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» Clarin
Fecha: 13/08/2025 08:36
La primera escena humorística en la vida de Laila Roth ocurrió durante su nacimiento: el médico que practicó la cesárea era su padre y antes de que él se preparara para sacar del vientre a la beba, su mujer le pidió que le ligara las trompas en el acto "para cerrar con Laila la fábrica". "Siempre me causó gracia esa cuestión práctica de mamá. Hasta dónde necesitaba resolver. Como si dijera 'ya que me abren, sáquenme las hemorroides también", lanza el chiste la standapera nacida en "fecha mágica", 24 de junio, como Lionel Messi, Ernesto Sabato, Juan Manuel Fangio y Juan Román Riquelme, pero en 1986. Reacia a la TV "porque imaginaba que pagan poco y hacen trabajar mucho", a principios de año le llegó un mensaje de un productor para sumarse a un proyecto secreto. "Estoy en otra", respondió sin culpa, hasta que apareció el dato principal: 'Se trata de la vuelta de Mario Pergolini a la pantalla'. Fiel televidente de CQC, Laila sintió que era hora de dejar a un lado el prejuicio. Se crió en Ceres, en el noroeste de Santa Fe, cuando el pueblo tenía poco más de 10 mil habitantes. Tercera de tres, el nombre Laila (noche en hebreo) lo eligió su hermana mayor, Débora. Los distraídos suelen llamarla "Leila, o Dalia, o Dalila". Con casi medio millón de seguidores en Tik Tok y presencia diaria en el programa Otro día perdido (El Trece), Laila Judith, de 39 años, se planta como una de las humoristas revelación, aunque su camino empezó mucho antes de la lupa popular. La gracia se puso en acción cuando a los seis años se anotó en danza, teatro y cuanto curso artístico pudiera existir en el Liceo Municipal de Arte de Ceres. Alguna vez domó al "monstruo" chileno, el público del Festival de Viña del Mar, y terminó alzando la Gaviota de Plata. Su historia podría ser gran candidata de esas charlas inspiradoras al estilo TED sobre personas exitosas que salieron de pequeños puntos del mapa y se animaron a volantazos de rubro y a la autogestión antes de ser "descubiertos". No hay tema al que le ponga mordaza en ese afán por hacer una autopsia de los comportamientos humanos. Si hasta se anima a hablar de depresión, un fantasma que "nunca desaparece del todo": de joven llegó a necesitar medicación. "Creo que es algo que nos pasa mucho a los comediantes y a los payasos. Hay algo de encontrar una línea con la vida, con la risa del otro. Muchas veces no encontrarla adentro, entonces buscarla afuera. Casi como vampiros de la alegría de los demás. Nutrirte de la alegría que le das a los otros para generarte ese espacio". Laila Roth en el programa que conduce Maria Pergolini. Puede filosofar sobre menta granizada, destapacañerías, probadores de ropa, natación con tampones, baños químicos, clubes de bochas o su propio cuerpo, así como opinar de actualidad, política y chisme. Su límite, advierte, es el "punching down" (golpear hacia abajo): intenta no pegar más abajo, no "lastimar al lastimado". Dice que hace humor "un poco como mecanismo de defensa, otro poco en búsqueda de la validación". En sus "microstandup" de redes uno se pregunta si Laila no es demasiado severa consigo, si en busca de la risa ajena se autoflagela: "Si no te permitís reírte de vos mismo, es medio violento reírse de los demás", explica. "Para mí sí funciona el 'riámonos un ratito con cosas mías y después hago unos chistes sobre vos'. Ahí llegás desde un lugar distinto, porque así no te burlás o te reís solamente de los demás". De Santa Fe a Ámsterdam Nieta de Elías, un actor que llegó a plantarse en el Teatro Del Pueblo junto al dramaturgo Leónidas Barletta, su inclinación para la comedia encuentra raíces en ese árbol de artistas vocacionales que incluye hasta una tía titiritera. Acostumbrada a los timbrazos de los vecinos con una extensa lista de complicaciones de salud, los primeros doce años de la vida de Laila, que vivía en una casa con el consultorio médico al frente, estaban atravesados por un desfile de pacientes con traumatismos, alergias, infecciones, resfríos, hipertensión y otras penurias. Laila de niña, en Ceres, Santa Fe. "Un día papá, cirujano, se cansó del timbre y pasó a atender solamente en la clínica y en el hospital", repasa la también docente de Stand Up, que se define como "Potterhead", fan de todo lo vinculado a Harry Potter. Mira para atrás y recuerda a una mini-Laila "extrovertida, chusma, muy mentirosa": "Me gustaba inventar historias. Y en la familia si había algo que yo no debía saber, no me lo contaban para que no lo esparciera. Una vez hubo una fiesta en casa y mamá puso una sábana rosa para completar un mantel que no cubría. 