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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 24/07/2025 04:45
Emmett Till, de 14 años, fue secuestrado, torturado y asesinado (Archivo) Aunque antes de viajar su madre le había advertido a Emmett Till que, para ellos, los negros, las cosas en los Estados del sur no eran como en Chicago, el chico no le hizo mucho caso. Tenía 14 años, había vivido siempre en el norte y pensaba que su mamá solía exagerar con sus consejos. Quizás por eso, el 24 de agosto de 1955, poco después de llegar a la casa de su tío Moses, en el pequeño pueblo de Money, salió a pasear con sus primos y, como tenía algo de dinero en los bolsillos quiso comprar unos caramelos para compartir con ellos. Si los otros chicos le dijeron que no entrara en esa tienda es algo que nunca se supo, pero ellos prefirieron esperarlo en la vereda y Emmett entró solo. No había otros clientes y detrás del mostrador estaba Carolyn Donham, la mujer del dueño, una joven blanca de 21 años. El chico salió uno o dos minutos después, con las manos vacías. No había podido comprar nada. Lo que ocurrió dentro del local nunca se pudo establecer con certeza, porque cuando las autoridades lo quisieron averiguar solo tuvieron la versión de Carolyn, porque Emmett ya no estaba en el mundo de los vivos para contarlo. Cuatro días más tarde, el marido de Carolyn, Roy Bryant, de 24 años, y su medio hermano, John William Milam, de 36, llegaron en auto a la casa del tío de Emmett. Moses y los tres primos del chico no pudieron hacer nada cuando los dos hombres lo subieron a la fuerza al auto y se lo llevaron. Algunos testigos dijeron después que habían visto a Carolyn en el asiento trasero; también hablaron de la presencia de un tercer hombre. El cadáver de Emmett Till apareció tres días después, cuando unos chicos que estaban pescando lo encontraron en el río Tallahatchie. Fue difícil identificar el cuerpo porque el agua había acelerado la descomposición y el rostro estaba completamente desfigurado, no solo por esa causa sino también por hematomas de golpes y un disparo. Le habían atado al cuello la pieza de máquina desmontadora de algodón, no con una soga, con alambre de púas. A pesar de eso, los asesinos no pudieron evitar que flotara. La policía confirmó que se trataba del chico desaparecido al que buscaban desde hacía 72 horas por un anillo de plata grabado con las iniciales “L. T.” y la fecha “25 de mayo de 1943”, que había pertenecido al fallecido padre Emmett y que la madre le entregó antes del viaje. La imagen de 1955 muestra a Carolyn Bryant, la mujer blanca que acusó al adolescente negro Emmett Till de lanzarle insinuaciones indebidas (AP Foto/Gene Herrick, abril) Emmett llevaba 72 horas desaparecido, pero a pesar de la denuncia del tío Moses los policías de Money no habían hecho mucho por encontrarlo. Después de todo se trataba de un chico negro y había cosas más importantes de las que ocuparse en ese pueblo de no más de doscientos habitantes. El hallazgo del cadáver cambió todo y debieron actuar. No tardaron en dar con los dos secuestradores, que reconocieron – no podían hacer otra cosa, porque había testigos – habérselo llevado de la casa de Moses, aunque negaron haberlo matado. La versión que dieron fue que esa misma noche lo dejaron vivito y coleando en la calle principal de Money. No les sirvió, porque los arrestaron. Más tarde se pudieron reconstruir los hechos que terminaron con la muerte del chico. Después de subirlo a la fuerza al auto de Bryant lo llevaron a un granero de las afueras del pueblo, donde le dieron una paliza brutal, le sacaron a golpes un ojo de la órbita y lo mataron de un tiro en la cabeza. En los interrogatorios no admitieron el asesinato, pero sí el secuestro, el cual, sostuvieron, estaba ampliamente justificado porque Emmett, un negro, se había