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  • Nadia Carolina Castillo: La fuerza de voluntad que transforma desafíos en oportunidades

    Gualeguay » Debate Pregon

    Fecha: 03/08/2025 13:30

    — Nadia, ¿podés contarnos un poco sobre vos y tu vida actual? Mi nombre es Nadia Carolina Castillo, tengo 43 años y actualmente estudio la Licenciatura en Educación y Nuevas Tecnologías en la Universidad Siglo XXI. Soy madre de una niña de 7 años, esposa y trabajo en un comercio en Gualeguay. La verdad es que emprender una carrera a esta edad, con tantas responsabilidades, no es fácil. — ¿Cómo es para vos el desafío de estudiar y cumplir con tantas obligaciones? Me siento joven, pero también consciente de que hay cosas para las que ya no soy tan joven. Por eso, estudiar es un verdadero desafío. Desde hace tiempo estudio lengua portuguesa y el año pasado obtuve el certificado Celpe-Bras, rendido en la Casa de Brasil en Buenos Aires. También estudio violín en la Escuela de Música N.º 2 "Feliciano Chiclana". Pero estudiar con tantas actividades, con el trabajo y las responsabilidades familiares, se vuelve muy complicado. — ¿Qué te impulsa a seguir adelante con tus estudios? Aun así, vengo luchando desde hace tiempo por superarme, por crecer y salir adelante. También lo hago como una forma de contribuir a mi familia, ya que la situación económica es muy difícil. Mi esposo y yo trabajamos juntos en un solo comercio, lo cual es un esfuerzo constante. Por eso, decidión estudiar: porque me gusta, y porque deseo trabajar en las escuelas, dar clases a los niños. — Contanos sobre la materia práctica solidaria que realizaste este año y cómo surgió la idea de tu proyecto. Este año, una materia llamada Práctica Solidaria nos propuso una actividad: vincularnos con una institución de nuestra ciudad y colaborar con ella. Pensé en la Biblioteca Popular "Carlos Mastronardi", una institución histórica que ha promovido siempre la cultura, apoyando escritores y artistas, y que abre sus puertas a toda la comunidad. Para mí, la biblioteca fue un refugio en mi adolescencia, cuando no tenía libros en casa ni posibilidades de comprarlos. Estudiar ahí, rodeada de sus mesas antiguas, en un ambiente tranquilo, fue muy significativo. — ¿Cómo fue la recepción en la biblioteca para tu proyecto? Me acerqué a hablar con Luisina Viviani, presidenta de la biblioteca, y con Aníbal Vescina, quien siempre está presente. Me recibieron con entusiasmo y me apoyaron en el proyecto. Éste consistía en recorrer escuelas de la ciudad y rurales, jardines municipales y hogares de niños, llevando libros, leyendo cuentos, compartiendo historias, música y alegría. La experiencia ha sido muy enriquecedora. — ¿Seguís con ese proyecto? Aún no termino: continúo visitando jardines durante todo el año. Leerles a los niños, ver su alegría, compartir con las docentes... nunca imaginé que podría adaptarme tan bien a ese entorno y lograr captar su atención. Además, es una forma de sacar la biblioteca a la calle, de que los libros lleguen a quienes los necesitan. — ¿Cómo viviste la experiencia de ser seleccionada para representar a Entre Ríos en el Árbol de la Convivencia 2025? A principios de julio, la universidad envió un mail invitando a postularse para participar del Árbol de la Convivencia 2025, a realizarse en Córdoba los días 23 y 24 de julio. Leí el mensaje y decidí postularme. Envié los datos el último día del plazo. Una semana después, recibí una llamada: había sido seleccionada para representar a Entre Ríos. Me quedé sin palabras. Fue un honor inesperado representar a mi ciudad y a mi provincia en un evento tan importante. — ¿Qué actividades realizaron durante el encuentro en Córdoba? Nos organizaron todo: pasajes, estadía y actividades. Viajamos a Córdoba 24 estudiantes, uno por cada provincia y uno por CABA. Compartimos hotel, recorrimos el casco histórico, visitamos iglesias y la universidad jesuita