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  • La belleza no lo es todo: la filosofía de Tini de Bucourt sobre el valor del contenido y la autenticidad

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 01/08/2025 02:47

    A lo largo de su vida, Tini de Bucourt ha sabido reinventarse una y otra vez. Ícono indiscutido de la moda argentina en los años ’70 y ’80, fue una de las modelos más emblemáticas de su generación. Pero su historia no se agota en las luces de las pasarelas: tras décadas entre desfiles y cámaras, decidió ir más allá de la estética para explorar la autenticidad, la espiritualidad y el poder de transformación personal. Su viaje interior comenzó a profundizarse durante una larga estadía en la India, donde vivió siete años y abrazó el yoga, la meditación y una nueva forma de entender la belleza. Luego de superar un cáncer de ovario en 2023, lejos de detenerse, Tini encontró en la adversidad una nueva fuente de energía. Hoy escribe, pinta, da charlas y encabeza proyectos con los que busca inspirar a otras mujeres a abrazar su edad, su cuerpo y su historia sin filtros ni estereotipos. Con 74 años, una vitalidad envidiable y el lanzamiento de su cuarto libro y su primera muestra de arte previstos para el mismo día, Tini enfrenta un nuevo hito en su camino. “Le tengo miedo a la exposición”, confesó. Aunque reconoce que ese miedo también la impulsa. Pintar, escribir y compartir su mirada sobre la vejez digna, la autenticidad y la belleza real se han convertido en su nueva forma de habitar el presente. Tini de Bucourt: "Detesto que me digan linda porque hay otros valores que tengo y son mucho más importantes que ser linda". (Diego Barbatto) Luli: — Tenés una gran trayectoria como modelo y en el manejo de tu escuela. ¿Cómo ves las cosas en retrospectiva desde ese momento a hoy? Tini: — Tengo que confesarte que estoy muy alejada de la moda. Hace bastante tiempo que me salí totalmente. Amé mi profesión, sentí que fui muy buena y no lo digo para mandarme la parte. Pero la verdad es que la moda para mí fue un lenguaje. Yo tuve un tema muy difícil cuando era chica. A los 13 años, con la muerte de mi papá, que fue de golpe, un accidente, me quedé muda. Estaba sin familia acá en Argentina porque mi único hermano ya vivía en Europa y mi mamá había caído en una depresión enorme. Durante tres años quedé muda y tartamuda. Yo nunca quise ser modelo, estaba estudiando otra cosa. En ese momento ya no es que tartamudeaba, pero trastabillaba. Me daba miedo hablar frente a cámara o en público. Cuando me descubren como modelo, yo estaba estudiando un terciario de psicopedagogía para enseñar arte a los niños. Además, fui mamá muy joven, a los 18 años, a los 20 y a los me divorcié a los 21. Todo empezó con la dueña de una botique del momento, que tenía una sucursal en Martínez y yo fui como toda chica joven que quiere ver vidrieras. Me paré ahí y sale una señora, que era la dueña, y me dice: “Te voy a llamar en marzo porque quiero que desfiles para mí”. Luli: — ¿Y nunca habías desfilado hasta ese momento? Tini: — No, ni me importaba. Nunca se me había cruzado por la cabeza. Yo bailé muchos años clásico. Por eso creo que la danza es, para cualquier mujer, el movimiento ideal para los brazos, las manos, la mirada, el cuello, el sentarte, todo eso se hace natural. Y la pasarela para mí fue un lenguaje mudo. En nuestra época era muy distinto que hoy, éramos un grupo de manequens, como nos llamaban antes. Cuando muere mi papá y mamá estaba muy caída y en mi casa se leía mucho, yo leo mucho. Entonces, me ponían algún vestido y automáticamente me venía algún párrafo de alguna novela que había leído. Y no es que lo actuaba, pero algo en mí se transformaba y lo sentía. De esto me di cuenta después con los años. Era absolutamente orgánico y me ayudó mucho la danza para aprender a moverme. Luli: — ¿Cuándo surge la idea de abrir tu propia escuela? Tini: — Yo dejé la moda cuando tuve un sueño. Tengo sueños raros, que son como indicadores y este era como un cartel de neón que decía: “Bájate de la pasarela, ya”. Al otro día, avisé: “Chicas, me despido de la profesión”. Luli: — ¡¿Por un sueño?! Tini: — Yo le hago caso a mis sueños. Escucho los sueños, los mensajes y las oportunidades las agarro… Luli: — ¿Pero