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  • Las imprudencias del equipo económico

    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 03/08/2025 14:38

    Terminaba el agitado día en que el dólar rozó el techo de la banda, cuando el equipo económico en pleno, incluido el Presidente de la Nación, recaló en el canal de streaming donde sus integrantes se sienten más cómodos. Se trató de una transmisión muy rica en gestos e ideas. Javier Milei, por ejemplo, jugó con una marioneta, dibujó un “Kuka” llorando, y denunció –sin aportar pruebas- la existencia de una conspiración contra la Argentina. Incluyó en ese complot a su vice Victoria Villarruel, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz y tres bancos locales. Sobre el final Milei, Luis Caputo, Santiago Bausili y los otros participaron de una especie de sketch, donde el periodista anfitrión les preguntaba si había intervención en el mercado de cambio. -¡Flotaaaaa, flotaaaaa, el dólar flotaaaaa!—aullaron todos a coro, antes de cerrar la nota a carcajadas. De esa manera tan particular intentó saldarse la inquietud que recorría al mundo económico luego del salto que depósito al dólar en 1380 pesos, en un contexto en el que el Gobierno intentó frenarlo, sin éxito, mediante fuertes intervenciones como una suba de la tasa de interés a niveles muy altos y el aumento geométrico de contratos de dólar futuro. Es decir que, por más que griten y se rían los técnicos del Gobierno, la flotación del dólar no es, como decirlo, plena y se hizo todo lo posible para evitar la escalada. Pero lo peor de todo es que ni siquiera esas intervenciones alcanzaron: el mercado desbordó al Gobierno, como tantas otras veces. Las próximas semanas se verá si el recorrido alcista frenó o si la demanda de dólares sigue muy alta y obliga al Gobierno a empezar a desprenderse del muy discutible crédito de los organismos internacionales. En el primer caso, la lucha de Caputo contra el dólar tendrá un respiro. En el segundo, se intensificará y habrá tensiones por todos lados, incluido el costado político. A esta altura, los consultores más influyentes del mercado calculan que probablemente la existencia del techo de la banda haga caer el tipo de cambio. El cálculo es sencillo: si el Gobierno tiene reservas para vender, logrará frenar la escalada por varios meses. Entonces, conviene vender los dólares, comprar pesos, ponerlos por unos meses a tasa de interés y volver a hacer una gran diferencia en dólares. Eso no termina el problema, solo lo pospone. Pero, claro, también se suponía que iba a suceder a la salida del cepo: la gente vendería sus dólares y compraría pesos ante la evidencia de que el tipo de cambio caería. ¿Y qué pasó? Compró dólares en lugar de venderlos. Con toda la razón del mundo, como se puede ver. Ante esa situación, el equipo económico despliega un estilo de comunicación que, como mínimo, es poco preciso. Por segunda vez en dos semanas, por ejemplo, ante el desafío del dólar, sus integrantes concurrieron a un canal donde poco tiempo atrás recomendaron repartir armas para tomar el Congreso, y acusan –otra vez, sin presentar pruebas- de pedófilos a diputados disidentes. Luego, Caputo y los suyos participan en sketchs donde gritan que el dólar flota. Encima, todo este show sucede a una seguidilla muy llamativa de erratas, pronósticos errados y provocaciones audaces. En las horas siguientes al levantamiento del cepo para individuos, el equipo económico difundió un video donde se abrazaban y saltaban eufóricos por la “exitosa” salida del cepo. Era obvio, para cualquier persona con experiencia, que la historia recién empezaba. Ya había pasado algo similar en 2015, sin gritos de gol ni carcajadas. Hay que escuchar de nuevo lo que decía en esos días el grupo de economistas partidarios que opera en las redes a favor del Gobierno: casi que era un hecho una nueva convertibilidad con el dólar a 1000. El presidente Milei mismo pronosticaba que, según los cálculos que surgen de aplicar los mejores modelos internacionales, sería incluso a 600. El dólar, entonces, llegaría al piso de la banda, dijeron, y subió casi hasta el techo. El riesgo país colapsaría, pronosticaron. Pero trepó inesperadamente. Durante más de un mes, el ministro fatigó los canales de televisión para promover un nuevo régimen que cambiaría la historia argentina, porque desde allí los argentinos sacarían los dólares del colchón. Antonio Laje le formuló a Caputo una pregunta muy pertinente: “¿Ustedes tienen algún estudio para saber los efectos de estas medidas?”