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  • “Estoy en un lugar soñado”: Indira Sas, la bailarina argentina que brilla en la Ópera de París

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 10/08/2025 04:38

    “Bailar frente al público es lo que más me gusta. Para eso que es que nos preparamos, para bailar en la función. No es pura técnica, pura práctica. Al final, es para el público”, dice Indira Sas “Siempre quise ir a París”, dice Indira Sas. La pantalla del celular, en vertical, la muestra en México, en una ciudad con playa. Allá hace calor. “Siempre quise salir de México para volver profesional. Pensaba en Europa, pero más en París, que siempre amé”. Al lado, su madre, Berenice Apostolo, asiente. Juntas, reconstruyen la historia de aquel día. ¿Cuál día? El que se probó en la Escuela de la Ópera de París. La noche antes de la audición Indira tuvo miedo. No eran nervios —esa sensación ya la conocía, podía lidiar con eso—, era otra cosa, mucho más fuerte, más determinante. Tenía catorce años. Ya la habían aceptado en Alemania y en Rusia. “De hecho, había empezado a estudiar ruso y alemán”, cuenta Berenice. Pero la idea de París volvió. Movieron contactos, forzaron la posibilidad. Un amigo de la familia conocía a la directora de la compañía de danza de la Ópera. Armaron un video, se lo mandaron, pero ella no miraba videos, “no tenía tiempo, vive ocupada”. Un día ese amigo se la cruzó y se lo mostró desde su teléfono. “Esta chica tiene un don”, le dijo. “¿En serio dijo eso?” El muchacho lloraba. “Ahora hay que viajar”. “¿Cómo viajar?“ ”Sí, hay que ir a París: a mostrar que es real lo del video“. La noche antes no fue fácil. “Yo me fui a su cama, me acosté con ella, porque me decía: mamá, tengo miedo”, cuenta Berenice. “Después se me fueron los nervios”, matiza Indira. La audición duró tres horas. Afuera, los padres se comían las uñas. La llaman al despacho y le dicen que “hay que mejorar muchas cosas” pero que sí, finalmente sí: la aceptaron: lo logró. Desde entonces, agosto del 2021, Indira Sas —criada en México, nacida en Argentina— vive en Francia: hizo tres años en la Escuela de la Ópera de París y el año pasado fue elegida para integrar la emblemática Compañía. Indira Sas vive en Francia: hizo tres años en la Escuela de la Ópera de París y el año pasado fue elegida para integrar la emblemática Compañía (Foto: Francesco Grillo) “Entran muy poquitos”, explica la madre. “Y entró, pasó. Ahí ya la contrataron y cambió todo: ya no es ir a una escuela para ver si es o no es, ahora ya está: llegaste”, agrega. “Desde que entré a la Escuela de la Ópera, ese era mi objetivo. No me daba cuenta al principio. Estoy trabajando en un lugar que es soñado para muchos. Estoy muy feliz de estar aquí”, dice Indira contenta, alegre, como si se lo repitiera para por fin creerlo. Es la primera mexicana en lograrlo y la segunda argentina, después de Ludmila Pagliero, que se acaba de retirar. Hace unos días, Indira recibió el Prix Progessioannels en el Concurso Rudolf Noureev, en Italia. Llegó con su español neutro —una mezcla del mexicano predominante con retazos del argentino que se fue colando en sus viajes recurrentes a Córdoba, a visitar a la familia ampliada: tíos, abuelos, primos—, pero no servía de mucho. Sí su inglés, el gran commodity idiomático. De todos modos, tuvo que aprender francés para hacer la Escuela. “Y me ayudó hacerme muchos amigos. Ahora, en la Ópera, no son los mismos, porque entramos solo tres niñas; a ellas dos no las conocía tanto. Pero ahora nos acercamos mucho. También hay personas más grandes, gente de hasta 42 años, que baila conmigo”, cuenta desde México: está de vacaciones. Aunque extrañada por un mundo que nunca deja de ser novedad, ahora, integrar la Ópera de París, se convirtió en un trabajo. “Yo entré porque quería ser una profesional. Cuando era