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Gualeguaychu » Infoner
Fecha: 31/07/2025 01:16
Se estima que en el mundo existen aproximadamente 30.000 ediciones diferentes de libros incunables. El Complejo Cultural Magnasco resguarda uno: se trata de una edición de La Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, impresa en 1489, donada a la institución por el presbítero Juan Carlos Borques en 1896. La palabra incunable proviene del latín “incunabula” que significa cuna y representa el principio, el origen. Se llama incunables a los libros impresos durante el siglo XV, desde aquellos primeros salidos de la imprenta de Gutenberg (1450-54) hasta los libros impresos antes del día 1 de enero de 1501. En Gualeguaychú existe la posibilidad de apreciar uno de estos valiosísimos ejemplares, en el Complejo Cultural Magnasco. Para conocer más detalles Ahora ElDía dialogó con la museóloga Liliana Esquivel, quien expresó: “No es común que un museo de una ciudad como Gualeguaychú cuente con una pieza de esta magnitud. Es un testimonio tangible del nacimiento del libro impreso, un objeto que nos conecta directamente con el pensamiento y la cultura del siglo XV, un tesoro del Renacimiento en la provincia de Entre Ríos”. ¿Qué tan especial es este libro o qué tan común es contar con un incunable en un museo? Tener un incunable en una institución como el Complejo Cultural Magnasco es realmente excepcional, es un hecho extraordinario y poco común. Estas obras suelen encontrarse en grandes bibliotecas nacionales, universitarias o en museos especializados en historia del libro. Su presencia marca una joya del patrimonio universal que habita en el corazón de este museo para ser compartido con toda la comunidad. Los incunables son libros impresos antes del 1500, es decir en los primeros tiempos de la imprenta de tipos móviles, que surge en torno a 1440 y son muy valorados por su antigüedad, rareza y valor histórico. Representan una auténtica revolución cultural y tecnológica, ya que hasta entonces los libros eran copiados a mano, lo que implicaba altísimos costos, escasa disponibilidad y un acceso limitado a sectores privilegiados, como la iglesia o la nobleza. En este sentido, los incunables no solo son valiosos por su antigüedad o belleza material, sino porque simbolizan el inicio de un proceso de democratización del conocimiento. Fueron portadores de una transformación cultural profunda, en la que el acceso a la información, la educación y la posibilidad de pensar críticamente dejaron de ser exclusivos de unos pocos. ¿En qué estado están sus páginas? El incunable conservado en el museo es una edición de La Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, impresa en 1489. Lo he podido manipular con los cuidados correspondientes y observé que se encuentra en un estado general bueno, considerando su antigüedad de más de cinco siglos. El volumen cuenta con aproximadamente 365 páginas, las cuales se encuentran íntegras, con buen nivel de conservación del papel, sin pérdidas ni roturas importantes. Aunque algunas hojas presentan manchas de oxidación o suciedad propias del paso del tiempo, su estructura permanece sólida y legible. Está escrito en latín muy antiguo y el tipo de letra es gótico. En el colofón aparecen los siguientes datos: Pavia (Italia) en 1489, por los socios Johannes Antonius de Birreta y Franciscus Girardengu. Es el tercer tomo de La Summa, impreso a dos columnas y su formato es en cuarta. Los tipos utilizados en las primeras iniciales de color rojo han sido de madera. Su autor, Alejandro de Hales, nacido en Inglaterra en 1185, escribió esta obra a pedido del Papa Inocencio IV. Hales alcanzó gran fama como teólogo, tanta, que fue admirado por el mismo Santo Tomás. La Summa se imprimió por primera vez en Venecia en 1473. La encuadernación es original, con tapas de cuero repujado en las que se distinguen un corazón flechado y un santo con el niño en brazos. Muestran un deterioro más evidente, con signos de desgaste, pérdida de material y fragilidad estructural, lo cual es habitual en obras de esta época. Este deterioro afecta principalmente a la cubierta. Sin embargo, en conjunto, puedo decir que el libro está en buen estado de conservación y se destaca la salubridad del cuerpo del texto y la legibilidad de sus páginas, lo cual le otorga un valor significativo, tanto histórico como patrimonial. ¿Cómo hacen para conservarlo? Es un gran desafío, sobre todo en instituciones que, como la nuestra, funcionan con recursos limitados. Un incunable requiere condiciones muy específicas: temperatura y humedad controlada, protección contra la luz directa, manipulación con guantes, guardado en posición adecuada, entre otras medidas que recomienda la conservación preventiva. Nuestro museo, aunque no cuenta aún con un sistema de conservación ideal, trabajamos con el mayor