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Parana » AIM Digital
Fecha: 27/07/2025 08:42
“Ante los peligros latentes que entrañan las nuevas derechas y sus mecanismos de terrorismo emocional, con el innegable avance de las posturas de odio y deshumanización hacia todo aquello que sea considerado `el otro´; la cultura y las manifestaciones artísticas están llamadas a ocupar un rol fundamental, imprescindible, configurándose como un dispositivo de memoria social y debate colectivo”, dijo a AIM el actor, director teatral y docente, Gustavo Bendersky. “No considero que el arte en general y el teatro en particular deban dejar un `mensaje´ como tal. Hay otros modos de conocimiento - como el religioso, por ejemplo - que son capaces de transmitir un mensaje en modo directo y efectivo. Desde nuestra perspectiva, el rol del arte es más bien el de generar interrogantes, preguntas que resuenen en el imaginario colectivo, en el inconsciente de una sociedad. Interrogantes que permitan que cada espectador encuentre sus propias respuestas, ponga en tensión su biografía, proyecte sus anhelos y sus necesidades”, dijo Bendersky a esta Agencia. El actor y director teatral, enfatizó que: “En esta época tan particular que estamos atravesando, ante los peligros latentes que entrañan las nuevas derechas y sus mecanismos de terrorismo emocional, con el innegable avance de las posturas de odio y deshumanización hacia todo aquello que sea considerado `el otro´, la cultura y las manifestaciones artísticas están llamadas a ocupar un rol fundamental, imprescindible, configurándose como un dispositivo de memoria social y debate colectivo”. El teatro particularmente, destacó: “Es la actividad artística del `aquí y ahora´, de la presencia. Es un arte asambleario que requiere particularmente de la congregación y el encontrarse. Es por eso que entraña en su misma idiosincrasia la preservación de la memoria viva y dinámica de las comunidades, resignificándolas permanentemente, catalizando las experiencias a través de los cuerpos”. “Se dice que las casualidades no existen, que siempre es verdaderamente una cuestión de perspectiva. En la historia de la cultura occidental, existe una coyuntura extremadamente interesante, rica en significaciones. Algo que seguramente no maduró en la mera casualidad. La organización política que hoy conocemos con el nombre de democracia y el teatro – como actividad artística a la que se le atribuye una función social – nacen en Grecia aproximadamente en el siglo V a.C. Surgen en la misma época histórica, en el mismo sitio, en la misma comunidad”, señaló Bendersky. Y continuó: “La simultaneidad en la emersión de estos dos fenómenos sociales, políticos y culturales (cada uno capaz de marcar una época entera) parece querernos decir algo. El análisis de cualquiera de estos dos fenómenos culturales nos conduce inevitablemente al análisis del otro”. Al recordar este origen, dijo, “un aspecto fundamental del hecho teatral se pone de relieve: su carácter asambleario, su condición de evento político. Los espectadores, conectándose de forma espontánea con la ficción planteada en el escenario, opinan y discuten, abren diálogos y formulan preguntas cuestionadoras. Y el origen común entre lo teatral y lo democrático se actualiza vigorosamente: es la idea de participación, la idea de protagonismo a la que conduce inefablemente el acto de representación teatral. Allí todo está en discusión, porque el discurso teatral sólo acontece cuando se confronta el actor con el espectador; por lo que no puede nunca prescindir de su carácter colectivo, inclusivo”. Remarcó que los actores: “Entendemos cada función de cada espectáculo de teatro como un aporte al cada vez más necesario debate social en torno a las problemáticas que nos están señalando enfáticamente el final de una era, de una época histórica”. “Ejerciendo nuestra doble condición de creadores escénicos y gestores culturales, nos reencontramos permanentemente con algo intangible, que sentimos y asumimos como un legado, la herencia de generaciones pasadas. Nos moviliza enormemente redescubrir - a través de nuestra propia experiencia - que los ciclos históricos no finalizan de un día para el otro… muy por el contrario, se ramifican, prolongan y extienden su influjo mudando de piel, repensándose con su época”. El contrasentido de la inteligencia artificial “En relación a los notorios y por momentos apabullantes avances de la artificialidad, con expresiones paradójicas y polémicas como por ejemplo aquello de una `inteligencia artificial´ (un contrasentido en sí mismo) entendemos que la cultural en general, más específicamente el arte y particularmente el teatro, ofrecen algo único: la transmisión de una experiencia, el aprender a aprender. Porque en el teatro no se trata de impartir un determinado saber elaborado previamente y `explicado´ por el dramaturgo, el director o una actriz; sino de la construcción de espacios donde cada uno pueda gozar la experiencia que lo lleve a formularse sus propias preguntas y obtener indicios, conjeturas, respuestas”, reflexionó Bendersky. Y consideró: “Es urgente y vital generar espacios de conversación, en el sentido más amplio de la palabra. La conversación, la plática, las charlas, la murmuración, las confidencias, las discusiones, los debates, la cháchara… todo esto está en el corazón mismo de ese fenómeno tan vasto y vago que llamamos cultura. En gran medida, fundar un espacio cultural – como lo son un museo, un espectáculo de teatro, una receta de cocina, o un letrero indicador - es generar conversación, en el sentido más amplio de la palabra. Como diría Einstein, `lo importante es pensar el pensamiento´. Y pensarlo en la dimensión que solamente propicia la conversación con otros. Ya no se trata de colocar en la conversación aquellos saberes que uno adquirió en otro sitio, sino más bien lanzarse a la conversación como quien emprende un viaje sin fecha de regreso. Cuando se habla en profundidad, no se sabe a qué puerto ni en qué horario se arribará”. “Entendida con la mayor amplitud que nos sea posible, conversar significa permitir que los procesos de asociación y dislocación de los significados afloren en la confluencia y refracción con los procesos de pensamiento de los otros. Así, el conocimiento no puede restringirse a un solo campo. Así, los procesos mentales a través de los cuales la realidad es aprehendida por los distintos campos del conocimiento vuelven a suceder una y otra vez en cada uno de los participantes de la conversación. Nada se adquiere sino es a través de la experiencia, y el campo de la cultura y el conocimiento no es – como nos han enseñado – una especie de cúspide a la cual arribar, sino más bien un flujo en el cual transitar contemporáneamente con los otros”, concluyó.
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