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» Data Chaco
Fecha: 01/08/2025 16:37
Cada 1° de agosto, en muchos hogares del nordeste argentino, el día comienza con un pequeño ritual: tomar tres sorbos de caña con ruda en ayunas. Se trata de una tradición popular profundamente arraigada en la cultura regional, que busca alejar los males del invierno y renovar las energías para el resto del año. La costumbre, compartida por comunidades del NEA, Paraguay y el sur de Brasil, tiene raíces indígenas y elementos incorporados durante la colonización. La bebida se prepara con caña —un destilado de la miel de caña de azúcar— y hojas de ruda, una planta a la que se atribuyen desde hace siglos propiedades curativas y mágicas. Según la tradición, no importa tanto el brebaje en sí, sino su simbolismo. Así lo había explicado Gabriela Barrios, directora de Patrimonio de la provincia en diálogo con DataChaco: "Originalmente no era caña ni ruda, porque esas plantas no estaban en esta región. Lo que se hereda no es exactamente la sustancia, sino el sentido simbólico. En el museo (del hombre chaqueño) preparamos dos versiones: la tradicional y una dulce". Las variantes también aparecen en la práctica: hay quienes beben tres sorbos, otros siete, y algunos lo repiten durante quince días seguidos. La fecha elegida tampoco es azarosa. Agosto marca en el hemisferio sur uno de los períodos más fríos del año. Para el pueblo guaraní, este tiempo coincide con lo que llamaban Karaí Agosto, una etapa de transición vinculada a lluvias intensas, enfermedades y escasez. Por eso, la ingesta de caña con ruda funcionaba como una medida de protección física y espiritual frente a la adversidad. Este 1° de agosto también se celebra el Día de la Pachamama, una festividad de raíz quechua extendida principalmente en el noroeste argentino. A diferencia de la caña con ruda, en este rito se entierran ofrendas como comida, bebida y hojas de coca en honor a la Madre Tierra. Aunque son tradiciones diferentes, en muchos rincones del país ambas conviven como parte del mismo calendario espiritual y comunitario. La práctica de la caña con ruda es un ejemplo claro de patrimonio vivo: una herencia cultural que se resignifica año a año, manteniéndose vigente no solo por su valor simbólico, sino también por su capacidad de reunir a las personas en torno a una memoria compartida. Notas Relacionadas
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