más antigua, hoy patrimonio de la UNESCO. Fue emocionante conocer a otros estudiantes, compartir nuestras historias. La primera noche intercambiamos presentes típicos de nuestras provincias. Yo llevé un mate forrado en cuero, representativo del trabajo artesanal de Gualeguay y miel producida, por la familia de mi esposo como símbolo de cada apicultor que trabaja con las colmenas y que es tan difícil. Es una tarea muy complicada de llevarla adelante teniendo en cuenta todos los problemas ambientales de la fumigación, el cambio climático, la falta de agua en verano y todo eso las abejas lo sufren y mueren muchas poblaciones, muchas colmenas, entonces el apicultor se ve desfavorecido dado que es un trabajo costoso. Además, en aquella ocasión, intercambié un libro que me facilitó Aníbal Vescina sobre la historia de nuestra biblioteca, que incluye textos de Juanele Ortiz, Tuki Carboni, Emma Barrandeguy, entre otros. Al día siguiente, tuvimos desayuno formal en el campus, frente al aeropuerto, con los directivos de la universidad. Cada uno contó su historia, cómo llegó a la universidad, qué estudia y qué lo motiva. Fue un momento muy emotivo. Luego se realizó el acto central, al aire libre, junto al Árbol de la Convivencia: un algarrobo plantado en la primera edición. Cada uno llevó tierra de su ciudad, que colocamos alrededor del árbol, formando una muestra simbólica de la diversidad del país. También recorrimos las aulas del campus, que cuenta con tecnología de punta, especialmente en las carreras de salud. Luego compartimos un almuerzo con docentes de nuestras respectivas carreras. Fue muy valioso poder conocer en persona a quienes normalmente vemos por plataformas virtuales. — ¿Qué rol tuvo la familia en tu experiencia? Todo esto reafirma la importancia del apoyo familiar. Mi esposo cocina cuando yo tengo que rendir un parcial, todos colaboramos. Nada sería posible sin esa contención. — ¿Cómo fue el acompañamiento desde el municipio? También quiero destacar la ayuda que recibí desde el municipio. Me comuniqué con la intendenta Dora Bogdan, quien me derivó a la secretaria de Turismo, Florencia Fernández, y ésta a Azul Justet, directora de Turismo. Me facilitaron folletos e información de Gualeguay para distribuir entre los demás estudiantes. Esas bolsitas hoy están en distintos rincones del país. — ¿Qué reflexión te dejó esta experiencia? Esta experiencia me mostró que hay esperanza. Que hay jóvenes apostando por el país, que estudian y sueñan con mejorar su comunidad. Fue un acto profundamente federal y humano. Creo que otras universidades, públicas y privadas, deberían promover este tipo de encuentros, que acercan al estudiante, que lo motivan a seguir. — ¿Podés contarnos sobre tus inicios y obstáculos que enfrentaste? No pude estudiar de joven por problemas de salud: estaba perdiendo la vista. Tuve que trabajar desde muy chica. Mi padre vivía en Asunción, con otra familia; crecí con mi madre y mis hermanos, sin lujos, sin comodidades, pero con dignidad. Conocí a mi padre recién a los 17, y a mi familia paterna, que hoy me acompaña y me apoya. — ¿Cómo te ayudó el estudio a superar esas dificultades? Estudiar me mantuvo con la mente ocupada y me ayudó a superar muchos momentos difíciles. Me operé, me pusieron lentes intraoculares, y recién hace dos años pude empezar a estudiar formalmente. Mi fuerza de voluntad y perseverancia son mi sello, y creo que eso es lo que hoy falta: creer que se puede, aunque cueste. — ¿Qué mensaje final te gustaría compartir? Hoy tengo un comercio, soy madre, estudio, soy miembro de la Biblioteca Popular gracias a la invitación de Aníbal Vescina. A todos los que confiaron en mí, gracias. Quiero ser un ejemplo de superación. No por orgullo, sino porque creo que todos podemos mejorar, que todos tenemos algo para aportar a la sociedad. Y que todo llega, si le damos tiempo al tiempo.

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