'No le digas a nadie que puse una sábana en la mesa', me pidió. Entraba la gente y yo decía: 'Mamá usó una sábana en la mesa'... Por esas cosas mis padres hablaban mucho en idish para que yo no entendiera". Creció "sin Nickelodeon, ni Cartoon Network" y a sobredosis de Magic Kids y Big Channel, las dos señales infantiles que llegaban a Ceres. "También consumía El Chavo y telenovelas como Princesa, con Gabriel Corrado y Maricarmen Regueiro". A los 39 años Laila Roth triunfa en el Stand Up. Hiperestimulada por las puertas que se abrían en las clases municipales de tango, cerámica, dibujo y tantas otras disciplinas, llegó al secundario con una gran interés artístico, pero también quedó magnetizada por la matemática. En 2003 se mudó a Rosario para estudiar Ciencias Políticas, pero la aventura duró poco más de un año. "No disfrutaba, pero como no me animaba a dejar, durante un tiempo hice dos carreras juntas, por la mañana Ciencias Políticas y por la noche Estadística. Ésta última la cursé desde 2005 hasta 2010. Me quedaron cuatro materias y la tesis. No sé si hoy lo aplico, pero cuando estudiás mucho un tema te forma en el sentido de los caminos que tomás para tus decisiones. Hay algo lúdico en la matemática, algo lindo de que exista un problema y le encuentres una solución". Con la mudanza a Buenos Aires en 2010, llegó su debut en el universo laboral formal. "Yo había hecho changas, cuidar niños, o vender ropa para reemplazar a alguien en las fiestas, pero a los 23 años empecé a mandar currículum a todos lados y quedé en una empresa de investigación de mercado, Ipsos Argentina. Trabajaba para una unidad de negocios de Latinoamérica". Formada en clases de Adrián Giampani y Diego Wainstein, Laila empezó a ofrecer sus monólogos en bares, casamientos, fiestas de 15. El camino al éxito incluyó "ataques" como "balas de aceituna" por parte de algún maleducado en la inauguración de una pizzería. La que llena teatros por todo el país, Laila Roth. -¿En qué momento empezás a sentirte realmente una comediante y no una empleada dedicada a la estadística? -En Ceres la única actriz que había era la que nos daba teatro, entonces yo ni pensaba que era posible vivir de la actuación, eso no pertenecía a mi universo posible. Empecé a hacer Stand Up en 2011 y en un viaje a Tailandia algo cambió... -¿Qué pasó en ese viaje? -Fue en 2012. Me fui con un amigo que había ganado un viaje a un congreso a Tailandia. Me dice: '¿Querés venir? Solo puedo darte el hospedaje, porque no incluye pasajes". Yo tenía una plata ahorrada y nos fuimos. Yo todavía trabajaba en Ipson y estando allá, cuando me preguntaban a qué me dedicaba, les decía "soy comediante". -¿Y cómo fue el proceso de jugártela y dejar un trabajo estable para dedicarte a actuar? -La renuncia a la empresa no tiene mucha épica... Se había muerto mi abuelo, entonces fui a vivir a su departamento. Como no tenía que pagar alquiler me cambió mucho la ecuación económica, me permitía pensar en arriesgarme más. -¿Por qué el Stand Up exclusivamente? -Hay algo muy económico del Stand Up versus otras artes. Haciendo teatro necesitaba alguien que hiciera las luces, el vestuario, organizarse con el tiempo de los compañeros. Con el Stand Up era yo escribiendo mis chistes. Es más fácil de llevar a cabo eso. Si me dan 15 minutos en un bar, puedo hacerlo. No necesito más que mis chistes. Por qué le huye a la fama Hay algo del uso de las consonantes o la economía de las "eses" que le dan a Laila un sello encantador, una rúbrica no porteña. Se refiere a los "jojos" para hablar de "ojos" o lanza la pregunta cuántos "jaños" tenés (para referirse a los años). Esa sonoridad de sus monólogos la distingue del resto de sus colegas. Hace 11 años se presentó en el programa Bendita, ante Beto Casella y advirtió que "el diminutivo 'gordita' no quita kilos, sino dignidad". Desde aquellas primeras apariciones mediáticas, su humor subió a escena en el Maipo y traspasó fronteras: aprovechó que sus mejores amigas viven en Ámsterdam, Dublin y Londres y autogestionó shows en esas ciudades, además de Madrid, Barcelona, Valencia, Nueva York, Chile, Perú, y más. Laila Roth y su pareja, Diego Maggio. Casada con el comediante Diego Maggio, admiradora de la actriz y escritora estadounidense Sarah Silverman, la ya embajadora de Ceres junto al basquetbolista Facundo Sucatzky anda con sentimientos encontrados. Se preparó toda una vida para este presente y ahora debe hacerse responsable de lo que cosecha, la atención de millones de personas. -¿Qué te pasa con la mirada popular, qué efecto tiene en vos la fama? -No me gusta nada, pero trato de vivir en un estado de negación. Intento no entrar a ver cosas. Antes yo tenía el Google Alert, si me nombraban, me llegaba mail. La segunda semana del programa lo deshabilité. Tengo que hacer mi trabajo. Hay gente a la que le guste o otra a la que no. No puedo estar pendiente de lo que piensan los demás, ni de lo bueno ni de lo malo. -¿Sentís que por momentos rozás el humor negro? -Creo que sí, pero no buscado. Naturalmente tengo algunas cosas de humor negro, pero no pienso a priori "quiero hacer humor negro", simplemente pasa. Si tocás determinados temas, a la gente le incomoda el tema en sí mismo y pareciera que es humor negro. En el último shows hablé mucho sobre la muerte de mi mamá. Mi búsqueda no fue "quiero hacer humor negro" sino que es algo de lo que quiero hablar, la muerte de una madre. Mario Pergolini junto a "Rada" y a Laila. -¿En el Stand Up el artista no se autocastiga demasiado, no se azota para hacer reír al otro?
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