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» Clarin
Fecha: 11/08/2025 06:34
Desde la campaña que lo llevó a la Casa Blanca por primera vez, Donald Trump se autodefinió como el “presidente de la paz”. Recientemente, el primer ministro Benjamín Netanyahu lo nominó para el Nobel de Paz, nominación de la que se hizo eco Javier Milei. Sin embargo, lejos de ajustarse a su autoproclama y a los dos inexplicables halagos recibidos, las evidencias muestran que la presidencia de Trump es más bien una amenaza a la paz internacional. A pocos meses de iniciar su primera presidencia, en abril de 2017, Estados Unidos lanzó en Afganistán la bomba no nuclear más poderosa de su arsenal: el expresidente afgano, Hamid Karzai, dijo que eso representaba “un uso inhumano y brutal de nuestro país como campo de prueba de armas nuevas y peligrosas”. De acuerdo con el estudio sobre America’s Counterterrorism Wars del think-tank New America, durante Trump 1.0, el gobierno emprendió 219 ataques en Somalia superando los 33 que ejecutó Obama en su segundo mandato, al tiempo que lanzó ataques en Yemen y Libia con centenares de víctimas. En enero de 2020, en Bagdad fue asesinado con un dron el general Qasem Soleimani, comandante de la Guardia Revolucionaria de Irán; hecho que, de acuerdo con la Relatora Especial de la ONU para ejecuciones extrajudiciales, Agnes Callamard, constituyó un acto ilegal. Entre enero de 2017 y enero de 2021, el número de civiles muertos en Afganistán por ataques aéreos creció un 330%, según el Costs of War Project de Brown University. Asimismo, la administración Trump se retiró, en mayo de 2018, del acuerdo nuclear de 2015 entre el P5 (miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU) + Alemania con Irán mediante el cual Teherán no podía enriquecer uranio por encima del 3,67%. Por entonces el secretario de Estado Rex Tillerson, y el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Joseph Dunford, aseguraron que Irán estaba cumpliendo. En junio de ese año, Trump abandonó el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas. En agosto de 2019 formalizó la salida del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio, firmado en 1987 con la Unión Soviética. En diciembre de 2019, el gobierno creó la Fuerza Espacial–la sexta rama militar del país– y en enero de 2020 Washington renunció al Tratado de Cielos Abiertos que promovía la confianza y previsibilidad de las actividades militares de las naciones firmantes. Adicionalmente, en el primer cuatrienio de Donald Trump, la autorización para venta de armamentos tuvo, según el Forum for Arms Trade, un récord histórico: US$ 346.492 millones de dólares. Mientras tanto, tal como Patrick Tucker señaló en una nota en Defense One de mayo de 2025, Trump ha sido el “presidente que más ha potenciado las capacidades de las Special Operations Forces”, que se desplegaron en múltiples escenarios de combate en el período 2017-2020. En otros frentes, por ejemplo, en 2018, Trump inició la agresiva política de “tolerancia cero” en la frontera sur y aceleró la deportación de migrantes, en especial latinoamericanos. Dos meses antes, en marzo, había comenzado una “guerra comercial” mediante la aplicación de aranceles, a China en particular. También los impuso a amigos y aliados en Europa y América Latina. En 2019, esa “guerra” se profundizó. Hasta ahí hubo poca pacificación. En apenas un semestre de 2025, Trump 2.0 confirmó que no es el “presidente de la paz”. Su más de un centenar de “Órdenes Ejecutivas” reflejan más bien que Estados Unidos está en guerra a nivel interno e internacional. En el frente externo no descartó el uso de la fuerza para recuperar el Canal de Panamá, apropiarse de Groenlandia y anexar Canadá. Solo en su primer semestre se lanzaron 51 ataques en Somalia; la misma cantidad de los realizados durante todo el gobierno de Biden. En febrero, Trump retiró de nuevo a Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos y firmó la Orden Ejecutiva que sanciona a la Corte Penal Internacional, acusándola de “acciones ilegítimas e infundadas” contra Estados Unidos e Israel. En ese mes divulgó un aberrante video en el que proyecta a Gaza como la “Riviera de Medio Oriente”. En junio lanzó un ataque contra Irán mediante poderosas bombas anti-búnkeres contra instalaciones nucleares protegidas por los Convenios de Ginebra y sus Protocolos Adicionales sin tener previamente una autorización doméstica para usar la fuerza, sin invocar el argumento de legítima defensa ni recurrir al Consejo de Seguridad de la ONU. Incluso, Trump falseó que fue él quien frenó los combates entre India y Pakistán, conflicto que se resolvió entre ambas partes. Además, Trump desplegó una agresiva estrategia de deportación masiva y una pendenciera y arbitraria política arancelaria sin respetar las normas de la OIM y de la OMC; afectando severamente la convivencia entre naciones, así como la economía global. Trump no pacifica, él sanciona a su antojo, alimentando lo que probablemente se convierta con el tiempo en una heterogénea coalición anti-Estados Unidos. Para confirmar su distancia con cualquier ideal de paz, según el Financial Times Trump le preguntó al presidente ucraniano Volodímir Zelenski si podría atacar Moscú para que así los rusos “sintieran dolor”. Un consejo, que, de ser acatado, solo podría derivar en un escalamiento de la guerra en Ucrania. Todo esto en seis meses y con el telón de fondo del 80avo. aniversario del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, evocado días atrás.
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