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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 28/07/2025 06:31
El Templo de Vesta, donde se aloja la biblioteca del Ecoparque (Foto: Tomás Cuesta - Ciudad de Buenos Aires) Seguramente usted, estimado lector, tenga fotos en el antiguo Jardín Zoológico. Yo tengo varias, que están en casa de mamá: a los cinco años delante de las jirafas con un suéter tejido colorado y el corte de pelo a lo príncipe valiente; un día de primavera —tal vez fuera mi cumpleaños— con la bolsa de maní para el elefante; ese mismo día mirando a los leones, al oso blanco, al cóndor. El zoológico era una visita central en la infancia de cualquier chico que hubiera nacido en la Buenos Aires del siglo XX. Tras el cierre en 2016 y la reapertura como Ecoparque, es mucho más que una visita ideal para las vacaciones de invierno: forma parte de la identidad de la ciudad y sus vecinos. Tiene casi diecisiete hectáreas, cincuenta y dos edificios que han sido declarados monumentos históricos nacionales y patrimonios de la ciudad, tres lagos, una treintena de esculturas. Si bien muchas de las especies que contenía han podido reubicarse, todavía mantiene algunos habitantes ilustres: un hipopótamo, un puma, muchas maras, pavos reales, tres búfalas que cariñosamente se llaman Mirtha, Moria y Susana. Y tiene, también, uno de los secretos mejores guardados: una asombrosa biblioteca de 15.000 ejemplares que pertenecieron a los primeros directores del Zoológico y que hoy, tras un largo trabajo de recuperación y puesta en valor, puede mostrarse al público y ser objeto de consulta de especialistas. Ejemplares de la biblioteca del Ecoparque de Buenos Aires en proceso de restauración (foto: cortesía de María José Micale) Todos los jueves y viernes por la tarde —previa inscripción vía web— se puede visitar el tesoro de la biblioteca: incunables del siglo XVII, estudios de oceanografía, enciclopedias francesas del 1900, tratados sobre límites y fronteras, ensayos en latín, revistas científicas, etc. Los ejemplares están resguardados en el Templo de Vesta, un edificio que fue donado por la comuna de Roma en tiempos de Clemente Onelli —el segundo director del Zoo, que ejerció su cargo entre 1904 y 1924—. El Templo había sido pensado originalmente como lactario: un espacio para que las madres que visitaban el predio pudieran amamantar a sus hijos. Vesta era la diosa del hogar. Hoy el Templo está especialmente acondicionado para proteger los ejemplares, conserva temperatura, humedad y ventilación controladas, y sólo se abre al público durante breves lapsos para preservar las condiciones del acervo. María José Micale, resposable del área de Patrimonio del Ecoparque de Buenos Aires (foto: cortesía de María José Micale) Un tesoro a la espera de ser descubierto María José Micale es historiadora del arte y es la responsable del área de Patrimonio del Ecoparque de Buenos Aires. Llegó en 2018 —cuando el espacio todavía estaba bajo el ala del Ministerio de Modernización de la Ciudad— y entre sus tareas tuvo a cargo la puesta en valor de la biblioteca histórica, así como de la restauración de edificios. Su trabajo combina la gestión de archivos, la investigación histórica y la conservación documental, con una mirada que busca acercar el pasado del zoológico a los visitantes y reconstruir la memoria cultural del parque. —¿Cómo se conformó la biblioteca? —La biblioteca ya existía y, hasta la década de 1970, estaba abierta al público. Después fue, vino, cambió de locaciones. Cuando nosotros llegamos, estaba repartida en diferentes edificios. Nosotros no teníamos un inventario real. En 2019 hicimos un convenio con la Universidad de San Martín, y ellos con el Instituto Tarea, para hacer un primer diagnóstico. Sacamos cada libro de las cajas para ver qué teníamos y tratar las distintas patologías. —¿Había muchos libros afectados? —Sí, pero la situación no era tan grave como hubiésemos pensado. Hubo que tratar insectos, humedades, hongos. En eso estábamos cuando, en 2020, nos agarró la pandemia y suspendimos el trabajo durante casi un año. Después nosotros retomamos la presencialidad y, como la universidad todavía no lo había hecho, firmamos un nuevo convenio con la Universidad de La Matanza, con quien trabajamos entre 2021 y 2023. Con ellos hicimos el inventario