al otro día del sueño dijiste: “Chicas, me retiro”? Tini: — Sí. Me retiré del modelaje y el último desfile fue de Gino Bogani, que terminaba siempre las temporadas. Me despidieron con flores, todo divino. Y yo tenía mi sueño de la escuela. Cuando quiero abrir la escuela, la abro en un lugar divino, en Recoleta, en un Petit Hotel espectacular. Pero tenía pánico y decía: “¿Quién va a venir a mi escuela?” Y con mucho orgullo tengo que decirte que toda la camada que siguió a la nuestra, pasó por mi escuela. Luli: — ¡Todas las más conocidas! Tini: — Sí y se formaron ahí porque a mí la palabra “linda” me pone muy nerviosa porque me dijeron siempre: “¡Que linda sos!”. Luli: — ¿Renegaste alguna vez de eso? Tini: — Detesto que me digan linda porque hay otros valores que yo siento que tengo y que para mí son mucho más importantes que ser linda. Ser linda es genético. Yo no hice nada para ser linda. Nací así. Pero hay otros valores que tengo y que desarrollé que me parecen mucho más valiosos. Luli: — ¿Nunca tuviste un tema con el espejo, con la inseguridad? Tini: — Sí, por supuesto. Pero lo superé. Cuando puse la escuela estaban Carolina Peretti, Dolores Barreiro, Carola del Bianco, Florencia Raggi y yo les decía: “Chicas, ustedes son lindas. Pero que ese no sea el objetivo en su vida”. Yo las hacía estudiar, por ejemplo. Les ponía un vestido que tenía que ver con el barroco, otro con la Edad Media, y me decían: “Tini, ¿por qué tengo que saber eso?” Y les respondía: “Porque uno no camina igual con un vestido barroco que de otra época”. En la escuela tenía una biblioteca. Ellas tenían que estudiar historia de la moda, historia universal, quiénes eran los mejores fotógrafos del mundo… La exmodelo lanza su cuarto libro y su primera muestra de arte. (Diego Barbatto) Luli: — ¿Y les tomabas examen? Tini: — Sí, porque me parecía sumamente importante que haya contenido. El envase lindo está buenísimo, pero no es todo. Aparte en la vejez, que yo amo la vejez y quiero ser una vieja arrugada... Luli: — ¡¿En serio?! Creo que el 99 por ciento de las mujeres reniega con eso. ¿Por qué amás la vejez? Tini: — Para mí la vejez es como un desafío. Lo más importante es que mis ojos brillen, pero para que mis ojos brillen tiene que haber contenido. Cada uno puede vivir como quiere, por supuesto. Pero los desafíos que la vida te pone son enormes aprendizajes que te dan un contenido que supera ampliamente lo lindo. Porque cuando vos estás orgullosa de lo que viviste, se te nota. Luli: — ¿Qué es lo que más orgullo te da? Tini: — Mi capacidad de resiliencia. Yo tengo una tremenda capacidad de resiliencia. Lo que se me cruza por la cabeza, lo hago. Yo nunca tuve un título en nada y armé todo sola. Y la verdad que cuando viajé a India fue obviamente un cambio en mi vida. Absolutamente. Luli: — ¿Qué te pasa cuando ves a las nuevas generaciones, donde todo gira en lo físico y a veces parece no haber contenido? ¿Qué les dirías si llegaran a la escuela de Tini? Tini: — Me acuerdo que a Dolores Barreiro, que tiene las piernas más lindas del universo, un día le dije: “Vos tenés unas piernas impresionantes. Yo quiero que hables con las piernas”. “¡¿Qué es hablar con las piernas?!”, me preguntó. Y se quedó conmigo practicando en un salón divino, estuvimos como dos horas. Yo la hacía caminar y caminar y técnicamente estaba perfecta, pero no me decía nada. Caminaba y era como mirar a alguien con lindas piernas nada más. Hasta que se enojó y ahí empezó a pisar fuerte con enojo… Luli: — Se enojó porque estaba re podrida y se quería ir a su casa (risas) Tini: ¡Sí! Y ahí yo la aplaudí. “¿Ves? ¡Eso es hablar con las piernas!”, le dije. Luli: — La actitud. Poder tener algo más... Tini: — Sacar tu condimento. El trabajo mío con las chicas era que no se queden en lo lindo. Les preguntaba: “¿Para qué querés ser modelo? ¿Para salir en la tapa de una revista? ¿Por qué no sos modelo para llevar la moda argentina al mundo? Que es mucho más interesante”, como el caso de Gisele Bündchen que puso a la moda de Brasil en el mundo. Eso es ser una modelo. Ser modelo es una profesión importante. Sos el último eslabón para la venta. Luli: — ¡De una industria que es millonaria! ¿Te molesta que se subestime la profesión de modelo? Tini: — Sí, me duele. Porque yo