. El ministro respondió que no, que la gente será libre de hacer lo que quisiera. Bueno, hizo exactamente lo contrario de lo esperado por el ministro. La cantidad de dólares que se compraron para ahorro y turismo en estos tres meses y medio es la mayor en 22 años, nada menos que 12 mil millones. Las reservas treparían hasta 50 mil millones, dijeron. Pero apenas superan los cuarenta y solo gracias a un endeudamiento muy fuerte. En medio de todo esto, el ministro provocó. -Si crees que el dólar está barato, no te lo pierdas. Comprá, campeón. Y se transformó en meme. Todo esto puede ocurrir por diversas razones. La más benigna es que las declaraciones de los funcionarios y del propio Milei sean un intento de generar expectativas: si todos creen que el dólar va a caer, venderán sus dólares y el dólar caerá. Ellos sabían que el dólar no iba a bajar, pero mentían para evitar que suba demasiado. Esa actitud tiene un costado polémico porque el Presidente y su equipo estarían guiando a sus seguidores a realizar inversiones fallidas. Pero también puede suceder que Milei y los suyos realmente creyeran que el dólar iba a caer, el riesgo país también y los dólares saldrían del colchón. O sea, que no entendieran lo que estaba por suceder. Si fuera así, estamos ante un muy brutal error de diagnóstico: un equipo económico desbordado por una realidad que lo desmiente. No sería un buen dato. El debate económico es, en realidad, mucho más serio de lo que el Gobierno propone en las intervenciones públicas de sus funcionarios. Desde principios de 2024 muchísimos economistas han sostenido que la estrategia de clavar el dólar tiene riesgos muy serios, porque obliga a desprenderse de reservas, genera desconfianza internacional y, al final, provoca una devaluación brusca. Antes de Joseph Stiglitz, lo advirtieron Domingo Cavallo, Ricardo López Murphy, Miguel Ángel Broda y tantos pero tantos economistas. En las últimas semanas, el JP Morgan, el Financial Times, sumaron advertencias. Para mucha gente seria e inteligente no basta con el equilibrio fiscal y las maniobras financieras para evitar una crisis. Otros incluso creen, y están muy convencidos, de que tal equilibrio no existe porque en la cuenta final ocultan parte de la deuda que hay que pagar: en el último pronunciamiento del FMI hay una alusión a ese pequeño asunto. Tal vez sea exagerado, tal vez no. Pero cada vez que un pronóstico del gobierno no se cumple, es legítimo preguntarse si saben lo que están haciendo. -¿Por qué permitieron que se fueran tantas reservas en tan pocos meses? -¿Fue inteligente abrir el cepo para individuos en este contexto mientras seguía cerrado el cepo para empresas, que son las que podrían invertir? -¿Por qué erraron los pronósticos? -¿Hubo imprudencia en la manera en que el Gobierno desarmó las letras financieras? En condiciones normales, un equipo económico debería responder preguntas como esas. En cambio, hay pocos argumentos y muchas morisquetas. De todos modos, entre tanta carcajada, se cuelan reacciones reveladoras. En un momento del diálogo del jueves, por ejemplo, el titular del Banco Central, Santiago Bausili, explicó: “No te voy a llevar a Estados Unidos, Suiza o Irlanda. Paraguay y Perú: esas sociedades viven tranquilas”. El Índice más abarcativo para comparar la manera en que viven los seres humanos según el país que habitan es el de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. Se compone de elementos heterogéneos: el PBI per cápita, el nivel de alfabetización, el promedio de vida, la infraestructura, entre otros. Como todo índice, está sujeto a polémicas. Pero se trata de la mejor referencia disponible. En esa tabla de países, la Argentina está mucho mejor –pero mucho—que Perú y Paraguay. El segundo está incluso por debajo de Cuba. La curva de evolución de los tres países en los últimos treinta años es muy similar. ¿Por qué alguien podría proponerse, entonces, transformar a la Argentina en Paraguay? Tal vez Bausili hablara sobre algo que no conoce demasiado. Eso, de por sí, no es buena señal: que el presidente del Banco Central arriesgara así la credibilidad de su palabra en un momento tan tenso. O, tal vez, Bausili elogiara a Perú y Paraguay porque, efectivamente, en algunos aspectos están mejor que la Argentina: son países con baja inflación y acceso al crédito internacional. En todo lo demás -producción, educación, salud, calidad de vida- están peor que la Argentina e incluso que la Cuba castrista. Para alguien que evalúa a una sociedad sólo en base a esos dos aspectos, y no mira todo lo demás, Perú y Paraguay son países envidiables. Pero lo demás juega: por eso casi ningún argentino emigra hacia donde “la gente vive tranquila” y un montón de paraguayos y peruanos habitan el suelo patrio. Esa mirada reduccionista no es inocua y se expresa en muchos razonamientos del equipo económico. En la misma noche, el ministro de Economía, Luis Caputo, explicó que controlará el traspaso del dólar a los precios gracias a la recesión: dijo que no habrá aumentos porque si alguien se atreve a aplicarlos no venderá nada. Cuando no hay plata, efectivamente, se vende menos y baja la inflación, pero a costa de muchas otras cosas. Para quien solo mira la inflación, eso es una gran virtud. Y allí está el corazón de la mirada oficial. Si Perú y Paraguay, con tanta estabilidad, siguen mucho peor que la Argentina en calidad de vida, ¿no será que la mirada de fondo de Bausili y los suyos, como mínimo, es limitada? ¿No ocurrirá que tarde o temprano las carcajadas no taparan esas preguntas? Sea como fuere, la lucha continúa. ¿A cuánto cerrará el dólar mañana? ¿Habrá pass through? Toda una vida con las mismas preguntas. (*) Esta columna de Opinión de Ernesto Tenembaum fue publicada originalmente en el portal de Infobae.

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