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» Diario Cordoba
Fecha: 27/07/2025 20:49
A la entrada de un pueblo de Córdoba se conservan unas cuevas que en otro tiempo sirvieron de hogar improvisado para quienes no podían pagar un techo. Se trata de un conjunto de cavidades excavadas en la roca, que eran utilizadas como refugio por carreteros, arrieros y caminantes que llegaban exhaustos hasta la localidad y no tenían dinero para pagar un alojamiento. Este lugar no solo servía de abrigo. Cerca los datos históricos sugieren que existía una venta para comer y un abrevadero para que bebieran las bestias. Este peculiar alojamiento natural se situaba junto a un camino muy transitado, en la entrada sureste del municipio. Se han encontrado hasta veinte cuevas y las investigaciones arqueológicas han permitido datar que su ocupación se remonta a un periodo comprendido entre los siglos XIII y XIV. La vida de antaño Estas cavidades fueron realizadas por el hombre presumiblemente con el fin de habitarlas y fueron halladas casualmente durante las labores de limpieza y adecuación de la zona por parte del ayuntamiento local. Situadas en la pared de un barranco sobre el que se asientan algunas viviendas, componen una estampa nada habitual y, por tanto, suponen un curioso patrimonio para este municipio. Y, a la vez, son el testimonio del modo de vida de antaño. Paraje de Cuevas de las Carretas, en una imagen de archivo. / Córdoba Sobre esta pared natural, una formación rocosa conocida como Caño de Hierro, se elevan las conocidas como Casas Colgantes de Hornachuelos. Esta localidad, de un rico entorno natural dominado por la sierra, era conocida por los árabes como Furnuyulu, de donde deriva su actual nombre. La ciudad de los hoyos Furnuyulu viene a significar ciudad de los hoyos. Ya puede imaginarse el lector el porqué. No son pocas las cuevas que existen en el entorno de Hornachuelos, pero estas, concretamente, se encuentran en la entrada de la localidad y son conocidas como Cuevas de las Carretas. Desde los miradores de esta localidad, el viajero actual puede imaginar el trasiego de carretas y animales que antiguamente descansaban bajo esas paredes. Hoy, el lugar invita a la contemplación, al paseo lento, al redescubrimiento de una forma de viajar y sobrevivir que ya parece olvidada. Es, sin duda, una parte fundamental de un pueblo que guarda entre sus rocas no solo belleza, sino también memoria.
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