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Parana » Informe Digital
Fecha: 08/08/2025 20:50
En la región pampeana, entre un 30 y un 50% del rendimiento potencial de los cultivos extensivos no se logra alcanzar. Esta brecha, que varía en función del ambiente y el manejo, podría reducirse a la mitad mediante una estrategia de nutrición planificada, fundamentada en análisis precisos del suelo. Así lo expuso Nahuel Reussi Calvo, investigador del Conicet, durante el Congreso de Aapresid. En colaboración con su colega Nicolás Wyngaard, presentó un diagnóstico actualizado sobre el estado de los nutrientes en los suelos de la región pampeana. Basándose en datos concretos y mapas de muestreo recientes, los especialistas detallaron las principales deficiencias que limitan el potencial productivo y propusieron estrategias para mejorar la eficiencia a través de una nutrición más adaptada al ambiente. “Si realizamos un diagnóstico y corregimos según una nutrición balanceada, podríamos cerrar hasta el 50% de la brecha actual”, explicó Reussi Calvo. Sin embargo, advirtió: “No todo se reduce a la nutrición”. Nahuel Reussi CalvoAapresid En el caso del maíz, Reussi Calvo demostró que el rendimiento promedio se sitúa en torno a los 7600 kilos por hectárea, mientras que el potencial es de 11.500 kilos, lo que implica una diferencia de aproximadamente 4000 kilos. “Para alcanzar ese rendimiento adicional, necesitamos la incorporación de más nutrientes a nuestros sistemas. De cualquier forma que se quiera, pero es esencial que ingresen más nutrientes: nitrógeno (en este caso, 70 kg), fósforo (22 kg adicionales de P) y azufre (13 kg)”, subrayó. En términos de rentabilidad, aseguró que una nutrición equilibrada podría generar un resultado adicional de 500 dólares por hectárea. “Si proyectamos esto a escala regional y consideramos cerrar brechas en solo un tercio del área sembrada de la región pampeana, el impacto económico ascendería a 1000 millones de dólares. Y eso solo hablando de maíz”, comentó. Nicolás Wyngaard Aapresid Destacó que el problema comienza antes, debido a la falta de datos suficientes para tomar decisiones informadas. “Se fertiliza más del 90% del área de maíz, pero solo se muestrea y se conoce el punto de partida en el 30% de esas áreas”, advirtió. Esta falta de diagnóstico, alertó, provoca que muchas decisiones se tomen “a ciegas”, a pesar de que el costo de un análisis de suelo representa una fracción mínima comparado con la inversión en semillas o fertilizantes. “Gastamos 150 o 200 dólares en fertilizantes o semillas, pero no invertimos cinco dólares por hectárea en análisis”, afirmó. A esta limitación se suma otro factor. “Asumimos que todos los lotes son iguales y carecemos de datos para fundamentar nuestras decisiones. No es solo una cuestión de costos”, dijo. Por ello, enfatizó la necesidad de contextualizar, medir y adaptar las estrategias nutricionales a cada condición específica. Para ofrecer un panorama de la situación, Wyngaard presentó mapas actualizados sobre la disponibilidad de nutrientes en la región pampeana. En lo que respecta al fósforo, por ejemplo, señaló que en 2024 un 42% de los suelos muestreados presentaban niveles por debajo del umbral crítico. “Esto significa que en un 42% de la superficie, el fósforo es causante de la brecha de rendimiento”, explicó. Para el zinc y el boro, señaló que la situación es aún más crítica: en ambos casos, el 56% de los sitios analizados mostraron deficiencias. Wyngaard presentó mapas actualizados sobre la disponibilidad de nutrientes en la región pampeanaAapresid Wyngaard también advirtió que el balance negativo de nutrientes —es decir, lo que se extrae versus lo que se repone— agrava el problema, ya que se están “extrayendo nutrientes sin reponerlos”. En el caso del fósforo y el potasio, que son poco móviles, esta reposición es factible. Sin embargo, con nutrientes móviles como nitrógeno y azufre, no ocurre de la misma manera. “Si el cultivo no los aprovecha, se pierden”, explicó, y destacó que la mayoría de estos nutrientes está asociada a la materia orgánica del suelo. Esta materia orgánica, a su vez, ha ido en descenso. Wyngaard indicó que en suelos vírgenes el promedio era del 4,3%, y hoy se sitúa en torno al 3,1%. “Una caída del 1% representa una pérdida en disponibilidad de nitrógeno que tiene un costo estimado de 96 dólares por hectárea para ser suministrado mediante fertilizantes”, afirmó. No obstante, incluso con fertilización, no es posible recuperar ese stock. “Si quiero aumentar el contenido de nitrógeno y azufre, debo incrementar la materia orgánica”, resumió. Finalmente, Reussi Calvo recordó que no basta con gestionar adecuadamente los nutrientes. “La nutrición es un engranaje del sistema de producción, pero no es suficiente por sí sola”, afirmó. “No resolveremos los problemas de rotación de cultivos, densidad de siembra, malezas o manejo del suelo únicamente con nitrógeno”, añadió. “La fertilidad de los suelos no es solo química: también es física y biológica”, puntualizó. Y concluyó: “Necesitamos datos, así como la capacidad de cambiar nuestra forma de pensar. Si no somos capaces de desaprender, será muy difícil cerrar la brecha de rendimiento y nutrición de los cultivos”.
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