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Gualeguaychu » Reporte2820
Fecha: 01/08/2025 08:44
En un país como el nuestro, con nuestra idiosincrasia, forma y formas de pensar y de hacer las cosas, -es decir con la cultura que tenemos en general-, cabe preguntarse por el tema no menos complicado de la distribución de bienes o de la riqueza, como quieran llamarlo. Vaya cuestión en esta Argentina donde no podemos ponernos de acuerdo ni siquiera como debe formar la selección de fútbol. Aún después de Qatar y de las dos copas americanas ganadas. Nos ubicamos primero desde las diferentes miradas, de acuerdo al posicionamiento ideológico si se quiere que, con el paso del tiempo, si nos ponemos a hurguetear en la historia, han ido mutando. Se fueron aggiornando, como se dice, pero dejando en el fondo la misma esencia. Hablo de los sectores de la derecha o liberalismo, de la izquierda, del peronismo y hoy, nobleza obliga, del sector libertario. Derecha o liberalismo En el contexto de la distribución de bienes, la derecha, o el sector conservador, suele defender una perspectiva que enfatiza la propiedad privada y la libertad individual. En general, se considera que la distribución de bienes debe ser resultado de las decisiones individuales y de la libre interacción en el mercado, con mínima intervención estatal. Aquí la propiedad privada es un derecho fundamental y hay que protegerla, principalmente del Estado. La acumulación de bienes es legítima siempre y cuando se obtenga de manera legal y sin perjuicio de terceros. Este sector es partidario de un libre mercado, regulado por la propia oferta y la demanda, como mecanismo más eficiente para la asignación de recursos y la distribución de bienes. Ah, el Estado lo más lejos posible. Es un obstáculo. Y como dato, no menor, “suele sostener que el éxito económico y la acumulación de riqueza son el resultado del esfuerzo y la habilidad individual. Se considera que aquellos que trabajan duro y toman buenas decisiones deben ser recompensados con mayores bienes y riquezas” y que la desigualdad económica “es un incentivo para el trabajo y la innovación, y que una sociedad con desigualdades es más dinámica y productiva”. Libertarios Los libertarios se oponen a la redistribución forzada de bienes por parte del Estado, porque “viola la propiedad privada y la libertad individual”. Parecido a la derecha, prefieren la distribución de bienes a través de mercados libres y voluntarios, donde las personas pueden intercambiar voluntariamente sus propiedades. La propiedad privada es un derecho fundamental y que los mercados libres, donde la gente puede comprar, vender e intercambiar bienes y servicios libremente, son la forma más eficiente y justa de distribuir los recursos. Los libertarios critican la intervención del Estado en la economía, argumentando que distorsiona los precios, crea ineficiencias y limita la libertad individual. La izquierda Para este sector la distribución de la riqueza implica reducir la desigualdad social a través de políticas que redistribuyan los recursos de manera más equitativa. Esto se logra mediante impuestos progresivos, gasto social y regulación económica, con el objetivo de garantizar un acceso más justo a bienes y servicios esenciales como la educación, la salud y la vivienda. Consideran que “la riqueza acumulada en manos de unos pocos debe ser redistribuida para financiar servicios públicos y programas sociales que beneficien a todos, especialmente a los más vulnerables”. Consideran una buena medida gravar impuestos a los sectores más pudientes, promueve la reducción de la brecha entre ricos y pobres, como la plena intervención del estado, invirtiendo en educación, salud, vivienda, transporte público y otros servicios esenciales para garantizar que todos tengan acceso a una vida digna. Como dato significativo apoyan la regulación de los mercados para evitar abusos y proteger a los trabajadores y consumidores y que la distribución de la riqueza se ve como “un medio para garantizar que todos tengan la oportunidad de desarrollarse y ascender socialmente, independientemente de su origen”. Peronismo Busca la justicia social y la igualdad a través de políticas que promuevan una distribución más equitativa de la riqueza y el acceso a bienes y servicios. Se enfoca en la redistribución de la renta, la ampliación del mercado interno, la industrialización y la promoción de la producción nacional. Su propósito de asienta en principios clave como la justicia social, que prioriza el bienestar social y la reducción de las desigualdades económicas, considerando que la propiedad privada debe estar al servicio de la comunidad y no solo del propietario. Insta a la mayor participación de los trabajadores en la distribución de la riqueza, a través de salarios justos y beneficios sociales; promueve la industrialización para generar empleo, aumentar la producción y reducir la dependencia externa y que el Estado juega un papel activo en la economía para regular y orientar la distribución de bienes y servicios. Para todos los gustos A grandes rasgos, estos son los postulados principales de las ideologías imperantes en nuestro país y que, a veces (porque no siempre es así) suelen discutirse, por ejemplo, en una campaña electoral. Podemos sumar a la Unión Cívica Radical, por su ascendencia aún imperante desde lo ideológico, pero uno lo imagina más cercano al peronismo y a la izquierda, con rasgos progresistas marcados. Lejos, ideológicamente hablando, de la derecha o sectores liberales o libertarios. Salvo la izquierda, en nuestro país han venido gobernando todas las ideologías mencionadas. Si faltaba una, con el triunfo de Milei, cartón lleno. La realidad Pensemos. ¿Hubo alguno mejor que otro? Quizás sí y dependiendo del momento, de las circunstancias. También como nos identificamos con esa o esas gestiones. La derecha o el liberalismo llegó al poder en diversas oportunidades, muchas de ellas no democráticamente, apoyando a gobiernos de facto, hasta que luego del afianzamiento democrático supo reconstruir su estrategia y llegar a través del voto popular. Pasó con Carlos Menem y con Mauricio Macri, cada uno con su propio estilo, pero parecidos en el fondo, al igual que Fernando De la Rua. Radicales y peronistas, más allá de los tiempos difíciles transitados, en épocas con otro tipo de violencias, imprimieron tonos parecidos, destacando al peronismo del propio Juan Domingo Perón, como mentor y estratega, con un tremendo peso propio que hacía fuertes a propios, pero también para agudizar el ingenio de sus detractores que no dudaron en intentar matarlo, por ejemplo. Los años actuales nos encuentra con una versión híbrida del liberalismo. Cerca pero no pegados a la derecha profunda. Es más, muchos descubrieron a los libertarios a partir de Milei, creyendo que era una especia de “nuevo liberalismo”. Así se conformó casi una “bolsa de gatos” como se suele decir en los ámbitos políticos. No sé si es para tanto, pero si un paquete de caramelos surtidos, seduciendo a simpatizantes y dirigentes de los alicaídos partidos políticos tradicionales, muchos de ellos sintiendo ser “sapos de otro pozo”. Vaya si lo son. Sobre todo, quienes pertenecieron a la UCR o al PJ. Más allá de este análisis raudo y sencillo, hubo aciertos y fracasos. En ambos casos muy profundos que dejaron huellas, quizás heridas, cuyas cicatrices se observan a simple vista. Y más allá de quien o quienes hayan o estén gobernando, hay un sistema que mantener, una forma de vida que al perecer no puede ni debe cambiar y que muchos argentinos no dan cuenta. Si alguien construye algo bueno, el que sigue, quizás lo dinamite y así venimos transitando. Lejos de aconsejar, deberíamos seguir el ejemplo de países que poseen un modelo intocable, es decir una base permanente que protege su economía, sus derechos y a su gente. Y se asientan en el respeto y el compromiso. Lealtad y transparencia… vaya vaya, cuanto tenemos para aprender. Y cuanta más tela para cortar. Bernardo dei Maquiavelli
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