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» Clarin
Fecha: 11/08/2025 20:44
Hace apenas una década, la era de las guerras, las conspiraciones golpistas y las intervenciones militares estadounidenses en América Latina parecía estar menguando cuando el gobierno de Barack Obama declaró la muerte de la doctrina Monroe, que impuso la supremacía militar estadounidense en el continente americano durante mucho tiempo. Ahora, esta piedra angular de la política exterior vuelve a la vida, con lo que resucita los temores sobre la injerencia militar estadounidense en la región después de que el presidente Donald Trump ordenara al Pentágono utilizar la fuerza militar contra ciertos cárteles de la droga latinoamericanos. Los líderes de la región todavía intentan descifrar lo que podría significar la orden de Trump. México y Venezuela, dos naciones donde el gobierno de Trump ha designado a los cárteles dentro de sus fronteras como grupos terroristas, parecen especialmente vulnerables. Pero en gran parte de América Latina, cualquier susurro que señale una reactivación de tales acciones podría desencadenar también una reacción en cadena que provocaría un aumento del sentimiento antiestadounidense. La noticia de la orden de Trump ya ha intensificado el recelo contra la intervención desde el extranjero, incluso en Ecuador y otros países asolados por violentas guerras relacionadas con las drogas en los últimos años. “Yo soy un conservador de derecha así que quiero ciudadanos armados y militares dando bala de verdad”, dijo Patricio Endara, un empresario de 46 años de Quito. “Pero lo de los soldados de afuera no estaría de acuerdo”. Ese escepticismo proviene de los amargos recuerdos que ha dejado el largo historial de intervenciones militares estadounidenses en la región, ya sea mediante acciones directas o indirectas, como durante la larga guerra interna de Colombia. “Yo creo que esas son fórmulas que han mostrado, hasta la saciedad, su fracaso”, dijo en una entrevista Iván Cepeda, senador colombiano. Este tipo de intervenciones “hacen mucho daño”, dijo Fernando González Davidson, académico guatemalteco, quien señaló que tales acciones a menudo buscaban un cambio de régimen y que Estados Unidos “deja el poder en manos de gente corrupta y mafiosa que se alinea a sus intereses”. Antecedentes de intervención de EE.UU. en la región En 1954, un golpe de Estado respaldado por Estados Unidos en Guatemala derrocó a un dirigente elegido democráticamente por considerar que un proyecto de reforma agraria amenazaba a la United Fruit Company, una poderosa empresa estadounidense con grandes extensiones de tierra allí. En las décadas siguientes, aquel golpe de Estado guatemalteco se convirtió en un grito de guerra en toda la región, al exponer la política estadounidense de la Guerra Fría como una herramienta para proteger los intereses estadounidenses por encima de los principios democráticos y la soberanía nacional. Sala de contratación de la United Fruit Company en Puerto Barrios, Guatemala, en 1954. Foto: The New York Times/Bettmann/Getty Images Mucho antes de que la participación del ejército estadounidense en la región se volviera tan polémica, la afirmación del presidente James Monroe en 1823 de que Estados Unidos podía utilizar su ejército en América Latina era más una amenaza que un peligro real, según los historiadores. En aquella época, Estados Unidos carecía de poder para intervenir mucho. La preocupación por la intromisión europea en el hemisferio, una de las primeras características de la doctrina, pronto se disipó cuando quedó claro que las potencias europeas, que se enfrentaban a sus propios retos internos, no podrían recolonizar fácilmente las naciones latinoamericanas recién independizadas. Pero en la década de 1840, el presidente James Polk invocó la doctrina para justificar la guerra mexicano-estadounidense, que produjo la conquista estadounidense de tierras mexicanas que ahora comprenden estados como California, Arizona, Colorado y Nuevo México. Ese humillante resultado, y otras intervenciones militares estadounidenses en México en la década de 1910, moldearon profundamente la identidad política de México, pues fomentaron un fuerte sentimiento de nacionalismo que a menudo se opone a Estados Unidos. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, aprovechó ese sentimiento el viernes, cuando rechazó el uso de fuerzas militares estadounidenses en su país. Dejó explícitamente claro que México ha descartado cualquier tipo de “invasión”. Una acción militar estadounidense dentro de México sería desastrosa para la cooperación bilateral en cuestiones como la migración y la seguridad, dijo Arturo Santa-Cruz, experto en relaciones México-Estados Unidos de la Universidad de Guadalajara. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, durante una conferencia de prensa. EE.UU. designó a los cárteles dentro de sus fronteras como grupos terroristas. Foto: Luis Antonio Rojas/ The New York Times La expansión territorial volvió a entrar en juego durante la guerra hispano-estadounidense de 1898, la cual consolidó el surgimiento de Estados Unidos como potencia mundial cuando arrebató a España Puerto Rico, Guam y Filipinas. El presidente Theodore Roosevelt siguió ese camino en 1903, cuando envió buques de guerra para apoyar una revuelta de separatistas en Colombia. Estos formaron Panamá y dieron a Estados Unidos el control de la “zona del canal”, que Panamá no recuperó totalmente hasta 1999. El presidente Roosevelt creó su propio corolario de la doctrina Monroe al año siguiente, en el que afirmó que Estados Unidos debía ejercer el “poder policial” en el continente americano cuando encontrara casos de flagrante “fechoría”. Este eje aceleró las intervenciones estadounidenses, y la protección de la propiedad estadounidense fue a menudo la justificación. Tan solo en Cuba, las fuerzas estadounidenses intervinieron en tres ocasiones entre 1906 y 1922. En otros lugares del Caribe, las fuerzas estadounidenses ocuparon Haití de 1915 a 1934 y establecieron un gobierno proestadounidense. Asimismo, soldados estadounidenses ocuparon la República Dominicana de 1916 a 1924, en parte para gestionar la deuda nacional contraída con acreedores estadounidenses. En Centroamérica, Honduras fue testigo de repetidos desembarcos militares estadounidenses en las décadas de 1910 y 1920, y las fuerzas estadounidenses ocuparon Nicaragua de 1912 a 1933, en parte para impedir que cualquier otra nación construyera un canal nicaragüense. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos encontró nuevas formas de intervenir. Esto incluyó el apoyo a golpes de Estado que derrocaron a dirigentes elegidos democráticamente en Guatemala, Brasil y Chile. Las fuerzas estadounidenses también siguieron interviniendo con soldados en lugares como la República Dominicana y en Granada, movidas por la preocupación debido a comunistas en estos países. Tantas intervenciones tuvieron el efecto de unificar a gran parte de América Latina en torno a la cuestión de la soberanía. Tal posicionamiento se puso de manifiesto cuando, recientemente, los países latinoamericanos cerraron filas para oponerse a las amenazas de Trump de recuperar el canal de Panamá. “Entre los latinoamericanos ha existido una férrea voluntad de definir uno de sus valores fundamentales como la soberanía nacional y la no intervención”, dijo Alan McPherson, historiador de la Universidad de Temple. Incluso cuando la Guerra Fría amainaba en 1989, Estados Unidos intervino de nuevo en Panamá para deponer a su dirigente de facto, Manuel Noriega, a quien buscaban las autoridades estadounidenses por cargos de narcotráfico. Un buque portacontenedores cruza el canal de Panamá. Roosevelt envió buques de guerra en 1903 para apoyar una revuelta de separatistas en Colombia. Foto: Federico Rios/The New York Times Para los estadounidenses, se trataba de la “Operación Causa Justa”, dijo Efraín Guerrero, líder comunitario que realiza visitas guiadas a pie en Ciudad de Panamá para mantener vivo el recuerdo de la invasión estadounidense. “Pero en verdad a nosotros nos quedó con el nombre de ‘Prohibido Olvidar’, por el recuerdo de tantas personas que fallecieron”. Esa intervención podría servir de modelo para una acción similar en un país como Venezuela, donde Estados Unidos ha duplicado una recompensa, a 50 millones de dólares, por información que conduzca a la detención de su líder, Nicolás Maduro, a quien las autoridades estadounidenses acusan de vínculos con bandas como el Tren de Aragua y el Cártel de Sinaloa en México. Maduro respondió el viernes a la orden de Trump al acusar a Estados Unidos de intentar crear guerras. “El que se mete con Maduro, que se mete con Venezuela, se seca por siempre”, dijo Maduro. Una intervención militar en un país relativamente grande como Venezuela (o, para el caso, mucho más grande como México) también supondría una ruptura con los precedentes. Por lo general, Estados Unidos ha optado por intervenir en países más pequeños de Centroamérica y el Caribe, receloso de los escollos que entraña el envío de fuerzas a naciones más grandes. Pero desde que se conoció la noticia de la medida de Trump el viernes, algunos críticos del régimen venezolano han pedido que el ejército estadounidense haga precisamente eso, y solicitaron al presidente estadounidense que ordene a los soldados estadounidenses que persigan a Maduro, al igual que hicieron con el presidente de Panamá en 1989. “Esperemos que lo haga”, dijo una venezolana en la ciudad de Maracaibo, quien pidió que no apareciera su nombre por miedo a Maduro. “Es lo que nosotros hemos esperado por años: que se vaya Maduro o que se lo lleve Trump. Los venezolanos se lo regalamos”. “Este movimiento o amenaza del gobierno de Trump”, dijo Christopher Sabatini, experto en América Latina de la Chatham House, con sede en Londres, “en verdad va a tocar esa fibra popular, histórica y profundamente sentida” sobre las intervenciones estadounidenses en América Latina. Sin embargo, dijo, a lo largo de la historia también hubo, a menudo, “un tipo concreto de facción partidista que presionaba a Estados Unidos para que se involucrara”. Fuente: The New York Times
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