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» Misionesopina
Fecha: 13/08/2025 14:56
El silencio del barrio San Lorenzo todavía se mezcla con murmullos en torno a la fatalidad conocida el lunes por la mañana, cuando sirenas y el coche de la Morgue Policial acapararon la atención de vecinos, sin imaginar que estaban allí por una masacre de una familia que residía sobre la calle Cedros desde hace dos décadas. En ese sitio, el presunto autor del ataque José Ferreyra (47) degolló a sus dos hijos, intentó matar a su esposa ya su cuñado, y luego se quitó la vida en el living. Datos preliminares de la autopsia que El Territorio pudo confirmar con fuentes conocedoras del caso, precisaron que la menor de las víctimas, de 13 años, falleció por un shock hipovolémico por abertura de vasos sanguíneos en la zona del cuello. Mientras, el hijo mayor, de 21 años, fue semidecapitado: las lesiones fueron de tal magnitud que hasta la columna se vio afectada por el machetazo. Paola Vieira (45) y Hugo (50) -esposa y cuñado del sospechoso, respectivamente- sobrevivieron a la masacre, con secuelas que probablemente sean de por vida. Ambos sufrieron cortes superficiales en el cuello y ya fueron intervenidos, por lo que sus vidas no corren peligro, aseguraron a este diario. Al cuadro de la mujer se le suma un embarazo en curso de 12 semanas. Permanecen internados en el Hospital Madariaga bajo observación permanente y con acompañamiento de sus familiares, quienes aún no procesan la pérdida de Evelyn (13) y Mariano (21). La adolescente cursaba el primer año del nivel secundario en el Instituto Universo de la Fundación San Ramón en el mencionado barrio, colegio que decretó duelo en la jornada de ayer y no dictó clases. El mayor de los hermanos realizó varias terapias, ya que tenía discapacidad madurativa. Compartía gran parte del día con su madre, ama de casa que “vive por y para sus hijos”, subrayó Julia Ferreyra, hermana del supuesto homicida, todavía consternada por lo ocurrido. “Perdón por lo que hago” En la escena del crimen ya pocos metros de los cuerpos de las víctimas, Criminalística halló y secuestró una carta que -se presume- fue escrita por Ferreyra antes de suicidarse. Un escrito que auguraba lo que sucedería en la casa, entre la tarde y noche del último domingo. “Perdón por lo que hago, los amo mucho”, rezaba el papel escrito a mano que confiaron voceros a El Territorio. Un elemento más que fue incorporado al expediente y que se analiza en consonancia con la hipótesis central de que el hombre habría accionado solo. Sin embargo, y por la novedad del caso, todavía no se descartan otras líneas de investigación. El objetivo es reconstruir de la forma más completa posible los últimos movimientos de Ferreyra y en qué momento se habrían perpetrado los asesinatos. El lunes también se secuestró el arma usada, un machete. Con esto el capataz de construcción habría ultimado a sus hijos y atacado hasta dejar agonizando a su esposa y cuñado: a éste, la Policía lo encontró malherido en una habitación trasera del inmueble. Testigo Hugo, que tiene discapacidad motriz, se había mudado a la casa de los Ferreyra-Vieira hacía pocos meses. Su hermana Paola decidió cuidarlo y, según confiaron familiares de las víctimas, no se llevaba mal con su cuñado. Se presume que Hugo habría sido el último de la familia en ser atacado: esto lo ubicó como testigo de la masacre, cuestión que pudo confirmar a su hermana Carina una vez que recuperó algo de conciencia en el hospital. Cuando su cuadro clínico lo permite, lo que logre declarar ante el juez interviniente, Ricardo Bálor, podría ser clave para reconstruir con detalle la seguimiento de violencia. "Él sí vio todo, habla poco pero habla y contó que vio. La que creo que no sabe es mi hermana, y esto le va desde el corazón: no sé cómo va a seguir sin los hijos", se lamentó la familiar en las afueras de Emergencias del hospital mientras esperaba el lunes las primeras novedades del diagnóstico médico. ¿Motivos? El móvil del crimen todavía es materia de investigación, pero