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  • El día que un llamado desde Buenos Aires cambió su vida: Julieta Navarro, la traición, el duelo y la fuerza de las mujeres que la rodean

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 15/08/2025 02:33

    Ellas by GWM - Julieta Navarro Julieta Navarro es periodista y conductora mendocina, conocida por haber sido Virreina Nacional de la Vendimia en 2008 y por su trayectoria en medios de Mendoza antes de dar el salto a Buenos Aires. En su provincia, comenzó en programas como El Mirador de cine y Cada Día; luego se trasladó a la TV nacional, donde amplió su perfil laboral y visibilidad. Se consolidó en América TV dentro del magazine matutino Desayuno americano, donde integra el equipo estable liderado por Pamela David. Anteriormente, trabajó en medios de Paraguay y fue co-conductora de en el programa Buenos Días América (BDA) junto a Antonio Laje. En el plano personal, anunció en 2024 su separación del periodista Lucas Jerez —tras una relación de más de una década— y compartió que fue un final inesperado, asociado a un engaño. Meses después de atravesar el duelo, presentó a su nueva pareja Roberto Mejías. Se trata de un reencuentro que ella misma describió como “una segunda oportunidad”. Red de apoyo, autoconocimiento y nuevos comienzos: cómo Julieta Navarro reconstruyó su vida tras la separación. (Diego Barbatto) Inicios en los medios y adaptación profesional Luli: — Llegaste de Mendoza a Buenos Aires hace varios años. ¿Qué sentís que cambió de esa Juli que vino con un montón de sueños por cumplir a la Juli de hoy ya instalada en el medio? Julieta: — Siento que hay mucho de la Juli profesional que acá aprendió, creció, se curtió, entendió de qué se trataba este trabajo y hoy soy una apasionada de lo que hago. Creo que me fue moldeando mi laburo, me fue educando y llevando por un camino del que me siento muy orgullosa. Yo soy muy soñadora y veía un canal de noticias o un magazine y fantaseaba con eso. Pensaba ¿cómo será para llegar ahí? ¿Cuán difícil será? Porque hay muchos mitos, más si sos mujer. Y cuando llegué a Buenos Aires, con todo ese miedo, no sé si fue mi energía o mi deseo, pero el universo me puso donde me tenía que poner y me crucé con gente que me fue acompañando. Hice un casting para entrar y al mes que llegué a Buenos Aires, entré al canal. Luli: — También lo supiste aprovechar. Porque hay gente que tiene la oportunidad, pero se queda en el camino o profesionales súper preparados a los que a veces no se les da... Julieta: — Sí. Tenés que tener paciencia, entender que tiene sus matices, que vas a tener momentos donde la vas a parir esta profesión, donde no la vas a disfrutar, donde no todo está tan bueno y después tenés esos momentos luminosos y hermosos que valen la pena todo. También depende de cuál es tu objetivo. Yo nunca soñé con ser famosa. De hecho, me decían: “No das muchas entrevistas”. Yo no sé hablar mucho de mí y en este último tiempo me ha tocado y digo: “¡Qué cringe!” (risas). Cambio de rumbo: Paraguay y nuevas oportunidades Luli: — ¿En algún momento tuviste un traspié en donde dijiste: “Me voy a poner a hacer mermeladas y me corro de esto”? Julieta: — Sí, obvio (risas). Yo tengo mi plan B cada tres meses, que es una huerta en Mendoza, en la montaña y un vivero. Hacer tortitas… (risas). Todo el tiempo estoy en conflicto con lo que hago y a mí me gusta. Me parece que es una parte mía. Yo soy así. Muchas veces me planteo no solo si lo que estoy haciendo es lo que me gusta del todo, sino también si quiero hacer esto para toda mi vida y si quiero que mi vida sea exactamente igual. Lo bueno que tiene este laburo también es que es muy dinámico. Todos los días el programa es distinto, incluso con una rutina armada. Pero sí me lo he planteado y tomé la decisión de irme y me fui. Luli: — En el momento en el que te fuiste a Paraguay. Julieta: — Sí, renuncié y me fui… Luli: — Vos estabas siendo la co-conductora de Antonio Laje en un programa súper visto de la mañana y en un momento se te da una oportunidad laboral... Julieta: — Yo lo que decido es no hacer más la mañana. Sentía que era una etapa terminada. Entonces cuando lo hablo con el canal, me proponen el proyecto América en Paraguay. El canal ya existía allá. Y en esa época venía las chicas de Paraguay a conocer cómo trabajábamos nosotros. La propuesta fue: “Anda vos allá, contales cómo trabajamos y hagamos como un intercambio, un know how”. Termino en Paraguay en noviembre, diciembre. Paso ese verano laburando allá y estaba buenísimo. Yo iba y venía… Luli: — ¿Te fuiste con tu ex? Julieta: — Sí. Pero mi ex marido iba y venía para verme. Él trabajaba acá. Lo que pasa que nos agarró la pandemia y ahí el canal me dice: “Nosotros no sabemos qué es esto ni que va a pasar. Por tu seguridad, volvete”. Volví de Paraguay con un proyecto que era como anda y volvé, pero de pronto se estaba poniendo bueno. Luli: — Te gustó la experiencia. Julieta: — Sí. Sentir que yo estaba haciendo algo distinto y se me estaba dando la oportunidad. Cuando llega la pandemia, me vuelvo a Buenos Aires y estuve un par de meses trabajando en América Noticias a la tarde, pero me había quedado ese bichito. Aparte todo el mundo, estaba cerrado… Luli: — ¡Totalmente cerrado! Julieta: — Y de Paraguay me hacen un ofrecimiento de otro canal porque durante el tiempo que estuve me relacioné con argentinos que trabajaban en otros canales. Les gustaba mi perfil para trabajar en producción allá y, cuando me hacen una propuesta, acepté. Fui al canal y les dije: “Hola, vengo a renunciar”. Yo llevaba seis años trabajando para América. Luli: — Hay que ser muy valiente para venirte del interior del país en busca de un montón de sueños, de golpe se abren las puertas de un canal como América y un día decís: “Estoy para dar un cambio de rumbo”. Julieta: — Exactamente. Me da vértigo, pero necesito ese vértigo para vivir. Yo creo que es lo que a mí me mantiene. Yo llegué a Paraguay, supuestamente arrancaba a trabajar inmediatamente y se dilató el tiempo. Estuve tres meses que no sabía si se daba o no y yo había renunciado, había vendido todo, me había ido y el laburo que me habían prometido no estaba. Me empecé a comer los poquitos ahorros que tenía, que teníamos en ese momento con mi ex pareja. "Hoy, un año después de ese llamado, tengo mucho respeto por mi ex. Es una gran persona. Él sintió, vivió y me podría haber pasado a mí", expresó Julieta. (Diego Barbatto) Luli: — Estaban los dos instalados allá. Julieta: — Sí, esperando a arrancar a laburar para poder alquilar. Fue una época muy angustiante en Paraguay hasta que arranco a trabajar y todo cambia. Pero esos meses tenía mucha incertidumbre y yo decía: “¡¿Qué hice?!” Luli: — Pero no te volviste. A veces nos pasa que suceden situaciones, cimbronazos y de golpe hay como una voz interior que te da tranquilidad en el medio del caos. Julieta: — Sí. Me pasó hace muy poco también con mi separación y es muy loco cuando no tomás la decisión vos y decís: “¿Por qué yo tengo esta certeza de que lo que está pasando está bien, si esto me está aniquilando el corazón?