siempre digo: “De nosotras depende que ese vestido se venda”. Si vos no lo pasás bien, el vestido no se vende. No te puedo hablar de ahora porque estoy muy alejada de la moda. Igual siempre sentí que no encajaba, nunca lo sentí como mi mundo. Yo lo hacía porque mis dos chicos, como buena alemana, había que trabajar, quería tener mi propia plata y mantener a mis hijos. Pero después de desfilar me iba a casita a hacer deberes, no me iba a bailar a no sé dónde. Su experiencia en la India y superar la enfermedad transformó la visión de Tini sobre la vida. (Diego Barbatto) Enfermedad y resiliencia Luli: — Dijiste antes que te considerás una mujer muy resiliente. Cuando te tocó atravesar la enfermedad, el cáncer, ¿sentiste que fuiste un referente para muchas personas que están en esa lucha? Tini: — Sí, siempre fui muy sana. Nunca tuve mayores problemas. Y llegó un diagnóstico de cáncer, el primero de ovario, estadio cuatro y metástasis. Tuve charlas con mis hijos y les dije: “Acá hay una posibilidad de que parta”. Yo hablé mucho con los chicos y tengo una visión con la muerte también muy especial. Viví mi enfermedad como una gran oportunidad y lo digo con respeto porque ahí comprendí lo que es la noche oscura del alma y vi el dolor de la humanidad. Pensé mucho en mis padres, que vivieron las dos guerras y dije: “¡Guau! Que guerras también hay acá adentro”. Le agradezco a mi enfermedad. Sé que lo que estoy diciendo ahora es muy sutil, pero lo hablo con mucho respeto. Luli: — ¿Por qué le agradecés a la enfermedad? Tini: — Porque la enfermedad me paró. Yo no paraba. Era un camión. Viajaba, daba talleres, conferencias y no paraba nunca. Tuve que cambiar absolutamente el rumbo. La quimio te desencaja neuronalmente. No podía leer, no podía ver una película. Ahí aprendí a contemplar, a estar en calma. Luli: — ¿Te acordás el momento en que te dieron el diagnóstico? Tini: — Me operaron del pie y a los dos días empezaron los síntomas del cáncer. Me hicieron todos los exámenes, y en un momento, con ecografía transvaginal, por séptima vez porque no lo encontraban, veo al ovario como con una capa negra y le dije a la chica: “Yo tengo cáncer, ¿no?”. Y me dijo que sí. Pero no me impactó. Fue raro porque yo sabía que tenía cáncer. Venía con un cansancio raro hace un año y seguía laburando. Había leído que uno de los síntomas del cáncer es ese cansancio extremo. Luli: — ¿Cuándo te cayó la ficha? ¿Cuándo dijiste: “Esto va a estar difícil”? Tini: — La enfermedad es un gran aviso de que algo está desequilibrado. Pero también es una oportunidad de cambiar. Yo nunca me pregunté ¿por qué a mí? ¿Qué habré hecho mal? Yo siempre me pregunté, y esa es mi sugerencia para quien escucha o acompaña a alguien que lo está transitando, es ¿para qué? ¿Qué me trae el universo con esto? ¿Qué tengo que aprender? Claramente en mi caso era parar. Luli: — Un cachetazo que te da la vida… Tini: — Es un cachetazo que a mi literalmente me paró y la gran pregunta fue: “¿Para qué me pasa esto?” El gran peligro es volver a lo que hacías, de la manera que lo hacías o al ritmo que lo hacías. Para mí fue mucho más difícil el post y lo es todavía. Después tuve un segundo cáncer y tuve remisión total que fue milagro. El médico me dijo: “Nosotros pusimos el 30%, vos pusiste el 70%”. Luli: — ¿Tuviste miedo a morirte? Tini: — No. La muerte te aparece. Yo estuve bastante cerca de la muerte y la vi muy de cerca en la India. Viví siete años ahí y fui muchas veces, treinta y dos más. Estaba presente... Luli: — Si pudieras revivir un momento de tu vida que te dio gratitud, ¿cuál sería? Tini: — Una epifanía que tuve a los 25 años en Europa. Me bajé del auto, me fui caminando en los Alpes, me senté arriba de una roca y viví una paz… Todo se paró. Estaba con una pareja en ese momento, nos habíamos peleado, me bajé del auto y me fui caminando. En esa epifanía, viví una paz absoluta. No sé cómo describirla. Como que todo estaba bien. Yo creo que eso pasa cuando uno parte y también cuando uno vence el dolor. Quiero cerrar algo muy lindo y es un mensaje para la gente. Una íntima amiga mía me dijo hace poco: “¿Sabés, Tini? Yo soy muy feliz y sé por qué: porque hago exactamente en la vida aquello para lo que vine".

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