el entorno familiar alega que pudo ser consecuencia de conductas violentas y posesivas del hombre. Al respecto, Julia Ferreyra, hermana del agresor, confió a El Territorio que éste sospechaba que Paola tenía una nueva relación. Fue esa la última inquietud que José le compartió: "El sábado fue que hablamos por última vez. Yo a Paola la había cruzado en el barrio y ella estaba contenta, estábamos organizando un cumpleaños", relató. “Más tarde mi hermano me llamó y me dice '¿te enteraste lo último?'; le preguntó qué pasaba y me dijo: 'Parece que Paola está viendo a alguien'. Él estaba muy pesado con esa idea, pero yo le dije que no. Cómo ella va a andar con alguien si vive y se desvive por sus hijos, todo el tiempo está en la casa, no tiene tiempo para nada”, arremetió Julia en defensa de su cuñada. Reconoció que el matrimonio venía en decadencia y que Vieira comenzó los trámites del divorcio hacía unas tres semanas. "Ellos se separaron hace unos años y después volvieron, pero hace poco ella decidió que quería separarse, había comenzado los papeles y todo. Él no quería saber nada", confirmó. A esa decisión le anteceden diferentes episodios de violencia psicológica y verbal. “Él era muy posesivo y celoso”, recordó la familiar. Similar aportó Carina, hermana de Vieira, quien contó descripción que "José no la dejaba juntarse con nadie, no quería que estuviera con nosotros o con mi papá. Pero nosotros la seguíamos viendo igual: festejábamos cumpleaños en su casa y todo, y él (José) se encerraba en la pieza". Carina recordó que, cuando su hermana decidió separarse, “él cambió un poco y hasta habló con su suegro, diciéndole que quería empezar a ir al psicólogo”. Al desquite con los hijos todavía no le encuentran explicación: “Marianito era re unido al papá, le tenía una adoración. Escuchaba cuando llegaba su auto y se ponía recontento”, sollozó. Una corazonada Seguida por una intuición, Julia se despertó aquel lunes decidida a llamar a la Policía, tras un domingo sin novedades ni respuestas de parte de su hermano o de su cuñada. No había luces prendidas en la casa ni movimiento. Tampoco Paola atendía sus llamadas y eso lo entendió como una señal: “Yo sentí que algo estaba mal, no podía ser que pasara tanto sin que ella se comunicara conmigo”, sospechó Ferreyra. A primeras horas del frío lunes, Julia llamó al Comando 911 y suplicó que revisaran la casa. "Una patrulla se presentó rápido y les dije que estaba sospechando que algo no estaba bien. Quería saber si mi cuñada estaba ahí, si tomó una pastilla y se durmió, porque para mí no era normal. Todos los días me mandaba mensajes y ya hacía dos días que no me escribía", contó afligida. Su corazón terminó en una trágica realidad. Cuando entraron a la casa, la noticia le llegó como un baldazo: "'Hay un hombre colgado'. Ese era mi hermano, pensé. Les pregunté si estaban mis sobrinos y mi cuñada ahí adentro, y me dijeron que no había nadie más". "Primero pensé que ella logró llevarse a los chicos y que él se mató. Pero supongo que capaz los policías todavía no tenían autorización de decirme nada. Después cuando les avisé a mis otros hermanos y ya estábamos todos esperando, nos enteramos que había matado a los dos chicos también", dijo con voz quebrada. Ferreyra hoy es la voz de una familia que no procesa aún el doble filicidio. "No hay justificación para lo que él hizo, de ninguna forma, porque se hubiera matado él y no a los chicos, a una nena llena de vida. Es mucho y lo que hizo no tiene perdón de Dios, si él realmente hizo esto", se lamentó. Situación laboral Ferreyra resaltó que a la familia de José “no les iba mal económicamente”. Pero en paralelo, fuentes gremiales del sector de la construcción confirmaron que el hombre cobraba su sueldo en cuotas hacía varias semanas por parte de la empresa privada en la que trabajaba. Sin justificación, ese escenario habría agravado la situación de salud mental del capataz y posible homicida. Fuente: El Territorio; Gentileza de la Foto: Joaquín Galiano
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