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  • La excitante aventura de abrazar la incertidumbre

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 03/08/2025 07:32

    La inmensa mayoría de los mortales prefieren la armónica paz de las certezas. La vida para ese segmento social es simplemente transitar el día a día con la menor cantidad de angustias posibles. Pueden deambular por décadas con esa dinámica sin que eso altere sus objetivos tan esenciales como clásicos. Pero no son ellos los que transforman el mundo, no pretenden hacer una revolución ni cambiar todo de cuajo. Se sienten cómodos en sus hogares, accediendo a un trabajo que les permita realizarse con la aspiración de sostener un esquema familiar para luego culminar su recorrido cuando la hora llegue. No pretende ser este un juicio crítico sobre la filosofía que define a los más sino una descripción general sobre los parámetros que rigen la cotidianeidad contemporánea. No es necesario que todos estén dispuestos al sacrificio ni que tampoco deban hacerlo como si fuera una prescripción ciudadana. "No esperan los reconocimientos de la sociedad, ni tampoco el de sus colegas. Saben de las mezquindades de siempre y de la envidia que produce la mera determinación, conocen al dedillo esas mediocridades humanas tan abundantes en estas épocas." Un minúsculo grupo de individuos tienen esa chispa y con eso es más que suficiente para que las comunidades tengan la oportunidad de progresar. Lo importante es valorar a aquellos que se animan a ser distintos, a tomar riesgos, a involucrarse y comprometerse con su tiempo. Ellos no ocupan ese rol a pedido de alguien en particular. No lo hacen como corolario de un mandato cívico ni tampoco inmolándose por sus pares. Han decidido tratar de ser héroes por inspiración, ambición o hasta egoísmo, pero lo han hecho con la plena convicción de que vale la pena. Casi nadie lo dice, pero muy pocos alcanzarán la meta. Los otros tropezaran de a miles chocando con sus propias limitaciones, con sus errores inagotables, con sus caprichos eternos y con la impericia que nunca falta a la cita. No todos tienen los talentos imprescindibles para triunfar. De hecho, solo los elegidos lo consiguen y obtienen su cometido. No le temen a lo que viene, inclusive cuando no saben que les está esperando después de la curva. No reclaman precisiones. Solo están al mando de su propio destino, con miedo, pero con la seguridad de que para superarlo deben ir para adelante. Se gobiernan a sí mismos usando como única brújula sus principios y valores. No esperan los reconocimientos de la sociedad, ni tampoco el de sus colegas. Saben de las mezquindades de siempre y de la envidia que produce la mera determinación, conocen al dedillo esas mediocridades humanas tan abundantes en estas épocas. "Nadie pide que la gente los aplauda, pero sería buena idea respetarlos un poco más. No es imperioso admirarlos ni es clave adularlos. No pasa por ahí la cuestión de fondo. Tal vez sea buena idea tolerarlos con paciencia y comprender las razones de su despliegue." Si en el futuro los agradecimientos aparecen mucho mejor, si deben esperar su propia muerte tampoco es un problema. No hacen lo que hacen para satisfacer a otros. Solo necesitan la aprobación transitoria de algunos para poder avanzar al siguiente escalón, pero no es la popularidad el fin último de cada una de sus acciones. Ellos disfrutan con fervor del camino. Se trata de un sendero que, muchas veces, como pioneros diseñan a su paso. El peligro inminente es un ingrediente vital en sus andanzas. Se alimentan de las vacilaciones y lo consiguen seleccionando opciones que emergen. En múltiples ocasiones las variantes disponibles son pobres o extremadamente malas y sin embargo optan por alguna a sabiendas de que pueden cometer desaciertos en ese acelerado juego desenfrenado que invita a equivocarse sin mitigación posible. No hay duda alguna de que tienen visión, de que son capaces de aprender, que rescatan un nuevo desafío cuando no sale todo según lo planeado, que no se rinden tan dócilmente y que están más que preparados para duplicar la apuesta cuando todo parece desmoronarse. "Entender que si logran victorias será por mérito propio, pero también asumir que ese hito se puede convertir en una fabulosa noticia para el entorno cercano y no tan próximo. Buena parte de la prosperidad de muchas localidades se produce como consecuencia de una empresa que dio en el clavo, de la mano de un empresario que arriesgó todo por su sueño." Nadie pide que la gente los aplauda, pero sería buena idea respetarlos un poco más. No es imperioso admirarlos ni es clave adularlos. No pasa por ahí la cuestión de fondo. Tal vez sea buena idea tolerarlos con paciencia y comprender las razones de su despliegue. Entender que si logran victorias será por mérito propio, pero también asumir que ese hito se puede convertir en una fabulosa noticia para el entorno cercano y no tan próximo. Buena parte de la prosperidad de muchas localidades se produce como consecuencia de una empresa que dio en el clavo, de la mano de un empresario que arriesgó todo por su sueño. Probablemente lo hizo en soledad, sin aliados, inclusive con personajes que le dijeron que lo suyo era un disparate, sin embargo, ha perseverado y aquí están ahora sus frutos más que tangibles, lo que permitió generar cierta bonanza a su alrededor, a pesar de los detractores que hoy se llaman a silencio. No han tenido suerte. Ha sido el resultado de abrazar la incertidumbre y de vivir esa magnífica aventura con un inagotable entusiasmo, que amerita un elogio generoso y un respaldo genuino. Eso incentivará a los audaces y hará justicia en esta era tan singular repleta de malos gestos y pésimos ejemplos.

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