“ Pero está bien. A la vez lo sentís y todas las señales a tu alrededor te dicen: “Está bien”. Entonces es como un acuerdo que tenés que hacer con vos entre confiar en tu intuición y saber también de que nada es tan grave. Nadie se murió por esto. Literal. La separación y el proceso de duelo Luli: — Está perfecto desdramatizar y darle a cada cosa la entidad que tiene. Pero para quien no conoce tu historia, se puede decir que un llamado te cambió la vida. Julieta: — Sí. Luli: — Y no solo que te cambió la vida, sino que además estabas de viaje en Mallorca y de golpe dijiste: “¿Qué hago? ¿Me quedo o me vuelvo? ¿Qué pasó?” Julieta: — Yo estaba en Mallorca visitando a mis hermanas que viven allá. Somos cuatro mujeres. Mi casa es muy de mujeres… Luli: — ¿Viaje familiar? Julieta: — En realidad ellas viven allá. Allá también vive mi mejor amiga y hay como una tribu mendocina que se fue yendo y se juntan. Y mi fantasía siempre era poder ir a visitarlas porque las extraño, las amo y venimos de una familia de clase media que por ahí no le tocó mucho viajar y siempre decíamos: “¿Te imaginás un día poder estar juntas en Europa?” Y bueno me sale la oportunidad de ir a verlas. Al principio fue una visita, después la estiramos un poco porque ya que voy y sale guita, aproveché. Luli: — ¿Cuánto tiempo te fuiste? Julieta: — Tres meses. O sea, el pasaje era tres meses. El viaje podía durar lo que yo me aguantara. Y, ya que estaba, exploraba un poco a nivel laboral. Yo me voy con un matrimonio de 10 años. Bien, ponele. Luli: — Casada hace diez. En pareja, ¿hace cuánto? Julieta: — Se dijeron 20, pero en realidad son 12 en pareja. Lo que pasa es que toda la vida me puse de novia… Luli: — Él no viajó con vos en esta oportunidad. Julieta: — No, él no viajó porque hacía relativamente poco había entrado a trabajar en un laburo nuevo. Entonces no tenía la posibilidades de viajar. Yo tenía esa fantasía del viaje por Europa, al estilo: Comer, rezar, amar. Él me dijo: “Bueno, andá, la tenés que vivir. Siempre soñaste con hacer tu viaje por Europa, están tus hermanas...”. Luli: — Un copado. Julieta: — Lo que pasa es que yo tengo que asumir que tenía un vínculo muy bonito desde lo cariñoso, lo amistoso y la compañía porque fuimos dos personas que llegamos a Buenos Aires juntas, estábamos solas, nos hicimos mucho el aguante y teníamos ese vínculo muy férreo de compañeros. Quizás, con el paso de los años y el desgaste, yo no tenía tan en claro que quizás el vínculo amoroso no estaba tan fuerte. Luli: — O por ahí para vos estaba fuerte y para él no. Uno no puede adivinar tampoco. Julieta: — Creo que venía más por ahí. Y no lo culpo. Pero bueno, yo me voy como en mi mundo y estando allá empieza a transcurrir el viaje, a él también le empiezan a pasar cosas laborales re lindas acá. Estaba bueno lo que estaba pasando a nivel energético para cada uno. Faltando un mes para volver, que era el mes en donde se iban a definir algunas cuestiones laborales y si yo me quedaba un poco más o me volvía, él me llama y me termina diciendo que había conocido a otra persona. Luli: — ¿Dónde estabas en ese momento? Julieta: — Yo estaba en el restaurante de mi cuñado. Antes de eso habíamos tenido algún intercambio de ideas que a mí me habían confundido. Ahí le digo: “Hablemos por teléfono porque no entiendo. Queda un mes…”. Y en esa conversación empezamos a charlar, nos conocemos mucho, y yo me doy cuenta que había algo que no se estaba diciendo. Lo invito a que se sincerara porque los dos nos lo merecíamos. Y bueno, después de un poquito de insistirle. Ahí me termina contando que había conocido a alguien y no sé qué ficha me cayó. Pero le dije: “Bueno, Ok”. Luli: — ¿Cortaste directamente? Julieta: — No me acuerdo todo porque hubo un momento de shock... Pero me fui a la vereda, me senté y pensaba ¿qué está pasando? ¿Estoy soñando? Corté el teléfono, me quedé un rato como pensando y llorando. A la primera persona que llame por teléfono ahí mismo, desde la vereda, es a una de mis amigas, que es psicóloga, y le digo: “Necesito contarte lo que acaba de pasar”. A lo largo de mi vida he cultivado vínculos tan bonitos y me he rodeado de mujeres tan hermosas que estoy agradecida. Mujeres que sabias, una red fuerte y sana. Amigas de toda mi vida que me acompañaron, desde un lugar sano y amoroso, en lo que era para mí un duelo tremendo. No estaba en mis planes la separación, para