es claro, ya que “se están exacerbando las contradicciones propias de una actividad económica cruzada por variables macroeconómicas que destruyen a la producción en beneficio del sector financiero” Mientras tanto, el país aún conserva ventajas competitivas notables: un mercado interno robusto, genética de calidad, diversidad de cortes y reconocimiento internacional por la carne de pasto. Pero sin una estrategia pública que contemple la sustentabilidad de los pequeños y medianos productores, los mismos que garantizan el abastecimiento federal y descentralizado, esas fortalezas podrían diluirse en manos de un modelo concentrado que produce para pocos y expulsa a muchos. * Colaborador Técnico de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT).
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