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    » LaVozdeMisiones

    Fecha: 08/08/2025 09:41

    Entre las tantas anécdotas que recordó anoche en el auditorio del Instituto Montoya por los 50 años de su programa insignia, El show de los impactos, el periodista Alfredo Abrazian, alardeó de su amistad con el general Alfredo Stroessner, el dictador paraguayo cuyo régimen se saldó con 400 personas desaparecidas, 20.000 detenidos, miles de exiliados políticos y cientos de niñas y adolescentes violadas por su pederasta corte. El show de anoche en el teatro de la calle Ayacucho y Rioja, fue un repaso de la vida del periodista que cumple este mes los 85 años y sus bodas de oro con el micrófono. La primera parte, con el estudio en sombras y la voz de Abrazian hablando en primera persona, de sus abuelos armenios y una remota masacre a manos de los turcos, de su adolescencia temprana en las calles de Nueva York, de sus viajes por el mundo, las celebridades que conoció, los amigos, compañeros y discípulos. Mencionó un rosario de nombres, hasta de políticos, pero en las dos horas y cuarto que duró el espectáculo, el relato omitió a su copiloto en FM Show, el represor Carlos Carvallo, preso por crímenes de lesa humanidad. Transcurría casi una hora y veinte minutos de la puesta en escena del espacio radial que Abrazian convirtió en marca personal, cuando el periodista Alejandro Barrionuevo lo invitó a contar al público que colmaba la sala su encuentro con Stroessner en Asunción, en una fecha que ninguno de los dos precisó, pero que a juzgar por el relato podría situarse en los años inmediatamente previos al final del reino del terror del general paraguayo. “Entrevistaste al tirano paraguayo. No sabías si te iban a dejar salir de Paraguay. Incomodaste con la pregunta”, le dijo Barrionuevo a Abrazian, dándole pie para una anécdota que, por el tono de la presentación, se anticipaba como una historia pletórica de peligro y suspenso. “Había una nota que teníamos ganas”, arrancó Abrazian, enfundado con un chaleco tipo pescador, debajo del cual vestía una remera negra, estampada con una imagen pop de Albert Einstein, en tonos rojizos. “La hicimos, pero parece que metimos la pata”, comentó y se enredó con la remembranza sobre un conflicto casi doméstico de un grupo de paraguayos llegados a Asunción desde Ciudad del Este, que entonces llevaba el nombre del dictador, para manifestarle a Stroessner su descontento por la “invasión” de brasileños a través de la frontera. “Fuera de la oficina del general estaban muchos paraguayos que habían venido del Alto Paraná y estaban calientes”, dijo Abrazian sobre la escena que encontró esa mañana asuncena frente al Palacio de López, y su voz sonó como si hablara de una bomba a punto de explotar; pero, enseguida, el relato se desinfló: “Stroessner los hizo pasar, los saludó y les preguntó por qué estaban tan enojados”, contó Abrazian y afirmó que, con mucha celeridad, el dictador despachó a los manifestantes y siguió con su rutina palaciega, como si nada hubiera ocurrido. “Fui a Asunción con un camarógrafo del canal 9”, recordó Abrazian. “Stroessner me pidió que le cuente el famoso chiste de la discordia”, relató, sin aclarar tampoco de qué trataba la humorada que, según afirmó, le refirió al general paraguayo “con un poco de miedo”. Dijo que, entre risas, Stroessner le pidió que “no le diera importancia a eso”, porque solo eran “habladurías nomás”, y que, inmediatamente, se puso a “disposición” de Abrazian y su equipo. Contó que años después, con Stroessner ya depuesto y viviendo su exilio brasileño en Guaratuba, la ciudad de la costa del Estado de Paraná que los jerarcas del régimen habían hecho su paraíso privado y donde el dictador tenía una enorme mansión a orillas del mar, el azar volvió a cruzarlos. “Yo estaba de vacaciones con mi familia y un día, caminando por la playa, vi una casa y un viejito sentado en la galería”, relató Abrazian. “Me acerqué para saludarlo y salieron cuatro guardaespaldas armados”, añadió. “Les dije que solo pasaba a saludar al general y del fondo se escuchó una voz tan característica”, rememoró el periodista. “Venga Abrazian, venga”, contó que lo llamó Stroessner. “Me quedé como una hora conversando con él, y al día siguiente volví a visitarlo”, relató. “Luego, mis vacaciones se terminaron y poco tiempo después nos enteramos que había muerto el famoso general Stroessner”, comentó el periodista y se jactó: “Así lo conocí, y así tuve el placer de ser su amigo”.

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