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Gualeguaychu » Reporte2820
Fecha: 28/07/2025 14:57
Hay una especie de obnubilación generalizada en nuestro país que atenta contra la propia población. Un encandilamiento por las cifras que el Instituto de Estadísticas y Censo publica, muy lejos de la realidad por cierto (vieja costumbre del organismo), que aún le da crédito a la actual gestión nacional. No obstante, surge una especie de hartazgo ante la repetición de hechos tan inéditos como increíbles, mientras el Congreso Nacional donde se encuentran las personas que nosotros elegimos para que nos representen, pavean más de la cuenta, a pesar del tratamiento y aprobación sobre temas delicados como discapacidad y salarios de jubilados. Hay un borbollón de noticias que no son noticias. Son temas. Solo eso, que atrapan a la mayoría, como fuegos artificiales que distraen y que duran muy poco tiempo. Pero quedamos a la espera porque sabemos que viene otra explosión y nos encandila nuevamente. Y así vamos. Destacando la imaginación de quienes manipulan los fosforitos que encienden las mechas. Así vemos en ese escenario imaginario, además de los números de la inflación, peleas gobierno-oposición o del mismo gobierno o del mismo partido, hasta que terminan abrazados ante las cámaras. Un pastor que nos hace creer en los milagros al transformar pesos a dólares, como si fuéramos tontos (deben creer que lo somos); los “acuerdos” de legisladores cuando tratan el aumento de sus dietas; el inentendible cierre de organismos nacionales; que la vice Villarruel; que los vetos a leyes aprobadas; que el dólar (dicen) se sostiene con un hilo muy fino; que en octubre “revienta todo”; que esto, que aquello… por mencionar algunos acontecimientos que forman parte de un velo que distrae. Entretienen y todos consumimos. Es cierto, para quienes pintamos algunas canas, el cambio de los tiempos se nos vino de manera vertiginosa y nos puede pasar por arriba, aplastarnos de ser necesario, que nos debilita, que nos quita esa fuerza que ya no demuestra juventud, mucho menos rebeldía. Nuestra provincia y nuestra ciudad también cargan dimes y diretes, de hecho, igual de increíbles. A veces calcando (o intentando) a esas luces que encandilan y que nuestra “entrerrianidad” o nuestro orgullo “Guale” destierran. Igual algunos sapos solemos comer. Mi abuelo, mi viejo, por lo que recuerdo, vivieron también las peripecias, no tan diferentes en el fondo, pero si en la forma. Después de todo los argentinos “de carne somos”. Vaya que hay tela para cortar. Bernardo dei Maquivelli
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