mí era para siempre. Pero entendí y mi intuición me dijo que si esto es así, no tengo que forzar. No quiero, no puedo y por ahí no es. Luli: — No vas a ser ni la primera ni la última que sufre un desamor, pero el contexto obviamente es raro. Inmediatamente lo que una piensa es ¿cómo conociste a alguien? ¿Cuándo? ¿Desde hace cuánto? ¿Cómo no lo vi? Imagino que te baja un montón de data... Julieta: — Sí, volvés a revisar el chat. Obvio. Me acuerdo que estuve cinco o seis días encerrada en la casa de mi hermana. Me ayudó tener a mis hermanas alrededor, a mi mejor amiga. Literal, fue lo más parecido a duelar a un alguien que había fallecido. Luli: — ¿No te mandó más un mensaje? Julieta: — Nunca más hasta que volví. Yo empecé a buscar en todos lados, en libros, en gente que sabe qué se hace y decía: “¿Qué tengo que hacer que me sume?“. Ya sé que no me suma: putearlo, vengarme, escribirle o decirle cosas feas, revolver. No quería caer en eso. Luli: — ¡Qué templanza! Julieta: — Tengo un papá y una mamá grandiosos, amigas espectaculares… Y toda esta red me contuvo y yo les preguntaba: “¿Qué tengo que hacer?” Y les hacía caso a lo que me decían. "Cuando saqué el foco del enojo y lo puse en mí, empecé un camino que nunca había ejercitado ni sentido que es el amor propio", admitió la entrevistada en diálogo con Luli Fernández. (Diego Barbatto) Luli: — O sea, estabas abierta a la escucha. Julieta: — Sí, porque sentía que a pesar de mi enojo en mi noción de quién soy, de cómo respeto a quienes amo, cómo me manejo con quienes quiero, sabía que era injusto lo que me estaba pasando. Pero que todo eso no estaba a la altura de mi persona. Las parejas siempre se empiezan a pelear, a reprochar y yo decía: “¿A dónde me va a llevar todo eso si yo tengo la certeza de que esto se terminó?” Tengo que avanzar. Luli: — Lo bueno es que tenías esa certeza por qué en ese momento se te cruzan un montón de posibilidades y si lo seguías queriendo podías hasta decirle: “Te perdono”. Julieta: — Sí, es que no hubo un “perdóname” tampoco. Porque yo creo que él también me conoce y sabe que, ante esa situación, tampoco iba a perdonar. Luli: — No había vuelta atrás. Julieta: — No había vuelta. Pero yo de a poquito, en ese minuto a minuto que iba tratando de transitar, también le ponía un poco de humor. Me acuerdo de estar en con mis hermanas, en la playa, triste y decir: “Bueno, pero el Mallorca. Mi amor” (risas). Toda desfigurada de tanto llorar… pero en Mallorca. Era consciente también del privilegio que me tocaba. Yo para sacaba la ansiedad o la angustia empecé a nadar y a veces me encontraba abajo del agua mirando un paraíso y me decía: “Sé consciente del privilegio que tenés de estar rota, triste y lo que sea, pero rodeada de tus hermanas, de tus amigos, de un paisaje hermoso, amoroso, inolvidable y en el viaje de tus sueños”. Luli: — ¿Y qué pasó después? Julieta: — Yo hice mi duelo, un duelo que decidí hacerlo a conciencia, desde un lugar amoroso para conmigo y pensaba que si yo mando ese mensaje, que lo había escrito muchas veces y los guardaba en las notas, ¿a quién finalmente iba a herir? Pero cuando saqué el foco del enojo y lo puse en mí, ahí empecé un camino que en mi vida nunca había ejercitado ni sentido que es el amor propio. Luli: — Después de un llamado telefónico que fue impactante y que podría arruinarle la vida a cualquiera, viviste el mejor viaje de tu vida… Julieta: — Sí, que me rompió el corazón. Yo le preguntaba a mis amigas, muchas de ellas son coach y psicólogas, y me decían: “Soltá”. Y es así hay que aceptar. Yo no sé si hoy siento una traición. Acepto que se terminó. Luli: — Así de crudo y simple... Julieta: — Al ser tan simple, es más difícil encontrarle sentido. Porque uno encuentra sentido al decir: “Me traicionó, me mintió, me metió los cuernos”. Pero si me quedaba ahí, no