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  • La bomba ya estalló: envejeceremos sin hijos, salud ni sistema jubilatorio

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 09/08/2025 06:53

    (Imagen Ilustrativa Infobae) El envejecimiento poblacional ya no es una amenaza: es una certeza. La natalidad ha caído cerca del 40% y asistimos a un colapso silencioso y progresivo del sistema previsional. Durante décadas, un Estado demagógico expolió los fondos jubilatorios con diversos fines, hubo intensificación del gasto social sin retorno productivo y la fragilidad creciente del sistema de salud delineó un escenario que ni la política ni la sociedad quieren mirar de frente. La combinación de decisiones erradas, subsidios estructuralmente disfuncionales y un cambio demográfico irreversible provoca que, para los adultos mayores, en el futuro ya no haya derechos básicos garantizados. Nadie se atreve a decirlo con claridad: estamos diseñando un país donde aumentan los adultos mayores, decrece el número de jóvenes, disminuye el trabajo formal y no habrá forma de sostener ni el sistema previsional ni el de salud. Argentina atraviesa un proceso acelerado de envejecimiento. Según datos de la CEPAL, la población mayor de 60 años pasará del 15 % actual al 25 % en 2050. Al mismo tiempo, la tasa de fecundidad cayó de 2,4 hijos por mujer en 2010 a 1,5 en 2023, por debajo del (2,1) ratio que mantiene el equilibrio poblacional. Estamos también ante un profundo cambio cultural que tuvo sus orígenes en Europa y hoy está presente en nuestra sociedad. No se trata solo de decisiones individuales: la precarización y los cambios en las modalidades de trabajo, el aumento del costo de vida, el pesimismo de los jóvenes sobre el futuro y un nuevo paradigma en la conformación familiar han vuelto a la paternidad una opción prescindible. Como expone el documental “¿Por qué no tener hijos?”, hoy ya no se percibe la maternidad o la paternidad como un modelo de realización personal. De hecho, una encuesta muestra que el 75 % de los jóvenes entiende que no es necesario tener hijos para sentirse realizados. Un sistema de salud en deterioro Mientras la población envejece, el sistema de salud argentino se deteriora por su fragmentación, inequidad y creciente judicialización. Más del 37% de la población depende exclusivamente del subsistema público, según datos del Ministerio de Salud. Las enfermedades crónicas, los cuidados prolongados de los adultos mayores en geriátricos, la internación en instituciones de tercer nivel y de cuidados paliativos, la polimedicación y la falta de prevención desbordan consultorios, guardias e instituciones de salud. La judicialización de la salud crece año a año: se estima que más de 140.000 causas judiciales activas afectan directamente a obras sociales y empresas de medicina prepaga. En lugar de implementar políticas sanitarias integradas, se terminan subsidiando decisiones judiciales que no pasan por el tamiz de la costo-efectividad. Además, la salud “envejece” junto con los pacientes y con los profesionales. La formación en geriatría es insuficiente y los recursos están mal distribuidos. La prevención de enfermedades y el cuidado de las personas en las distintas etapas de la vida —especialmente de los adultos mayores— se ejecutan de manera inadecuada o insuficiente. Estas tareas, además, están escasamente remuneradas y carecen de incentivos para su desarrollo. Un sistema previsional insostenible La jubilación sin aportes se ha vuelto una ficción de equidad: el 73% de los jubilados argentinos accedieron a sus haberes a través de moratorias. De este modo, el sistema previsional ha dejado de ser una garantía de reciprocidad y se ha convertido en un esquema de distribución insostenible. En 2025, el gasto previsional representa más del 9,3% del PBI y sigue creciendo, mientras la base de aportantes se reduce por la informalidad, el desempleo y los cambios estructurales en el mercado laboral. Cabe señalar que el 45% del trabajo en Argentina no está registrado formalmente. Estamos presenciando el final del modelo bismarckiano de seguridad social. No es redistribución; es distribución sin respaldo. La situación es similar a lo ocurrido con el sistema de salud: a partir de 1996 se inició un proceso de transferencia de responsabilidades desde el Estado hacia los privados, dictándose cientos de leyes que crean derechos para quienes nunca aportaron u obligan a brindar nuevos servicios o coberturas sin financiamiento. Es solidaridad con financiamiento