chiquita no lo veía como un trabajo. Me decía que solo quería bailar toda mi vida. Es una suerte”, agrega. En época de funciones, ensayan de lunes a sábado, y luego, a la noche, el espectáculo. “Es una empresa enorme. Yo no puedo creer la estructura que tiene, el orden a todas las cosas. Es hermoso”, comenta su madre. “Bailar frente al público es lo que más me gusta. Para eso que es que nos preparamos, para bailar en la función. No es pura técnica, pura práctica. Al final, es para el público”. "Siento que el ballet tiene algo que no tienen las otras disciplinas: es un reto muy personal”, dice Berenice, su madre A principios de este siglo, los padres de Indira, ambos cordobeses —él arquitecto, ella odontóloga—, se instalan en México, pero al poco tiempo ella queda embarazada. Deciden volver: que nazca en Argentina, que sea argentina. Al mes y medio vuelven al país azteca, a continuar con la vida que estaban armando. Cuenta su madre que, cuando estaba en la panza, le ponían música y se movía. “Pateaba y pateaba, ¡y lo hacía al ritmo, te juro!" Berenice había hecho ballet muchos años, entonces la anotó en una escuela de baile: mucho jazz, mucho hip hop, de todo. “Ella eligió. Yo la mandé a ahí porque estaba disponible, lo que estaba cerca mío, y vi sus condiciones. También fue a teatro. También a piano. Pero yo siento que el ballet tiene algo que no tienen las otras disciplinas: es un reto muy personal”, dice Berenice, desde la experiencia. En esa escuela de baile, la primera a la que fue, a la que anotó sin más expectativas que la diversión de su hija —lo cual no es poco—, un día, la maestra, de nombre Katia, nacida y criada en Cuba, le comenta con firmeza: “Indira tiene mucho ritmo”. Tenía siete años cuando vio por primera vez una obra de ballet: "El Cascanueces", de Chaikovski. "Es mi espectáculo favorito", confiesa Tenía siete años cuando vio por primera vez una obra de ballet: El Cascanueces, de Chaikovski. “Se sentó y se quedó todo el espectáculo así. Cuando salió: mamá, quiero ir a esta escuela de ballet, quiero ser bailarina profesional. Mirá: piel de gallina”, recuerda su madre, emocionada. “Me acuerdo perfecto de esa función”, dice Indira y se ríe. “El Cascanueces es mi espectáculo favorito”. Durante los próximos días insistió con la ferocidad de los niños convencidos. A los dos meses estaba bailando frente a una nueva maestra que le decía a su madre que no, que no sabe, que no tiene nivel. —No venimos más, Indi —le dijo Berenice de camino a la casa. —¡Yo sí quiero! ¡Yo sí quiero! —¿En serio? —le preguntó su madre. Ambas sabían que si quería empezar tenía que estar en Primero, el grado más bajo, como si fuera la primera vez en su vida que bailaba. El camino iba a ser largo. —Sí. "Bailar es lo que más amo hacer. Cuando lo hago... pues... siento libertad" “Yo sabía bailar, pero no sabía bailar ballet, no sabía nada de la técnica. El ballet es un arte. Hay diferentes técnicas y eso yo no lo tenía. No tenía la disciplina del ballet”, dice ahora. Al mes de aquel día, la nueva maestra llama a Berenice. Sin dejar la postura rígida ni torcer en sus palabras iniciales, le dijo: “Aprende rapidísimo, es impresionante”. Cuando llegaron las primeras funciones, Indira tuvo los mejores papeles. “Y ya de ahí nunca más dejó de brillar”, dice, orgullosa, su madre, y la mira. Ella hunde la cabeza en sus manos, un poco avergonzada. Ambas se ríen risueñas. —Indira, ¿qué sentís cuando bailás? ¿Qué te pasa por el cuerpo, por la mente, cuando estás bailando? —Bailar es lo que más amo hacer. Cuando no bailo por mucho tiempo siento que extraño. Cuando lo hago... pues... siento libertad. Siento que estoy en un lugar donde nadie está a mi alrededor. Siento que estoy sola. Es mi manera de expresarme. La verdad no sé cómo explicarlo. Es algo inexplicable.

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