propasado con Carolyn, una respetable mujer blanca. La lucha de Mamie Bradley-Till La madre de Emmett, Mamie Bradley, no se resignó al que el asesinato quedara impune. Decidió hacer el funeral en Chicago y con el cajón abierto para que todo el mundo viera lo que los asesinos le habían hecho a su hijo. Sabía que los crímenes raciales eran habituales en el sur y que por lo general sus autores no eran condenados por los jurados, integrados siempre por ciudadanos blancos. Apenas una semana antes del asesinato de Emmett, se había producido el crimen de otro afroamericano, Lamar Smith en Brookhaven, una población también situada en Misisipi, y sus ejecutores habían sido absueltos. Emmett Till había entrado a un local del centro comercial de un pequeño pueblo del sur de Estados Unidos (AP) Las fotografías del cadáver con el rostro desfigurado conmovieron a gran parte de la población estadounidense. Las crónicas de la época relatan que más de cincuenta mil personas asistieron al funeral. Una gran mayoría de afroamericanos, pero también muchos ciudadanos blancos comprometidos en la lucha por los derechos civiles. Los medios del norte y del sur tomaron partido. Mientras la revista Jet y el periódico The Chicago Defender publicaban las fotos del cadáver y de la multitud que fue a despedirlo, los periódicos del sur prefirieron mostrar fotografías de Roy Bryant y John Milam con sus uniformes del ejército y propagar el falso rumor de que en el norte se estaban produciendo revueltas que acabarían en una segunda guerra de secesión. Mientras tanto, la fecha del juicio quedaba fijada para septiembre de ese mismo año. Roy Bryant y John Milam iniciaron una campaña de recaudación de fondos para pagar su defensa y llegaron a reunir unos diez mil dólares. No tuvieron que utilizarlos: cinco prestigiosos abogados sureños se ofrecieron a defenderlos gratuitamente. La versión de Carolyn Emmett ya no estaba para contarlo, así que durante el juicio la única versión sobre lo ocurrido dentro de la tienda fue la de Carolyn. Según ella, esa tarde, “un sucio negro” al que ella no conocía la tomó del brazo. -¿Y qué le dijo cuándo le tomó la mano? - le preguntó el abogado defensor Sidney Carlton, de acuerdo con la transcripción publicada años más tarde por el FBI. -Él me dijo: “¿Qué te parece una cita, nena?” – respondió. La madre de Emmett Till llora ante su tumba (AP) En su testimonio que se alejó de él, y que Emmett la siguió hasta detrás del mostrador para propasarle con ella. -Me atrapó en la caja registradora, tomándome de la cintura con las dos manos y atrayéndome hacia él. Me dijo: “¿Qué te pasa, nena, no te gusta? No me tengas miedo” – explicó. Y pasó a contar que el chico insistió en manosearla diciéndole que “ya lo había hecho con otras mujeres blancas”. Hubo pocos testigos además de Moses Wright, quien identificó positivamente a los acusados como los asesinos de Emmett. Fue la primera vez que un hombre negro testificó sobre la culpabilidad de un hombre blanco en Misisipi. También declararon dos de los primos de Emmett, Wheeler Parker y Simeon Wright, que contaron cómo los dos hombres blancos habían entrado en su casa y se llevaron a Emmett a la fuerza. En su alegato final, el abogado defensor Sidney Carlton esgrimió un argumento insólito. Sostuvo que el cuerpo encontrado en el río no era el de Emmett Till, que probablemente estaría vivo escondido por su familia. Dijo que un cuerpo que hubiera estado sumergido tres días, como decían que había ocurrido con Emmett, no presentaría tal grado de descomposición y que el anillo que permitió identificarlo no era una prueba que pudiera considerarse. A la hora del veredicto, no importó que el juez desestimara el testimonio de Carolyn por “inadmisible”, que los dos acusados fueran identificados positivamente como los secuestradores ni que los familiares de Emmett