ajeno; en esa ecuación, el equilibrio es una entelequia. Durante décadas, el Estado tampoco promovió la natalidad, el envejecimiento activo ni el empleo formal. Al contrario, se han subsidiado la inacción y se ha castigado a quien produce. Los planes sociales no se han transformado en empleo genuino. Las pensiones sin aportes desincentivan el trabajo formal. La informalidad goza de beneficios que el contribuyente formal no tiene. La solución pasa más por un cambio radical del modelo tributario y del esquema de aportes y contribuciones que por intentar corregir el sistema existente. Con el avance del trabajo remoto, el cuentapropismo, las plataformas digitales y la persistente economía informal, la estructura laboral ha mutado. El “empleo tradicional” se achica, y el sistema de aportes basado en salarios registrados ya no puede sostener ni las jubilaciones ni la salud. El modelo previsional y tributario argentino se sustenta en una idea caduca: que la población trabaja formalmente, aporta y luego se jubila. Pero esa trilogía se ha roto. Vivimos —ingenuamente— en un sistema Ponzi. De no mediar correcciones, este sistema terminará con la salud de calidad, con la cobertura y el acceso que hoy disfrutan buena parte de los ciudadanos y provocará un verdadero genocidio de los adultos mayores. Sin un cambio estructural, el país caerá en el default previsional y sanitario. Y no será por una decisión política, sino por implosión aritmética. Mientras nuestro país ignora el problema, otros lo enfrentan (no sin dificultades): Japón: robótica asistencial y digitalización sanitaria. Alemania: migración laboral calificada y seguros de dependencia. Suecia: retiro flexible y fuerte inversión en atención domiciliaria. España: modelos de cohousing y redes barriales de contención. Los países de Europa también enfrentan el desafío de la migración que, combinada con la caída de la natalidad, desborda sus sistemas de contención social y los pone a las puertas de cambios culturales y políticos. En todos los casos, el denominador común es claro: planificación, inversión y rediseño del rol del Estado. No hay magia. Propuestas de reformas estructurales Argentina aún está a tiempo de reaccionar. Para lograrlo se requiere liderazgo político, coraje intelectual y romper con un modelo cultural tan demagógico como simplista. A continuación, se delinean algunas propuestas clave: A. Cambiar el modelo tributario y contributivo Del salario al consumo; del trabajo registrado al valor generado. Crear un sistema de financiamiento universal de la salud y las jubilaciones que no dependa exclusivamente del empleo formal. Definir con precisión cuál es la cobertura básica que el Estado garantiza a todos los ciudadanos, y permitir la complementación mediante distintos tipos de aportes (tanto públicos como privados). Establecer una legislación que permita al empleador operar “sin sorpresas”, evitando la industria del juicio que hoy afecta tanto al sistema sanitario como, en general, a toda la economía. Reducir la carga impositiva, pero a la vez ampliar la base de aportantes. Utilizar tecnología para detectar, formalizar y fiscalizar las actividades económicas; la eliminación del “pago en efectivo” debería ser prioritaria. Implementar un esquema contributivo que sostenga la matriz de financiamiento sin depender del empleo tradicional. B. Incentivar la natalidad y la familia como bien público Implementar deducciones impositivas por hijo, subsidios directos para la crianza y créditos fiscales para familias con niños. Establecer licencias parentales extendidas y transferibles entre progenitores. Priorizar la educación de calidad de manera integral, con especial énfasis en la educación para la salud. C. Profesionalizar el cuidado y reconvertir subsidios Impulsar la formación masiva en geriatría, cuidados de la tercera edad y asistencia domiciliaria. Reconvertir los planes sociales en subsidios al cuidado comunitario. Fomentar la creación de redes de cohousing intergeneracional. ¿Quién pagará lo que decidimos no prevenir? Nadie es tan joven que no pueda envejecer mañana. Y ningún país es tan rico como para mantener generaciones enteras que no producen, no aportan y no pueden sostenerse solas. El 97 % de la población argentina se vería empobrecida ante gastos médicos de mediana complejidad. El futuro no colapsará. Ya colapsó. Solo queda evaluar los daños y buscar la forma de retomar la buena senda de la que nunca deberíamos habernos apartado.

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