cuidado posible dentro de nuestras posibilidades. El incunable está guardado en un espacio protegido, es manipulado únicamente en ocasiones especiales y siempre con la mayor delicadeza. Estamos en constante búsqueda de asesoramiento profesional y fondos que nos permitan mejorar sus condiciones de resguardo. Para nosotros es una enorme responsabilidad y un compromiso que asumimos con conciencia. Sabemos lo que representa y seguimos gestionando para poder conservarlo de la mejor manera posible, como parte del patrimonio cultural de Gualeguaychú. ¿Ya se consideraba una obra valiosa cuando Borques la donó al Magnasco? Sí, los incunables ya eran considerados objetos de gran valor histórico, bibliográfico y cultural, más allá de su antigüedad, también por el lugar central que ocupan en la historia del libro y la expansión del conocimiento. En el siglo XIX con el desarrollo de la bibliografía como disciplina y el auge de los estudios históricos sobre el libro, los incunables comenzaron a ser buscados y coleccionados por bibliófilos, académicos y bibliotecas importantes de Europa y América. Se los comenzó a catalogar sistemáticamente, se crearon repertorios como el famoso “Incunabula Short Title Catalogue” y se reconoció su valor como testimonios materiales del nacimiento de la imprenta y por ser obras que contienen conocimientos fundamentales del pensamiento occidental. Que Borques lo haya donado a nuestra institución no fue un acto menor. Por el contrario, fue un gesto profundamente significativo, tanto por su valor en sí como por el hecho de depositarlo en un lugar del interior del país, reconociendo su papel en la difusión de la cultura y el saber. Esta obra de 1489 es una joya bibliográfica, conecta a la ciudad con una historia global del libro y la coloca en diálogo con grandes colecciones del mundo. Características de los incunables Material: El papel más comúnmente empleado fue el de trapo, grueso, irregular y de color grisáceo o amarillento en las primeras ediciones. lncipit: Palabra latina que viene de la raíz incipere (empezar) y que indica el principio de un escrito antiguo. Explicit: Palabra latina que señala cuál es el final o las últimas palabras del impreso. Portada: Los primeros libros impresos carecían de portada y el texto solía comenzar desde la primera página a continuación del íncipit. En otras ocasiones, lo que figuraba al comienzo era una tabla de capítulos o una dedicatoria. Letras capitales: Los incunables se caracterizan por tener algunos espacios en blanco destinados a las letras capitales que posteriormente eran iluminadas a mano por los miniaturistas. No están foliados; es decir no tienen números de página. Sustitución de letras: Con frecuencia una letra era reemplazada por otra. Por ejemplo, la “e” se empleaba para sustituir los diptongos latinos “ae” y “oe”, mientra que la “c” era reemplazada por la “t”. Signos de puntuación: En muchos casos no se usaron o se emplearon sólo parcialmente. Los signos de puntuación antiguos eran muy distintos de los que conocemos en la actualidad. El punto tenía forma cuadrada o de rombo, y la coma era un trazo oblicuo. Aunque no es propiamente un signo de puntuación, el calderón se empleaba para separar los párrafos. Caracteres góticos: La impresión de los textos se limitó casi exclusivamente a los caracteres góticos. Abreviaturas: Los primeros impresores buscaron que sus libros guardaran la mayor semejanza posible con los manuscritos y es por esa razón que los incunables se caracterizaron por exhibir un uso excesivo de abreviaturas. Márgenes: Su amplitud permitía la escritura de apostillas o notas. Columnas: Por lo general, la modalidad típica fue a dos columnas, cuyo número de líneas variaba según el tamaño del libro. Registro: Está ubicado al final del último folio o página, consistía en una lista de las primeras letras o palabras de cada uno de los cuadernillos que integraban la obra. Colofón: Indica el nombre del autor, título del libro, lugar y nombre del impresor, fecha de edición y, en algunas ocasiones, una frase de acción de gracias a Dios. Marca del impresor: Identifican al impresor, están ubicadas al final y podían variar en tamaño, color y diseño. Tamaño: Los primeros incunables eran de gran formato. La medida dependía de la forma de plegar el papel, que se reducía tantas veces como fuera necesario para llegar al tamaño deseado, hasta obtener cuatro hojas u ocho páginas. Encuadernación: El material empleado al principio fue el pergamino. En otros casos, se usó madera forrada en piel, así como papel reciclado o cartoné, encuadernado con tapas de cartón forradas en pergamino o piel. Algunas veces, al incunable se le adornaba con encierres frontales de diversos materiales como metal, pergamino o cuero para evitar la deformación del libro. Sabina Melchiori
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