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  • Europa, frente a Trump, Putin y Xi

    » Clarin

    Fecha: 10/08/2025 08:33

    Ni Trump ni Putin quieren una Europa fuerte y cohesionada. Por motivos y estrategias distintas, pero con objetivos paradójicamente coincidentes. El modelo europeo perturba los planes de recuperación territorial de la vieja Rusia, que no ha abandonado el talante totalitario desde los tiempos de Iván el Terrible en el siglo XVI. Putin insiste en que la guerra de Ucrania solo terminará cuando todo el país vuelva a formar parte de la vieja Rusia. La ampliación de la Unión Europea a aquellos países que formaron parte de la Unión Soviética o del socialismo real del Pacto de Varsovia fue un reencuentro de la civilización europea, pero se convirtió en una humillación que el propio Putin calificó como la mayor desgracia del siglo XX, siendo entonces espía del KGB en la ciudad alemana de Dresde. Rusia no ha admitido que Letonia, Lituania y Estonia formaran parte, además, de la OTAN y que taponaran la salida marítima de Rusia al mar Báltico. La ampliación de la UE no tiene vuelta atrás y tampoco los planes de Putin para recuperar el control geoestratégico del Kremlin. El flanco ruso ha dominado la política europea e internacional desde que Napoleón regresó derrotado de Moscú en 1812. Las probabilidades de un enfrentamiento abierto de Rusia con Europa no son despreciables. Francia, Alemania, Polonia y el Reino Unido hacen un frente común para defender a Ucrania, porque interpretan que una ocupación definitiva del país por parte de Putin movería de nuevo las fronteras continentales, con riesgos muy altos de un nuevo gran conflicto en Europa. La España de Pedro Sánchez está en la ecuación europea, pero las divisiones en el seno de su Gobierno sobre las relaciones con Rusia han hecho que se haya descolgado del bloque que lidera la defensa de Ucrania. Su viaje a China puede ser una gran oportunidad en estos tiempos de agitación en el comercio mundial, pero sería un error que la política exterior española se desviara de la estrategia de nuestros aliados más afines, más democráticos y con unos valores compartidos en la defensa de los derechos y la justicia. España no puede ni debe salir del núcleo duro de la Europa de hoy. Hemos estado demasiados siglos al margen de las grandes corrientes de la historia del continente a pesar de sus errores guerracivilistas y sus millones de muertos en trincheras y ge­nocidios. El presidente Trump practica con sus habituales aliados un bilateralismo agresivo en ámbitos internacionales como la ONU, la Organización Mundial del Comercio, la OTAN y los derivados de estas tres instituciones en las que Estados Unidos ha tenido un liderazgo incuestionable desde hace ochenta años. Viendo las complejas comparecencias desde el despacho oval con la presencia de líderes extranjeros, la política es más un negocio que un intercambio de ideas, de valores y también de intereses coincidentes o contrapuestos. Trump no distingue entre aliados y enemigos cuando se trata de reivindicar la hegemonía económica y militar de Estados Unidos. Que su política exterior se base en fustigar con aranceles a amigos y enemigos por igual es incomprensible en un país que ha ganado por goleada el siglo XX con los principios fundamentales del libre comercio y la expansión de los valores democráticos por el mundo. Con todos sus errores y aciertos, fue decisiva su intervención en las dos guerras mundiales y también en la guerra fría, que venció sin disparar un tiro. De ser un garante del orden occidental e internacional se presenta como un socio con intereses nacionalistas, cambiantes y contradictorios. Su política de amenazas tarifarias a diestro y siniestro ha convertido a Estados Unidos en una gran potencia aislada a la que Rusia no hace caso, China le planta cara y la UE acude humillada a regatear los porcentajes arancelarios con criterios más parecidos a los de un pequeño comerciante que a los de una gran potencia económica, tecnológica y comercial. O Europa se toma muy en serio su unidad política, económica, financiera y de defensa o será pasto de la indiferencia del populismo de Trump, de la fuerza de Putin y de la gran fábrica global de China. La hora­ es grande, pero los líderes son pequeños­. Lluís Foix es periodista.

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