salía más porque para eso no hay un sentimiento paliativo ni lo va a haber. Es veneno en la herida, pero ¿más arriba que hay? Aceptar que él había sido una etapa en mi vida. Yo lo único que dije fue: “Me hubiese gustado terminar esta historia honrando el amor. Que el final esté a la altura de la historia”. Pero no pasa nada. Acepté que esa era una etapa de mi vida. Luli: — ¿Cómo lo procesaste? Julieta: — Hoy, a un año de lo que pasó, tengo mucho respeto por él. Es una gran persona. Jamás en la vida me hizo algo. Él sintió, vivió y me podría haber pasado a mí. Te sentís culpable cuando sos quién miente y te sentís peor cuando sos a quién engañan. Obvio que cada pareja es un mundo y hay algo ahí que no se vio, que no se sintió. Pero a mí me parece que cuando vos atravesaste el dolor desde un duelo, pensando en vos, en tu amor por vos, en qué me enseña esto, qué me dejó. Te perdonás y te centras en vos, no en lo que te hace otro. Eso hace que hoy me sienta renacida desde otro lado, sin rencor. No tengo nada que decir ni pedir. Me siento súper agradecida de haberme casado, con quién me casé, de haber tenido esa historia de amor hermosa, leal y compañera. Hasta ese momento no puedo decir nada. Entonces, juzgar la peli por la foto me resultaba injusto. Cada uno se queda con sus errores y sus aciertos. Yo decidí hacer un duelo. Ahora estoy en mi vida y yo soy lo más importante. Hay otra Juli, hay otra mujer en mí… Luli: — ¿Qué cambió en vos? Julieta: — Todo y nada en la esencia. Cómo me hablo, me quiero y me respeto. Cómo valoro lo que logro, lo que conquisto y cómo me merezco las cosas que hago. Soy buena persona y trabajo para ser buena persona. Cuando no soy buena persona te pido perdón y te pido que me digas lo que lo que ves de mí, como amiga, como hermana, como pareja... Dije fue el mejor viaje de mi vida porque me reencontré conmigo misma, no porque me haga la superada. El duelo es tremendo, pero tuve el privilegio de tener tiempo y espacio para poder pensarlo, hacer terapia y entender para dónde iba. Y yo he sido siempre así. Siempre me tocó el rol de cuidadora. Luli: — La que sostenía... Julieta: — Me tocó cuidar a los otros y ahora me tocaba cuidarme a mí. Y fue como: “¿A ver con vos qué podés hacer?” Y había momentos que decía: “¡Ay! Dios, ¿cómo es esto? ¿Cómo hago?” A veces podés y a veces no. Y entre esa red que menciona antes, me aparece también mi red de trabajo donde aparece Pame (David). Julieta sobre su nueva pareja: "Empezamos una historia preciosa, tranquila y a su tiempo". (Diego Barbatto) Red de apoyo, autoconocimiento y nuevos comienzos Luli: — Porque vos volvés del viaje y habías renunciado a todo antes de irte. Julieta: — Claro. Yo me fui y le dije: “Pame, me voy al programa. Gracias por todo”. Ella me dijo: “Anda. Viví la vida. Triunfá en Europa”. Luli: — ¿Y qué pasó? Julieta: — Yo les escribí desde allá y armé un grupito de WhatsApp con Nati Weber y Pame. Les conté porque con ellas desde que arranqué desayuno, matcheamos muy bien las tres. Son minas muy power. Y fue crear el grupo y decir: “Auxilio, me está pasando esto”. Necesitaba de estas mujeres que sentía que me van a contener y iban a saber qué decirme. Pame lo primero que me dijo fue: “El lugar en el desayuno es tuyo”. Luli: — Por lo menos había trabajo. Era el primer paso. Julieta: — Claro. Yo no tenía laburo. Decidí volver porque tengo dos perros que me hicieron volver (risas). Dije: “Tengo que volver a Argentina a arreglar un poco mi realidad y ver qué hago”. Luli: — No es por conformarte, pero mencionaste lo de los perros. Me imagino que en algún momento se te cruzó en la cabeza decir: “Menos mal que no tuve hijos con este hombre” Julieta: — Bueno, en ese aspecto sí. Pero siempre tuve la convicción de que no quería ser madre. Luli: — ¿Era algo que hablabas con él? Julieta: — Sí, claro. Es