completo de la colección, la estabilización de todos los ejemplares, restauramos algunas cosas —todavía tenemos algunas pendientes— y digitalizamos lo más antiguo, que estaba en condiciones más frágiles. Ejemplares de la biblioteca del Ecoparque de Buenos Aires en proceso de restauración (foto: cortesía de María José Micale) —¿Cómo está compuesta la biblioteca? —De los 15.000 ejemplares, aproximadamente la mitad son libros y la otra mitad son publicaciones periódicas. Es una biblioteca donde la minoría de los libros está en español, lo que nos habla del carácter políglota de los primeros directores. Hay libros en latín, portugués, italiano, inglés, francés, alemán. Tenemos, por supuesto, mucho material sobre animales, botánica, sobre otros zoológicos del mundo. También hay temáticas particulares que solo se entienden en el contexto de la vida de los directores. —¿Por ejemplo? —Hay muchísimos libros sobre la cuestión de los límites de los países. Clemente Onelli, antes de ser director del Jardín Zoológico, había estado en la Patagonia con el Perito Moreno y trabajó en el trazado de los límites entre Chile y Argentina. Claramente esos libros eran su material de consulta. Onelli murió siendo director —vivía en el Zoológico— y su biblioteca quedó completa en el parque. También hay mucho de oceanografía, porque Dago Holmberg, el tercer director, que era sobrino del primero, era oceanógrafo. Hay muchas enciclopedias: tenemos casi completa la segunda edición de la Enciclopedia de Diderot, de 1797. Hay cosas que todavía no logramos encontrar a quién corresponde. Entre los libros más antiguos, hay uno de grabados venecianos en latín de 1690. No sabemos cómo llegó. Restauración de los libros de la biblioteca del Ecoparque de Buenos Aires (foto: cortesía de María José Micale) —¿Por qué eligieron el Templo de Vesta para exposición y guarda de la biblioteca? —La mayoría de los edificios del parque fueron concebidos como recintos de animales, pero Vesta había sido concebido como lactario. Y cuando nosotros llegamos era una especie de depósito. Entonces, desde que planeamos la restauración ya habíamos pensado en darle esa función. Fue curioso el proceso porque cuando levantamos el piso y las paredes de madera nos encontramos con el piso original y con los azulejos, lo que era muy apropiado por la cuestión higiénica hospitalaria. Por supuesto, respetamos al original. —Pero el color del techo… —Sí, bueno… En el proceso de restauración se realizan distintos estudios para saber cómo era realmente el original. Para averiguar los colores se hacen estratigráficas: se va levantando capa por capa hasta llegar a la primera. Y descubrimos que el color del cielorraso era un azul muy intenso que a todos nos resultaba difícil de imaginar. La restauración se hace con un equipo interdisciplinario. Trabajaron arquitectos patrimoniales, trabajó la Comisión Nacional de Monumentos, que nos tutela. Nadie estaba convencido de poner ese color y llegamos al consenso de no hacerlo. Ahora hay un color más blanco que no le hace ruido a nadie, y menos al visitante. Uno de los ejemplares que pertenecían a la biblioteca del Ecoparque de Buenos Aires en proceso de restauración (foto: cortesía de María José Micale) —¿El catálogo de la biblioteca está disponible? —La biblioteca no está abierta al público general porque no tenemos bibliotecario, pero sí estamos abiertos a investigadores y estudiantes que trabajen un tema específico. Yo les comparto una planilla de cálculos, ellos la revisan, marcan el material que quieren ver y arreglamos la visita. Me impresiona la cantidad de investigadores sobre zoológicos victorianos y zoológicos de las primeras décadas del siglo XX. Muchas veces me escriben de otros países y me encantaría tener todo el material digitalizado para poder compartírselos, pero no se puede. Lo que más me gustaría es democratizar la biblioteca para que cada vez más gente pueda consultarla y conocerla. Por eso empezamos con las visitas. No puedo tener la puerta de la biblioteca abierta durante mucho más de una hora por un tema de bichos, de temperatura, del clima, etc. Pero invito a la gente a que venga y que nos ayude a difundir lo que tenemos. Al fin de cuentas es una biblioteca de la Ciudad de Buenos Aires: es de todos.
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