lo describieran como un chico tímido y respetuoso, incapaz de hacer cosas como las que había relatado Carolyn. El jurado, integrado exclusivamente por personas blancas, absolvió a Roy Briant y a John Milam, los dos únicos imputados. La casa en la que vivió Emmett Till en la ciudad de Chicago (REUTERS/Eileen T. Meslar) Los derechos civiles El asesinato de Emmett Till marcó un hito en la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos. Ese mismo año, en Alabama, una mujer negra llamada Rosa Parks decidió ocupar un asiento de ómnibus “solo para blancos”. Cuando un hombre blanco le reclamó el lugar, Parks se negó a cederlo. Por esa razón fue arrestada y debió pagar una multa de 14 dólares. Este episodio, como la muerte de Emmett en Misisipi, desencadenó fuertes protestas que contribuyeron a derrumbar leyes racistas que segregaban a los negros. Al explicar las razones que tuvo para no ceder su lugar, Rosa Parks dijo: “Pensé en Emmett Till y ya no hubo marcha atrás”. Otro caso que marcó a fuego esa lucha ocurrió también en Misisipi, pocos años más tarde. En 1964, en el pequeño pueblo de Jessup, desaparecen tres activistas por los derechos civiles . Dos de ellos eran blancos de confesión judía y el tercero un afrodescendiente. Sus cadáveres aparecieron poco después. Esos asesinatos tuvieron enorme repercusión en todo el territorio estadounidense y dio lugar, años después, a una de las películas que más contribuyeron a concientizar sobre la discriminación racial que imperaba en casi todos los estados del sur del país: “Misisipi en llamas”, dirigida por Alan Parker y con un elenco encabezado por figuras de la talla de Gene Hackman, Willem Dafoe y Frances McDormand. Todos esos caso contribuyeron a la promulgación del Acta de Derechos Civiles, que permitía al Departamento de Justicia de Estados Unidos intervenir en los asuntos locales cuando hubiera peligro de que no se respetaran los derechos básicos de los ciudadanos. La foto de Emmett Till se convirtió en bandera de la lucha por los derechos de los ciudadanos negros en Estados Unidos (REUTERS/Brian Snyder) Confesiones tardías Declarados inocentes por un jurado de blanco y conscientes de que nadie podía ser juzgado dos veces por el mismo crimen, con el correr del tiempo los asesinos decidieron hablar. Bryan dijo que no se arrepentía de haber matado a Emmett porque se había propasado con su mujer. Su medio hermano Milam contó con lujo de detalles el secuestro y el asesinato a un periodista de la revista Look, y dijo que lo habían hecho porque el chico le había faltado el respeto a una mujer blanca que, además, era la esposa de su pariente. En 2008, Carolyn Bryant confesó en una entrevista a Timothy Tyson, autor del libro “The Blood of Emmett Till”, publicado recién en 2017, confesó que había inventado la acusación y que el chico nunca le dirigió la palabra ni le hizo ningún gesto provocativo. “Esa parte no es verdad”, reconoció y se mostró arrepentida de haber mentido. “De todos modos, nada de lo que ese muchacho hubiera hecho podría justificar lo que le sucedió”, dijo. Para entonces, el caso había sido reabierto en 2004, en un proceso donde también se exhumó el cadáver de Emmett, y vuelto a cerrar en 2007, cuando se lo remitió al fiscal de Estado del Cuarto Distrito Judicial de Misisipi, pero un gran jurado se negó a emitir nuevos cargos. En 2008 el entonces presidente, George W. Bush, firmó una ley que llevaba el nombre de Emmett Till y que tenía como objetivo permitir la reapertura de las pesquisas sobre atentados contra los derechos civiles, sin importar cuántos años hubieran pasado. La norma, cuya vigencia fue extendida indefinidamente por el presidente Barack Obama en 2016, no tiene utilidad práctica en el caso de Emmett porque todos los responsables ya están muertos.
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