algo que me define. Pero ahora no sé si tanto. No lo sé. Hasta en esas cosas se me reconfigura el cerebro. Luli: — ¿Por qué no querías ser mamá? Julieta: — Porque disfruto mucho mi vida y mis tiempos. Comparto con mis amigas que son madres y son extraterrestres para mí. No tengo ganas de vivir ciertas cosas. Hay otras que obvio que tenés un bebito y te enternece. Pero el caos, no poder hacer lo que querés con tu tiempo, no poder decir: “Me voy de viaje tal día”... Luli: — La pérdida de la independencia te pesa. Julieta: — Pero eso era también cuando sentía que hacía tareas de cuidado con todos... Luli: — ¿Y cómo estás hoy? Julieta: — Ahora conocía a alguien. Siento que es como una relación más a la par en algunas vibras energéticas. Quizás tenga que ver con esta sensación de: “También soy esta mujer, además de cuidadora”. Yo tengo 39 años, estoy por pasar a los 40, que también es otra década. Tengo cero rosca con la edad. Y si el día de mañana de pronto se me despierta el deseo de ser madre… Nunca tuve miedo con el tema de la edad. Tengo una energía, unas ganas de vivir la vida. Siempre las tuve. Ha sido un viaje fabuloso, una etapa hermosa para mí en el equilibrio. Creo que para incluso para los dos. Yo deseo que él también esté en un camino de felicidad y de plenitud. Yo lo estoy. Luli: — ¿Volviste a hablar alguna vez con tu ex? Julieta: —Sí, por el divorcio. Tuvimos una charla sincera después de mucho tiempo. Cuando nos encontramos, siempre desde el respeto. Fue difícil el contexto, pero fue tan humano todo. Y la propuesta de: “Che, ¿quiénes somos nosotros en este momento?” Y entre los dos dijimos: “Somos los de siempre”. Simplemente que entendiendo que se terminó, que ha sido como un proceso bastante en paz y el no tener hijos va a hacer que nosotros nos divorciemos y no nos veamos más. Luli: — Después de tanto duelo y tristeza, ¿cómo fue que un día sentiste que estabas lista para volver a empezar? Julieta: — Fue impensado. Hace un año estaba en otra frecuencia, en pleno invierno emocional, y de repente apareció una Juli más mujer, con ganas de vivir. Volví a Mendoza, mis amigas me invitaron a bailar y ahí me crucé con mi primer novio de la adolescencia. No sabía mucho de él, solo que se había casado y era papá. Charlamos, pero yo estaba saliendo de un dolor grande y le dije: “No estoy lista para cuidar a nadie, no puedo prometer que no te lastime”. Él me pidió que lo dejara decidir y terminó viajando a Pinamar para verme, mientras yo estaba trabajando allá. Ahí empezó una historia preciosa, tranquila y a su tiempo. Luli: — ¿Él vive en Mendoza? Julieta: — Sí, él vive en Mendoza. Tiene un hijo precioso de 4 años. Lo conocí y tiene una mamá muy maravillosa. Hoy hace un año que yo estaba en Mallorca en otra frecuencia y haber atravesado ese duelo de manera consciente, me enseñó a reencontrarme conmigo, a aprender a manejar mi economía, a defender mi trabajo, creer en mí y generar nuevos trabajos. Luli: — Si hace dos años me hubieran dicho que todo esto te iba a pasar para llegar a este presente, ¿firmabas? Julieta: — Sí. Por eso también estoy muy consciente del ahora. Hace poco me mudé de la casa matrimonial y encontré un departamento de un artista lleno de plantas y colores, con una energía increíble para empezar de nuevo. Luli: — Para cerrar, si pudiera tomar un mate con la Juli de hace 20 años. ¿Qué le dirías? Julieta: — Que puede lograr todo eso que se imagina en su cabeza, absolutamente todo. Que depende de ella y de su convicción. Que se quiera mucho, que ahí está el secreto y que aprenda de todo lo que va a ir pasando. Que no todo va a estar bueno, pero que la enseñanza es fabulosa. No se enojen, no renieguen, trabajen en conocerse y en perdonar y en disfrutar de la vida. Todos hacemos lo que podemos.

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